Ciudad Perdida
Reforma panista: propósitos y chantajes
Lo que hay detrás de la prisa blanquiazul
Minar al gobierno próximo, el objetivo
Las intenciones de Acción Nacional, su prisa inexplicable por sacar la reforma política del Distrito Federal -que bloqueó durante estos seis años-, no podrían venir ahora sin las desviaciones perversas ni exentas de la dosis de odio que ya son la constante en el quehacer de ese partido político.
En muy poco tiempo se logró dilucidar que el interés panista en ese cambio va de la mano con la intención de acotar, de menoscabar la fuerza del gobierno que encabezará Marcelo Ebrard, para, de esa manera, también tratar de disminuir la popularidad perredista en la capital.
La fórmula es sencilla: restar poder. Primero se abrió al juego de la reflexión la idea de desmembrar la Secretaría de Seguridad Pública. Crear cuerpos policiacos en cada delegación y montar una policía metropolitana es el método.
Ahora sabemos, por boca panista, que uno de los fines principales de esos cambios es lograr que los impuestos, por ejemplo el predial, queden en manos y sean administrados por cada delegación política, lo cual dejaría a Miguel Hidalgo y Benito Juárez con grandes sumas de dinero.
En ese punto, como en muchos otros, los azules pretenden ahondar las diferencias y crear mayor injusticia, y con ello impedir la redistribución, más o menos justa, de los impuestos entre todas las demarcaciones que se trata de hacer ahora desde el gobierno central.
Mayor riqueza para las delegaciones más ricas, que son dos; más marginación y pobreza para todas las demás. La desigualdad, es decir, el fortalecimiento económico de grupos de privilegio allegados a Felipe Calderón que habitan, hay que señalarlo, por obvio que parezca, en las dos delegaciones ya mencionadas, es el camino que se trazó Acción Nacional como meta, pero que trata de vender con la piel de una reforma a fondo.
Pero no es todo, ahora resulta que el muy desprestigiado -entre los propios azules- líder del PAN en el Distrio Federal, Carlos Gelista, pretende chantajear con la máscara de la reforma al gobierno de Ebrard para que reconozca a Fecal como presidente.
Resulta incluso insultante, hasta para el descuido legislativo en el que a veces incurren los perredistas, que condicione el dar plena soberanía a la capital del país -esa es la finta- si Ebrard se niega a aceptar el fraude en contra de la voluntad popular que ejecutó Acción Nacional en julio pasado.
Aunque a decir verdad, Gelista, quien ya habló de una reunión entre las cúpulas partidistas con ese fin -el de la reforma- para el próximo 23, parece tener en la mano la colaboración de un grupo de perredistas que buscarán acomodarse a su juego.
Por lo pronto, ya está claro que el jefe de Gobierno electo del DF, Marcelo Ebrard, no bailará al son que le toquen los azules, y por su lado, como ya dijimos en otra entrega, ha venido trabajando en las formas legales que permitan a la ciudad convertirse en una entidad más justa, sin menoscabo de la soberanía de sus habitantes ni de sus brazos de gobierno.
Dadas estas circunstancias, el chantaje -otro de los instrumentos más socorridos por el fecalismo- parece no haber hecho mella en los ánimos de Ebrard que va, constante pero sin prisa, hacia un proyecto en el que las demandas urgentes de la gente cobren la importancia vital, que siempre debieron de tener.
Cuestión solo de esperar, porque la justificación a las medidas de desigualdad que pretende el panismo con la reforma política del Distrito Federal, la veremos muy pronto, seguramente por televisión.