¿2030?
La afirmación, por parte del oficialmente apodado "presidente electo" aunque millones lo consideren producto del fraude electoral, de que vamos al primer mundo en 2030 tiene una ventaja para el que lo afirma: mientras que al saliente presidente Fox, que hacía promesas de corto plazo como el de la solución del problema de Chiapas en 15 minutos, se le notaba la mentira muy rápido, ahora no será así. No de balde un caricaturista lo dibuja diciendo "...y les prometo resolver el problema de Chiapas en 24 años".
Lo único que le daría sentido a hablar de 2030 sería una planeación a largo plazo. Sin eso, y sin definir siquiera el programa para el primer año, todo lo que se diga está hueco, son afirmaciones fáciles de hacer e imposibles de demostrar, ya no digamos de llevar a la práctica. Lo más que, constitucionalmente, puede llegar a permanecer en la silla (que todavía no está muy claro si toma posesión o no), es hasta 2012, o sea, el clásico sexenio.
La planeación debería empezar por el principio. Un plan sexenal, como en los años 30 del siglo XX. Ya con eso bien formulado, se podrá seguir con un plan de 12 años, en caso de que se tengan previsiones, incluso políticas, para el siguiente sexenio, y condicionado a que el partido en el poder gane de nuevo la elección presidencial. Ya pasar a un plan de 4 sexenios se ve más lleno de problemas e inseguridades: no hay relección. El único que gobernó un tiempo mayor que ése fue Porfirio Díaz, pero era de la derecha y ésta odia la planeación a largo plazo... Bueno, resulta que el llamado presidente electo también es de derecha, o sea que ni quien pueda esperar de él ni siquiera un panchito sexenal, ya no digamos uno de cuatro veces esa duración.
Un gobierno democrático y de izquierda sí debe basarse en la planeación de largo plazo, por lo menos en las principales ramas de la economía, y en las áreas estratégicas en particular. Si hay obras que son importantes para el área de que se trate y que tardan años, es obvio que se requiere de esta planeación.
En cuanto a lo dicho sobre el 2030, lo que surgen son varias dudas. ¿Cree el señor que puede ganar con fraude electoral otros tres sexenios? ¿Cuáles son sus intenciones -ya ni hablemos de planeación- para el primer año? ¿Tiene intenciones para un período tan largo, a como están las cosas?
Nos referimos, con esta última interrogante, a la realidad actual. Un ejemplo: ante el hecho de que el tribunal electoral federal haya señalado un error en el dictamen del tribunal local de Chiapas, sobre reclamaciones del PRI contra el triunfo del candidato a gobernador del PRD en ese estado, normalmente -dice un miembro de este último tribunal- se devuelve la documentación con este señalamiento para que el tribunal local vuelva a emitir su fallo ya sin ese error. Pero ahora el tribunal federal decide que él mismo va a dar el fallo. Ante esto, el líder nacional del PRD dice que echar abajo al candidato triunfante sería una declaración de guerra, y que la situación de Oaxaca se podría extender a esta entidad del sureste y convertirse en un foco rojo de mayor intensidad.
Pero se daría sobre todo si los hechos violentos del PRI y del gobierno priísta contra dirigentes y miembros del PRD en Tabasco, que tiene elecciones de gobernador y autoridades locales hoy domingo, se llevan al nivel de un fraude electoral -que ya tiene sus expresiones en las "mapacheras", bodegas con bicicletas y otros artículos con los cuales comprar votos-. Serían ya tres entidades en estado de resistencia civil masiva, con sus variantes, pero con elementos en común, como hemos visto en este escrito.
Entonces, y como esto no va a esperar hasta 2030, ¿qué propone el supuesto presidente electo ante esta situación y los problemas de fondo que le dieron lugar?