La otra campaña, con indígenas kumiai, que resisten
"Nuestros votos no cuentan para el gobierno"
Ampliar la imagen Una kumiai, ayer con el delegado Zero Foto: Víctor Camacho
San José la Zorra, BC, 17 de octubre. En Baja California se tocan los extremos de la suerte que corren los pueblos indios en el país. Aquí, los kumiai resisten la extinción de su cultura y lengua, y defienden hasta el último aliento sus tierras ancestrales, sometidas a un incesante despojo. Más al sur, en el valle de San Quintín, los migrantes triquis y mixtecos, devenidos jornaleros en tierras alejadas de su Oaxaca originaria, luchan contra la explotación patronal en los campos de tomate y otros productos agrícolas adonde se vinieron a enganchar por necesidad; y también pugnan por el derecho a nuevas tierras en lugares como el pueblo autónomo Aguascalientes Cañada Buenavista.
San José la Zorra, cuyas mermadas tierras se extienden en los municipios de Ensenada y Playas de Rosarito, es la comunidad kumiai más grande de las pocas que aún existen. La otra campaña, incluida una delegación del Congreso Nacional Indígena que acompaña al delegado Zero por el norte del país, llegó hoy a este pueblo matriarcal.
Robusta, enchamarrada, con gorra beisbolera, Josefina López Meza, autoridad indígena tradicional de Peña Blanca (Tecate), vino para hablar en kumiai, uno de los idiomas mexicanos que podrían desaparecer. Oírla, y recordar a Elías Canetti diciendo que cada lengua humana que desaparece es una biblioteca de Alejandría consumida por las llamas. Doña Josefina no planea desaparecer: "Nunca abandonaremos nuestros territorios. Estamos pegados a la tierra donde enterraron nuestro ombligo". Recuerda las palabras de su abuelo: "La tierra es el estrado de tus pies, los cerros tus paredes y el cielo tu techo. Cualquier día la tierra nos va a volver a abrazar". El suyo, como el de millones de indígenas mexicanos, es un problema agrario: colonias de mestizos invasores, rancheros ávidos, decretos presidenciales desaseados, complicidad de funcionarios con acaparadores.
Otra kumiai espléndida, Norma Meza, de Punta Seneji, dice: "Hemos sido discriminados al cerro por las invasiones abundantes. Pero aquí estamos, en pie de lucha. Hay mucha corrupción. La CDI no nos ha hecho caso, pues tiene licenciados bien vendidos. Nos quieren desaparecer. Mi comunidad no tiene agua, ni luz, ni casas dignas. Somos como 50 familias. Nuestros votos no cuentan para el gobierno". Estas tierras semidesérticas son lo que queda para los kumiai. A 10 kilómetros de aquí empieza la feraz "tierra de vinos", de Ensenada a Tijuana, de donde fueron expulsados los indígenas y arrojados literalmente "al cerro".
Ofelia Muñoz dice que los pueblos indios de Baja California "siguen siendo agredidos física, cultural y moralmente". Enumera: "Divisiones orquestadas desde el poder. Saqueo de los recursos naturales. Desaire para escuchar nuestras propuestas de desarrollo. Sitios sagrados arrebatados. El Procede otorga los elementos para que los pueblos indígenas pierdan sus tierras". Y demanda el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés.
Los triquis y mixtecos llegados al área de San Quintín sufren la condición proletaria de quienes cultivan tierra ajena. La tarde del lunes, decenas de adherentes a la otra campaña se congregaron en Lomas de San Ramón, y en el desfile de voces, dijo Florencio: "La vida aquí es muy mísera. Es una violación constante de los derechos humanos. Como ese salario 'compactado' en un día, que incluye prestaciones, para que así nos puedan correr de la noche a la mañana". Acusó a la priísta CTM de ser cómplice de la explotación de los indígenas. Denunció al diputado Antonio Rodríguez, terrateniente y para colmo miembro de la comisión indígena del Congreso.
Con orden y elocuencia, hombres y mujeres expusieron a Marcos la discriminación, las condiciones de trabajo, salud y educación. El dirigente triqui Julio Sandoval Cruz, del Movimiento Indígena por la Unificación y la Lucha Independiente, organización que pugna por la regularización de tierras que los migrantes ocupan en Aguascalientes Buenavista, en la región llamada La Cola del Zorrillo, lo resumió: "Nosotros mismos tenemos que hacer por nosotros".
Un participante acusó: "Somos mexicanos, pero el gobierno no gobierna para nosotros". Otro: "Hace como que nos escucha, como que nos atiende". Una mujer apuntó: "Las triquis hemos alzado la voz. Estamos de acuerdo con los usos y costumbres de nuestros pueblos, pero algunos son discriminatorios para la mujer, como no permitir la libre elección de pareja". Un jornalero denunció que en los campos de San Vicente Comalú dan a los indígenas "surcos de más", pero por el mismo salario. Si se sufre un accidente, algo común, "no tenemos buena atención en el Seguro Social".
El acto fue transmitido en vivo por La Voz de los Pueblos Indígenas (90.1 de FM), otro de los terrenos conquistados por la migración de los pueblos del sur en estos emporios agrícolas bajacalifornianos donde mandan las leyes del mercado. "Parece que somos gente ajena en nuestro propio país. La ley no sirve para nosotros", dijo otro jornalero.