EL CERVANTINO
La música surgida de la tradición de los pueblos enalteció el FIC
Incluyó canción ranchera, fandango, pasodobles, pirecuas y son abajeño
Por su carácter autóctono, esa expresión cultural es despreciada por los gobiernos, deplora el director del grupo
Ampliar la imagen Integrantes de la Banda de Tlayacapan, Morelos, antenoche, durante su presentación en la explanada de la Alhóndiga de Granaditas Foto: María Luisa Severiano
Guanajuato, Gto., 17 de octubre. Ataviados a la usanza zapatista, los más de 40 integrantes de la Banda de Tlayacapan se unieron a la fiesta cervantina con su música surgida de la tradición y el espíritu de los pueblos, con un concierto en la Alhóndiga de Granaditas, el cual incluyó canción ranchera, fandango, sones, pasodobles, pirecua y son abajeño.
La pertinaz llovizna no impidió que a la explanada del recinto llegaran decenas de personas, que ocuparon poco más de la mitad de ese espacio, para escuchar a la banda de viento más antigua del país, fundada en 1870, que por su trayectoria y vigencia fue distinguida con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1998.
Conforme se desarrollaba el concierto, luego de cada una de las interpretaciones, su director, Cornelio Santamaría, expuso una especie de manifiesto sobre el quehacer y compromiso del músico tradicional, así como de las diferencias entre el arte y la cultura, destacando que la música tradicional no se reproduce por la radio y la televisión: ''por su carácter indígena ha sido una expresión cultural negada, olvidada y marginada de los grandes proyectos y políticas culturales del gobierno mexicano".
Antes de interpretar La feria de las flores, Santamaría definió: ''Ser músico es algo más que serlo, es el guardián de la tradición, es la semilla que se siembra y encierra la continuidad. Es más que tener los instrumentos en la boca, es más que tocar al ritmo que indiquen. Ser músico es un compromiso que va más allá de sí mismos, es un compromiso con otros músicos y con la comunidad, porque la música es eso, un elemento que une, integra y genera identidad. Por eso nosotros decimos que ser músicos es un compromiso con nuestro pueblo. Nosotros sólo pedimos que el tiempo nos sea justo".
La música como transporte
Con la música como transporte, la Banda de Tlayacapan, que sigue siendo familiar, pues sus integrantes son hijos, sobrinos, nietos y bisnietos de don Brígido Santamaría, interpretaron El lírico, Alegría y tristeza y Tonalteca.
''Hablar de cultura -prosiguió el director de la banda- es hablar de historia, hablar de historia es hablar de tradición, de linajes, de usos y costumbres, lenguas, rituales. Hablar de regiones culturales es hablar de identidad, pluralidad, autonomía y libertad, valores sublimes en el espíritu de la humanidad. No existe una cultura universal, existen muchas culturas, y en ese sentido debemos aprender a vivir y convivir con respeto.''
Variado fue el repertorio que la agrupación interpretó para darle contexto a las reflexiones, entre ellas: Eterno sufrir, Flor de canela, Los once pueblos, El periquito alegre y Un poblano en Nueva York, la cual tuvo mención especial, pues fue compuesta para los inmigrantes mexicanos en Estados Unidos y que no pudo ser estrenada en esa ciudad, por los atentados a las Torres Gemelas.
Antes de cerrar el concierto con el Huapango de Moncayo, Santamaría expresó: ''La música tradicional nos ayuda a dimensionar el tiempo y el espacio, la vida y la muerte, nos genera conciencia social, fortalece identidades y nos espiritualiza como pueblos hermanos. La música tradicional adquiere ese carácter cuando tiene un significado profundo, un uso, una aplicación, es costumbre en el espíritu de una colectividad. Ahí está la clave".