La mayoría los utilizará para comprar medicinas, comida o pagar deudas
Vitales para cientos de ancianos, los $700 que reciben en la V. Carranza
Soportaron una larga espera, algunos enfermos y solos, con tal de recibir la ayuda
Ampliar la imagen Entrega de tarjetas de pensión alimentaria para adultos mayores, en el Zócalo. Imagen de archivo Foto: María Meléndrez Parada
Doña Otilia tiene 72 años. Es jubilada, al igual que su esposo, Enrique. Ambos reciben pensión del Instituto Mexicano del Seguro Social de mil 500 pesos cada uno, que apenas les alcanza para pagar la renta, el teléfono, la luz, el gas y para comer.
Ella es una de las mil 590 personas que este sábado recibieron un cheque por mil 400 pesos, como parte del Programa de Dignificación del Adulto Mayor que lleva a cabo la delegación Venustiano Carranza.
"Es un dinero que nos aliviana mucho", dice la mujer, visiblemente contenta. La ayuda la reciben bimestralmente, pero en esta ocasión les entregaron lo acumulado en cuatro meses.
Los cientos de mujeres y hombres que se dieron cita en lo que fue el cine Venustiano Carranza, esperaron con mucha paciencia ser llamados para recibir su cheque. Cada quien tenía un papelito verde o rosa pegado en la ropa, con su respectivo número, supuestamente para hacer más ágil el proceso, pero era tal la cantidad de gente que el trámite se hizo caótico.
José Oviedo, de 67 años, es diabético, enfermedad por la que perdió la pierna derecha, además de que hace unos días sufrió una embolia. Vive con su hermano, quien le facilita un cuarto dónde dormir, pero "no me presta mucha atención, él es casado y tiene sus hijos, sus asuntos", expresa.
Sus ingresos son mínimos, apenas 15 pesos diarios por ayudarle a un vecino a atender su negocio, pero "qué quiere, si todo el día estoy sentado". En muchas ocasiones, para comer tiene que recurrir a sus amigos o vecinos, que "me pasan un taco".
Pero José es un hombre optimista, que trata de disfrutar la vida. El dinero que recibió lo utilizará para comprar medicinas, pagar deudas y comprarse un poco de ropa; "la verdad es que ya ni calzones tengo", dice con una amplia sonrisa.
También Estela, de 66 años, pagará sus deudas con la ayuda que le otorgó la delegación. Ella es viuda y está enferma. Le diagnosticaron angina de pecho, por lo que para poder pagar el tratamiento tendrá que buscarse un empleo.
Para empezar, atenderá el puesto de quesadillas que en breve instalará su nuera, por lo cual le dará un salario de 50 pesos diarios, "mientras ve cómo está la situación". Vive en casa de uno de sus cinco hijos; a tres de ellos no los ha visto en años; "ni siquiera me hablan", dice.
La mayoría llegaron solos, son muy pocos los que acudieron compañados por sus hijos o nietos. Pero no importa, "aquí se encuentran las viejas amigas y amigos". Se saludan y besan efusivamente, y se cuentan las últimas novedades y las dificultades que pasaron para recibir su dinero.
Reyes sí va acompañada de su hijo, o mejor dicho, tiene que llevarlo consigo, pues él padece síndrome de Down. Su otro vástago, de 30 años, sufre de esclerosis y "no puede trabajar". Ella también es viuda y desde hace un año solicitó una pensión por la incapacidad de sus hijos, pero no le resuelven nada, por lo que para poder mantenerlos tiene que hacer diversos trabajos domésticos, sobre todo lavar ropa ajena.
A veces no tiene dinero ni para comer, por lo que tiene que recurrir a la vecina para que "me invite un plato de comida", comenta.
Tortuosa espera
El tiempo transcurre y algunos comienzan a impacientarse por el desorden que prevalece: no se respetan los números; de hecho, al primero que se acerca lo atiende el personal de la delegación encargado de entregar los cheques, con sólo ver el papelito pegado a la ropa.
"Nos tienen aquí desde muy temprano haciendo fila, luego la música está muy fuerte y nadie me dice nada", se queja un hombre; dice que no entiende el sistema y nadie le ha explicado a quién se debe dirigir para que le den su dinero. "Nada más me dijeron siéntese aquí, ahorita le hablamos, pero nada", refunfuña
El tuvo suerte, finalmente se pudo retirar con su dinero en la bolsa. Hubo quienes se fueron con las manos vacías, pues no se encontró el cheque. "Y ahora qué hago", dice un hombre, consternado. "No se preocupe -le contesta la empleada que lo atendió-, nosotros se lo llevamos el lunes a su casa".