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Profesora enseña a dividir
Manuel Espino, presidente nacional del PAN, no tiene espinas en la lengua. A Felipe Calderón lo calificó meses atrás, con ánimo electoralmente mercadotécnico, como un personaje "chaparrito, pelón y de lentes" (Chapelén, sintetizó con pasión neologista algún tecleador astillado), y ahora ha revelado con gran desparpajo que él convenció al presidente Fox de que desistiera de su empeño de "facilitar, promover, impulsar el desafuero" de Andrés Manuel López Obrador cuando éste era jefe del Gobierno capitalino.
Entrevistado por José Gutiérrez Vivó en su programa radiofónico, el claridoso Espino extendió una especie de reconocimiento oficial (con sello de El Yunque al calce) de que el Presidente de México estaba obsesionado con la eliminación de un adversario político. Pero los golpes declarativos de Espino constituyen una forma de pintar la raya partidista ante un presidente que va de salida y cuyo saldo histórico, administrativo y ético será negativo para el panismo trapecista (además del asunto del desafuero, el intelectualmente cactáceo líder panista aseguró que convenció al mismo Fox, Señor de las Terquedades, de que no fuera al Zócalo a dar el Grito de Independencia).
Originalmente confrontado con el poder presidencial (es decir, con la verdadera ocupante de ese poder, la señora Marta), Espino hizo alianza de última hora con la pareja gobernante (es decir, con la antedicha señora) y, encarrilados en favor de Creel todos ellos (la señora, el esposo de la señora, y el espinoso líder), acabaron haciéndole la vida de cuadritos al de por sí cuadrado Calderón, tanto en la contienda partidista interna como en la propia campaña presidencial y, luego, en la disputa de cargos como las coordinaciones de las bancadas legislativas panistas.
Ahora, con ese doblete descobijador, el camaleónico Espino manda al mandatario (reticente a dejar el poder) al baúl de los políticos paradójicamente tercos e indecisos, aparentemente inflexibles, pero finalmente manipulables. En el fondo, el desarropo espinado es una forma de establecer distancia con un presidente en retiro y , acaso, abrir vías de negociación del grupo encaramado en la dirección partidista blanquiazul con el hasta ahora maltratado Felipe Calderón que al fin podría suponer que su partido, o la elite yunquista encaramada en su cúpula, medio le apoya o medio está dispuesta a hacer tratos y comercio político con él, el Chapelén tan afamado.
La clase política priísta cierra filas, mientras tanto, en apoyo al prócer Ulises Ruiz, que a juicio de diputados, gobernadores y directivos del partido tricolor simboliza el respeto al estado de derecho y a la sacrosanta institucionalidad. De permitir que una autoridad sea depuesta de su cargo nomás porque una parte sustantiva de una sociedad se manifiesta larga e intensamente en su contra, sería un pésimo ejemplo que pronto causaría el temido efecto dominó que llegaría hasta insospechados niveles (¡gulp! por cortesía de alguna casa de transición). Mejor será, advierten los políticos priístas, mantener en alto la máxima probadamente eficaz a lo largo de décadas: tapaos los unos a los otros. En el Senado de la República, por lo pronto, el tal dictamen tan anunciado por el jefe Manlio, en el que se diría que el gobierno de Ulises sí existe y funciona, había sido puesto en suspenso porque los panistas querían agregar unas líneas sin validez jurídica, pero muy adecuadas para lavar cara, en las que convocarían a que la Suprema Corte se eche la bronca de indagar violaciones constitucionales del tal Ulises.
El meollo (esta palabreja no se refiere a confesiones urinales en primera persona) del asunto es que el divino PRIAN (todo mundo habla de él, pero nadie puede demostrar su existencia física en México, más que en Ecuador) pretende llevarse el conflicto oaxaqueño hasta el 1º de diciembre, para que en esa fecha los del tricolor apoyen a F.C. en su toma de posesión y en su posterior gobierno y, en correspondencia, para que los panistas apoyen al PRI para que juntos nombren a un gobernador sustituto de Ulises mediante acuerdos camarales y no mediante nuevas elecciones, como sucedería, en este caso, si el héroe de la resistencia, el señor Ruiz, cayera antes de la califragilística fecha del próximo primer día del duodécimo mes del año.
En Oaxaca han salido a manifestarse por primera vez los ciudadanos que están contra el movimiento de la APPO. Según el propio ex gobernador en funciones, el señor Ruiz, la solución al problema oaxaqueño debe darse pronto, seguramente esta misma semana. El aire sombrío es agravado por el revolotear de la profesora Elba Esther Gordillo que trata de ser la ganadora neta de este episodio. Zanahoria y garrote en el juego clásico: millonadas del erario federal, ya acordadas con Fox y conocidas por Calderón, si los maestros oaxaqueños dejan sola a la APPO y permiten que haya una represión dirigida al duro movimiento social y no al flexibilizado segmento de los mentores. Enrique Rueda ya rueda en esa carretera pavimentada que se llama "consulta sobre el regreso a clases". O el garrote: creación de una nueva sección sindical, la 59; desconocimiento de la actual, la 22, y división laboral garantizada.
La profesora Gordillo habrá servido con eficacia al calderonismo si logra separar a la sección 22 de la APPO, y podría demostrar a los priístas con barbas estatales puestas a remojar que ella puede negociar con el poder entrante el respeto a los cotos regionales. Una especie de secretaria de Gobernación sin cartera, o una vicepresidenta a la sombra. Por mientras, asusta a Felipe con el petate de que ella personalmente quiere ser la próxima secretaria de Educación (por ello los calderonistas se han apurado a placear a Juan Carlos Romero Hicks, experto en procesiones cristeras al Cerro del Cubilete y en oscurantismo en la Universidad de Guanajuato), aunque a la hora de la hora negociará Elba Esther esa cartera para un gris subordinado. Y ya da por seguro que Roberto Campa Cifrián será nombrado velador general del ISSSTE para cuidar desde allí los intereses (el garrote y la zanahoria) de la profesora en su alta misión de pastorear a la burocracia federal.
¡Hasta mañana, en esta columna que no espina, nomás astilla!
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