Usted está aquí: viernes 20 de octubre de 2006 Mundo Pasado, presente y futuro del Canal

Rafael Mezquita

Pasado, presente y futuro del Canal

L os panameños nos hemos pronunciado con pasión como hace mucho tiempo no observaba en estos seis meses de debate sobre la ampliación del canal. ¿Por qué? El pasado del canal, por la carga afectiva que trae consigo, siempre despierta tales sentimientos. En esta coyuntura, siendo nuestro el canal y por estar en juego su futuro, el interés por opinar ha sido mayor, ya que estamos ante un proyecto cuyos efectos beneficiarán o perjudicarán a las futuras generaciones. Por eso, los dos millones de accionistas del canal votaremos el próximo 22 de octubre sobre el futuro del bien más cercano a nuestros sentimientos pasados y también, a nuestras esperanzas futuras.

Del pasado. A lo largo de nuestra historia, el canal constituyó el principal fenómeno sociológico capaz de unirnos. Torrijos lo resumió diciéndonos que era la única religión que unía a los panameños. Así fue en 1903 cuando por él nos separamos de Colombia y lo volvió a hacer durante los primeros 25 años de vida republicana, cuando gracias a él, las tropas estadunidenses nos invadieron, logrando que buena parte de nuestros antepasados se unieran y rechazaran tales intervenciones.

Por ese canal, nos unimos para lograr los tratados de 1938 y de 1955, y por esa zanja juntamos nuestras voluntades para rechazar en 1947 el Tratado Filós-Hines. Gracias a él, existió y convivió entre nosotros una colonia llamada Zona del Canal, y para erradicarla nos volvimos a unir durante las siembras de banderas de 1958 y 1959 que fueron la antesala a la irrupción masiva del rechazo a la colonia y a sus formas de desprecio que significó la gesta de enero de 1964.

Por ese canal, Torrijos nos convocó a recuperarlo del todo, cuando en forma masiva votamos que sí a los textos acordados en 1977, y ese canal nos unió el 31 de diciembre de 1999, cuando disfrutamos la sensación de ser, por vez primera en nuestra historia republicana, un pueblo soberano e independiente y, como tal, dueño absoluto de nuestro destino. Pero también gracias a ese canal y a decisiones tomadas por los distintos gobiernos para potenciar nuestra posición geográfica, los niveles de desarrollo y de calidad de vida de nuestra población son relativamente mejores a los de la región.

Presente y futuro. Hoy, habiéndose conformado un sólido estereotipo cultural del significado del canal para el ser panameño, nos llegó el momento de ejercer nuestra condición soberana y decidir, liberados del tutelaje histórico, lo que vamos a hacer con él. Gracias a que supimos negociar que su traspaso se diera libre de deudas y en condiciones óptimas de operación, y a que los peajes cobrados por la administración estadunidense fueran inferiores al valor de la ruta (para así subsidiar a su economía), hoy las utilidades del canal de Panamá -que constituyen 6 de cada 10 centavos del presupuesto de inversiones públicas- representan la mitad de lo que el negocio factura, por lo que la actividad canalera cuenta con un buen espacio para financiar su expansión con recursos propios.

Todas las encuestas que conozco le dan una amplia ventaja al Sí sobre el No en el referéndum del 22 de octubre, debido en buena medida a un arraigado y masivo sentimiento de orgullo y unidad nacional percibido alrededor del canal. Dirigentes políticos de diversos partidos oficiales y de oposición, líderes sociales, locales, sindicales y empresariales, mujeres y sobre todo amplísimos sectores juveniles han abrazado con pasión su compromiso con su ampliación, porque saben o perciben que nos estamos jugando el futuro del país. Este pueblo es sabio, juega a ganador, y sin duda, lo volverá a demostrar el próximo 22 de octubre y de nuevo el canal nos volverá a unir.

Con su ampliación autorizada por el referéndum del 22 de octubre, deberemos lograr amplios consensos para que los excedentes del canal sean utilizados como palanca para acabar con 40 por ciento de nuestra población que entre tanta riqueza, sigue viviendo en pobreza. Con ese objetivo, Naciones Unidas nos convocará para definir las metas y los mecanismos de control, seguimiento y rendición de cuentas que en conjunto acordaremos para que los beneficios del canal sirvan de palanca para superar el subdesarrollo y mitigar, entre otros fenómenos, la masiva migración del interior hacia la zona metropolitana que podría generar su ampliación.

El Canal de Panamá, como zanja que une, ha significado de todo. Desarrollo en la metrópoli y pobreza en el campo, riquezas para algunos y discriminación para muchos, orgullo y conflictos, sumisión y coraje, protectorado y nación independiente. Ahora, por primera vez en nuestra historia, dependerá exclusivamente de nosotros el papel que le queramos asignar a futuro.

 
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