Su tío Rafael Guízar, canonizado ayer, también fue suspendido a divinis en una ocasión
Marcial Maciel aún quiere ser santo, dice especialista en temas de la Legión
Ampliar la imagen Una familia veracruzana con reliquias del obispo Rafael Guízar y Valencia asistió a la ceremonia en el Vaticano en la que el prelado fue canonizado por el papa Benedicto XVI Foto: Ap
El obispo Rafael Guízar y Valencia es santo desde ayer. Uno de los interesados en asistir a la ceremonia de canonización era sin duda su sobrino, Marcial Maciel Degollado, fundador de la Legión de Cristo.
En Roma nadie habló de que alguna vez Guízar fue suspendido a divinis del ejercicio sacerdotal. Fernando M. González, autor del más documentado libro sobre los legionarios e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de Mécxico (UNAM), lo planteó así, días antes del acto de canonización:
"Si Maciel logra asistir a la ceremonia su mensaje va a ser muy claro: 'Si a mi tío le pasó y ahora es santo, es cuestión de paciencia, esperar que muera este Papa, ser restituido con todos los honores y poder ser santo."
Seguramente Maciel sabe que no le tocaría en vida, pero está empeñado en no dejarse ganar por su competencia, el Opus Dei, que logró la canonización de su fundador , Josemaría Escrivá de Balaguer, en un proceso fast track de menos de 20 años.
"Lo menos que espera la Legión en la bolsa de valores simbólica es que su fundador sea santificado igual de rápido" que Escrivá.
La historia se remonta a 1907, cuando Guízar fue suspendido por el obispo de Morelia por una acusación "al parecer injusta". Cuando un seminarista confesó haber sido el autor de una carta difamatoria recibida por el obispo, el tío de Maciel fue restituido en sus funciones.
Y ahora es santo, en gran medida gracias a los empeños de su pariente y la poderosa congregación que fundó.
Pese a que el papa Benedicto XVI decidió en mayo pasado "invitar" a Maciel a retirarse a la vida privada y a dedicarse a los rezos y la penitencia -en una aceptación tácita de los abusos sexuales por él cometidos- los legionarios de Cristo no han renunciado a la defensa de su fundador.
Tras la determinación vaticana, por ejemplo, la socialité Viviana Corcuera, muy cercana a los legionarios, aseveró que Maciel debería pedir perdón a quienes agravió.
Pero su sobrino Alvaro Corcuera, ahora director general de la Legión, ha mantenido una postura que Fernando M. González, autor de Marcial Maciel. Los Legionarios de Cristo: testimonio y documentos inéditos (Tusquets, 2006), resume así: "Gracias a este complot nuestro fundador tiene una nueva corona de espinas, pero va a ser santo".
Hank, Maciel y las elites patéticas
-Para Carlos Hank la política sólo era un instrumento. ¿Es el caso de Maciel?
-Maciel es un auténtico empresario. Para él la religión es una auténtica herramienta para acumular poder y riqueza. Y para ello usa, evidentemente con mucha pertinencia, el discurso religioso.
Muchos factores explican el éxito de la Legión de Cristo entre las elites mexicanas. Fernando M. González se queda con uno: en términos religiosos, la burguesía mexicana es patética. "Acepta un discurso, un recubrimiento discursivo religioso muy elemental, muy poco elaborado."
Las elites mexicanas, sigue González, "están hechas para no pensar en la parte religiosa. Son personas que pueden ser unos tiburones en los negocios, extraordinariamente maliciosos, ahí sí piensan estratégicamente. Pero la parte religiosa la reciben con una bobería intelectual notable".
Una parte esencial del entramado del libro de González lo constituyen documentos inéditos, algunos de los cuales pertenecieron a Flora Barragán de Garza, el personaje que conoce a Maciel en 1951 y lo introduce en las elites regiomontanas. "Pero su caso no es único".
Víctimas ¿y cómplices?
Frente a la abundante exposición pública del tema, González optó por centrarse en algo que, a su juicio, quedó "fuera de foco" en los medios de comunicación: "Cómo fue posible que se diera el pacto" de silencio y obediencia que cobijó los abusos sexuales y el largo silencio posterior.
Desde 1997, cuando deciden exponer al público su caso, los ex legionarios "se presentan de manera dicotómica: allá está el abusador y acá están los abusados".
