Corea del Norte: ¿potencia nuclear?
Los especialistas afirman que la explosión de una bomba de un kilotón es equivalente a un sismo de 4 a 5 grados en la escala de Richter, en cuanto a los efectos -a cierta distancia, por supuesto- perceptibles por los sismógrafos, aunque las ondas provocadas por uno y otro son diferentes, pues las que provienen de una explosión, las primeras que se registran, son muy amplias y luego se hacen angostas y no muy bien definidas, mientras que las que genera un sismo son en principio pequeñas y luego van agrandándose, y constituyéndose en ciclos que crecen y disminuyen hasta que van desapareciendo y, además, se presentan réplicas de los temblores las que generalmente son más pequeñas que el sismo original.
La prueba nuclear que Corea del Norte acaba de realizar ha causado gran revuelo en todo el mundo, particularmente en Estados Unidos, país que llevó el asunto hasta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde finalmente, después de ásperas discusiones en las que el delegado de Corea del Norte se ausentó en varias ocasiones, dejando su silla vacía, en señal de protesta por las acusaciones que hacían a su país, principalmente Estados Unidos, se aprobó por unanimidad en la sesión del pasado sábado, la Resolución 1718, que impone ciertas sanciones a Corea del Norte por haber realizado una prueba nuclear, aunque, por otro lado, hay científicos estadunidenses que ponen en duda si fue ésta una verdadera explosión nuclear, o simplemente una que proviniera de la acumulación de explosivos comunes, y anunciada al mundo como de carácter nuclear, lisa y llanamente para espantar a las muchachas del baile, aunque finalmente, nuclear o no nuclear, lo cierto es que sí las espantó.
Esto sucede medio siglo después de haber terminado la guerra en la península de Corea. El régimen de Pyongyang afirma haber realizado la explosión el lunes 9 pasado, y aunque hay todavía quienes lo ponen en duda, de todos modos, por si acaso fue cierto, por lo pronto ya le impusieron las sanciones que se especifican en la número 1718 del Consejo de Seguridad.
El 29 de noviembre de 1952, el presidente electo de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, viajó a Corea para cumplir una promesa que había hecho en su campaña electoral: tratar de terminar con la sangría de tres años de guerra; ya le pesaba demasiado al pueblo estadunidense (1950-1953), y querían que se terminara el conflicto. El 27 de julio de 1953 se logró un armisticio para lo que Eisenhower tuvo que amenazar a Pyongyang con lanzar otra bomba nuclear, como hizo el presidente Truman en Hiroshima y Nagasaki en Japón, en 1945. (El País, José Reinoso, 15/10/06) en un acto de guerra considerado monstruoso hasta la fecha, para quienes somos amantes de la paz y creemos todavía en los derechos humanos.
Estados Unidos todavía tiene, a la fecha, 29 mil soldados en Corea del Sur, y pocos años después del armisticio, en 1958, instaló en ese país diversas armas atómicas, en la misma época en que lo hizo, muchas veces sin el consentimiento expreso de los países huéspedes, en Okinawa y en Guam, así como también en Europa.
En los pasillos de las Naciones Unidas, después de una intensa actividad, finalmente se aprobó la resolución 1718, misma que fue rechazada tajantemente por el embajador de Corea del Norte, Pak Gil Yon, haciendo la advertencia de que si Estados Unidos incrementa la presión sobre su país, ellos adoptarían "medidas preventivas críticas" además de que lo considerarían como "una declaración de guerra" (El País, ibid.).
La explosión nuclear de Corea del Norte es considera por los propios estadunidenses como un fracaso diplomático de más de dos décadas, según puede comprobarse en el interesante artículo del editorialista del New York Times, David E. Sanger, del 9 de octubre pasado.
Sanger afirma que este fracaso diplomático se prolongó durante tres administraciones presidenciales, por lo menos, y que los satélites estadunidenses espías transmitieron el hecho de que Pyongyang estaba construyendo un reactor nuclear de gran tamaño, desde principios de 1980, además de que la CIA, desde el inicio de 1990 estimó que el país podría tener una o dos armas nucleares, pero que todos los esfuerzos hechos para tratar de congelar el programa nuclear coreano -incluido el acuerdo firmado por el presidente Clinton en 1994- se rompieron recientemente "en medio de la desconfianza y las recriminaciones de ambos países ".
Finalmete, el actual presidente coreano, hijo del gran líder Kim Il Sung, ídolo de los coreanos del Norte, parece haber llegado a la conclusión de que la única manera de lograr la seguridad en su país es teniendo la capacidad de combatir con éxito cualquier iniciativa bélica (first strike ) que fuera eventualmente lanzada contra Corea del Norte.
Philip E. Coyle, quien fue jefe del equipo de pruebas de armas nucleares en el Pentágono, afirmó que los norcoreanos pueden aprender mucho de su prueba nuclear realizada en este mes, aún si hubiera sido muy pequeño según los estándares actuales en el mundo, de modo que no se pueden menospreciar las consecuencias de este acontecimiento, que no debiera ser sorpresa para nadie, y mucho menos para los estadunidenses, si han de creer en los reportes de la CIA, y si no se ha perdido la memoria de lo sucedido en el terreno diplomático en la administración del presidente Bill Clinton.
En todo caso, según parece, al ya demasiado peligroso almacenamiento de armas nucleares que hay en todo el mundo, tal parece que hemos de agregar a los de los norcoreanos y a los de Irán, los que no se ven muy atemorizados por las advertencias, ni de Estados Unidos ni de la propia ONU, que nunca hizo advertencia alguna antes de ahora a los siete países poseedores de armas nucleares, y que han realizado en múltiples ocasiones pruebas subterráneas, y aún de superficie con ellas, y que son: Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China, India y Paquistán, que poseen un arsenal atómico con el poder suficiente para hacer pedazos varias veces el planeta Tierra.
Suponemos que el embajador de Esados Unidos en Naciones Unidas, John Bolton, estará plenamente enterado de ello, así como el nuevo y recién llegado secretario general de la ONU, sucesor de Kofi Annan, Ban Ki Moon, a quien tampoco se le recordará por haber hecho algo trascendente para aliviar esta peligrosa situación.