Usted está aquí: miércoles 18 de octubre de 2006 Opinión Del Apocalipsis a Blade Runner pasando por Internet

Javier Aranda Luna/ II

Del Apocalipsis a Blade Runner pasando por Internet

Hace nueve meses un adolescente decidió compartir con alguien su pasión musical. Nada nuevo si pensamos que millones de adolescentes quieren hacer lo mismo en este momento. Instaló en su pequeña habitación una cámara de video. Se colgó su guitarra eléctrica de 300 dólares, y se puso a interpretar el célebre Canon de Pachelbel. Uno de los lugares comunes de la llamada música clásica pero en versión rock.

No sabemos cuántas veces grabó su video hasta que quedó satisfecho. Cuando así fue subió a la web su grabación, a You tube, el más grande sitio de la Internet donde, de manera gratuita, se pueden intercambiar videos y que acaba de adquirir el buscador Google en la friolera de mil 650 millones de dólares.

Al adolescente no lo escuchó alguien sino casi 10 millones de personas.

Además de su maestría en el uso de la guitarra, llamó la atención que identificó su interpretación con el simple nombre de ''Guitar" y en lugar de nombre utilizó ''Guitar90". Ningún elemento para identificarlo. Peor aún: una gorra de beisbol impedía, impide, mirar su rostro. Su genio musical, su identidad oculta pero, sobre todo, el número de consultas de su video, causaron furor entre los dueños de You tube y los editores de The New York Times. Estos últimos asignaron a un reportero para investigar la identidad del adolescente convertido en noticia.

El uso cotidiano de Internet está creando una cultura mundial cuyas consecuencias no podemos imaginar. Cada día descubrimos una nueva. Uno pensaría que la contienda electoral mexicana poco podría interesar a un sitio como You tube, pero no es así: existen casi 2 mil videos sobre los principales políticos mexicanos. A favor o en contra de López Obrador, por ejemplo, encontramos 852, y 615 sobre Felipe Calderón. Todo un reto, los dos tienen más videos que el mismísimo comandante Fidel Castro, a quien es posible ver nadando o dando uno de sus famosos y larguísimos discursos.

¿Se imagina lo que ocurrirá cuando alguien decida lanzar al ciberespacio la totalidad de las grabaciones clandestinas de videastas como Montesinos y Ahumada? ¿O las que le hicieron en audio a Kamel Nacif con una selecta parte de la fauna política de nuestro país? Lo pregunto porque ya es posible encontrar a congresistas estadunidenses durmiendo durante una audiencia en el Congreso o escuchar insultos raciales de políticos en campaña. Si antes un político pobre era un pobre político, ahora podemos medir su rating con este tipo de videos.

Ya no se necesita contratar a un complejo escuadrón de espías para fastidiar a los políticos rivales: basta un teléfono celular con capacidad para grabar video y estar en el momento preciso para lanzar a la fama a cualquier notable (dando tumbos en una cantina, socorriendo a una vedete, haciéndose justicia por su propia mano a costa del erario).

El uso de Internet nos está mostrando varias cosas a la vez: 1) que el futuro de la radio y la televisión tendrá que integrarse a ese medio y a sus posibilidades interactivas, 2) que a los jóvenes les importan las superproducciones, como la guerra de las galaxias pero también contenidos de altísima factura como el Canon de Pachelbel con producciones caseras, 3) que a las personas les importan menos los deportes en el mundo que lo que muchos publicistas y productores de radio y televisión creen (entre los ten tops por categorías de You tube ocupan un lejanísimo quinto lugar y de manera individual sólo ocupan un sitio entre los 40 videos más vistos), 4) que tendremos que modificar nuestros conceptos sobre los derechos de autor que, como sabemos, ya han sido rebasados fuertemente en la actualidad.

Sobre este último punto: ya existen en nuestros días partidos políticos cuya plataforma principal es lo que conocemos como piratería. Y así se llaman: partidos pirata. Los hay en España, Suecia, Francia, Estados Unidos, Bélgica, Alemania y Perú.

Sus partidarios pretenden, en general, modificar el actual régimen de derechos de autor para fomentar la total libertad de intercambiar datos en forma de música, imágenes, programas de cómputo; modificar el sistema de patentes farmacéuticas, informáticas o del genoma humano y convertir la Internet en una especie de biblioteca virtual monumental de libre acceso. Esos puntos que tal vez algunos de nosotros no compartiríamos serán una realidad en el futuro. Las universidades e institutos de educación superior públicos y privados están dando los primeros pasos al abrir sus bibliotecas a la Internet o al hacer públicos sus planes de estudio e inclusive dar cursos y ofrecer carreras mediante la web. Entre esas instituciones se encuentra, por cierto, el famoso y costoso MIT.

A esa realidad tendrá que enfrentarse la televisión del futuro.

 
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