En su libro, González usa la figura retórica del oxímoro para explicar cómo se conjugan dos situaciones contradictorias (a la manera de la expresión "tu dulce amargura").
Y la pregunta que salta en las páginas es: "¿se puede ser víctima y cómplice al mismo tiempo?" Así, uno de los ejes del libro busca develar la estructura que permite "que estos jovencitos que fueron a buscar el ideal sacerdotal terminaran siendo quebrados en el ideal y al mismo tiempo cómplices de alguien que tenía una relación de poder muy fuerte con ellos y que poseía el bien escaso que todos buscaban ('todos queremos ser sacerdotes')".
La clave es el llamado voto de caridad, que impide a los miembros de la congregación hacer cualquier crítica al superior -y no se diga "al superior del superior"- y que es "lo único original de la Legión", pues todos sus demás votos y prácticas son "copias recicladas" de los de otras congregaciones.
Para González, los testigos -es decir, los ex legionarios que denunciaron los abusos- fueron en general "muy poco autocríticos". Por ello, en su obra, el investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y sicoanalista busca "problematizar el testimonio, qué significa, cuáles son los límites, cuáles son las contradicciones".
El autor destaca el testimonio de Francisco González Parga y su pregunta crucial: "¿Qué fue lo que me dolió más, lo que me hizo Marcial Maciel o mi respuesta a lo que me hizo Maciel? Fue mi respuesta".
González Parga, asevera el investigador, "rompe la ingenua concepción de víctima y cómplice, y entonces analiza la intersección entre victimario y víctima".
-¿Pero no es muy explicable esa dicotomía? Se trataba de niños, inermes ante Maciel.
-En buena medida, sí. Eran niños inermes que idealizaban totalmente al fundador. Hay una inermidad irremediable que los va metiendo en una situación de complicidad que no eligieron. Pero no todos reaccionaron igual. Unos se convirtieron en efebos de Maciel, pero otros resistieron, como José Barba, quien sufrió dos amagos de abuso hasta que Maciel se dio cuenta de que con él no podía.
Para González, es "fácil decir: eran niños, luego, eran inermes. Y es cierto, hay inermidad. Sin embargo, tienen que pasar por una autocrítica de su propia complicidad, aunque fuera no querida, no deseada, no buscada".
Sobrevivir al fundador
A la "cultura de hipocresía institucional" dominante en la Iglesia católica, Maciel "es un tipo que le viene extraordinariamente bien", afirma González, doctor en sociología de las instituciones por la Universidad de París.
"El único problema es que se supo, que desgraciadamente para él su discurso supuró y la gente de repente dijo: '¡basta!'"
El hasta aquí llegó cuando, "mal asesorado en su complicidad con Maciel", el papa Juan Pablo II lo nombró "ejemplo de la juventud".
Fue entonces que sus víctimas dijeron "ya basta", y curiosamente lo hicieron el primero de enero de 1994, en "una pequeña reunión en el Sanborns de San Angel".
Pasarían años para que el Vaticano tomara una tibia decisión que, sin embargo, podría tener consecuencias terribles para los legionarios.
-Se podría extraer una conclusión de su libro, acaso optimista: ha llegado el principio del fin de los legionarios.
-Están en jaque pero no en mate. ¿Cómo puede subsistir cuando toda la institución estuvo hecha en función del culto a la personalidad? ¿Cómo persistir cuando les dicen que ese fundador era pederasta, un tipo que usaba el secreto de confesión para sus fines, un drogadicto y un manipulador?
González sostiene que la homogeneidad dentro de la Legión se ha comenzado a fisurar, que ha recibido informes creíbles de que la idea del "complot" de los enemigos de Maciel ya no resulta creíble para muchos legionarios y habrá tensiones internas.
Sin embargo, el investigador piensa que la cúpula de los legionarios intentará "correr un tupido velo" sobre el asunto, aunque, por su propia sobrevivencia, añade, deberían no sólo reconocer lo sucedido, sino también admitir que en sus filas aún hay "cómplices" de Maciel. Por ejemplo, "Cristóforo Fernández fue su efebo, es el tercero en la jerarquía de la Legión y está en Roma".
Reconocer eso y "sacar a esa gente sería un cambio radical, pero dudo que sean capaces".