EL CERVANTINO
Ensimismamiento en Guanajuato con un arte sonoro en todo su esplendor
Ampliar la imagen Wim Mertens y Dirk Descheemaeker, en el teatro Principal, durante el concierto que ofrecieron en la capital cervantina Foto: María Luisa Severiano
Guanajuato, Gto., 18 de octubre. Wim Mertens en concierto: una sucesión de notas rápidas, de notas lentas, de sílabas alargadas y una prosodia que se abisma en los confines de la música sin datación temporal en tres dimensiones. Hondura, dimensión, abismos, cimas, simas. Acantilados calmos. Durante un par de horas, el pianista, compositor, kappelmeister de su propia epifanía, transporta al público a un paraíso sin fronteras.
El ensimismamiento comienza con una cantilación de notas arpegiadas en el teclado, a las que se unta un unísono con sax soprano, a las que se ayunta un trío con voz que proviene de algún lugar de la conciencia que conduce al tremar de trinos cortos, alargados, suspendidos en el éter.
Their duet, la primera pieza del concierto, define en su nueva caligrafía la invención prodigiosa que habrá de continuar durante dos horas en un oleaje creciente, en una hoguera que crece consecutivamente en cuanto progresa la velada.
La noche del domingo en el teatro Principal de Guanajuato transcurre como un viaje hipnótico por los senderos nuevos que ha trazado este héroe de la música más original que se ha producido en los recientes decenios. Wim Mertenes está de nuevo en México y su concierto en formato dúo, con el sax soprano activado por Dirk Descheemaeker, eleva nuevamente a su público fascinado por sus incursiones en años anteriores, en la Sala de Conciertos Nezahualcóyotl, en el Espacio Escultórico de la Ciudad Universitaria, en el Palacio de Bellas Artes y en Querétaro en 1999.
Nueva epifanía, esta noche
La noche de este jueves repetirá su concierto prodigioso que ofreció el domingo en Guanajuato. La nueva epifanía acontecerá esta noche, a las 20:30 horas, en el Teatro de la Ciudad de México.
La discografía imponente de Wim Mertens opera también como una flama permanente en la que flota su mensaje artístico preñado de originalidad, energía espiritual, hondura conceptual y delicias duraderas.
El material que trae ahora a México está concentrado en el diálogo mayéutico que mantiene durante un par de horas con el sax soprano y que alienta con su aliento vocalístico de contratenor, gemidos arcangélicos que nacen en algún punto del cosmos y se abisman en las fantasías de sus oyentes, despertadas por la fuerza arrolladora de sus melopeas, invenciones poderosas armadas con unas cuantas notas, a la manera de Arvo Pärt: una música desnuda que se despoja todavía de sus ropajes transparentes para mostrarse nítida y rotunda, mágica y plena de embelesos.
Nueve composiciones nuevas desfilan en un acontecer de clepsidras encendidas por luces tenues que se apagan y se prenden sucesivamente entre las notas bemoles y las notas simples de las teclas de marfil, que resplandecen nítidas y calmas, tenaces en su poder de encantamiento.
Poesía de elfos, hadas, duendes, serafines. Notas simples, pero aladas y en su vuelo recogen polen y lo esparcen por las notas que las siguen, simples y bellas, en su andar tranquilo por senderos de onirismo, vigilia iluminada. Trinos, más trinos, más notas lentas, ahora notas de velocidades inimaginables, muchas notas juntas, arrejuntadas, calientitas, clusters, racimos, nenúfares, manjares y guirnaldas colgadas en llamado y respuesta, en búsqueda y encuentro entre el teclado y las válvulas etéreas del sax soprano, coronadas todas estas notas por la voz sin tiempo de Wim Mertens.
Transcurre así el concierto entre epopeyas calmas. Culmina. Regala tres encores, el segundo de los cuales obsequia a su vez el arte de Wim Mertens en todo su esplendor: un soliloquio a piano solo y voz que despierta a los arcángeles y los ángeles nos portan en sus alas y nos ponen a soñar despiertos.
Wim Mertens en concierto. Prodigios inmortales.