Todo amor es fantasía
Hablando de amor imposible, para Don Quijote, Dulcinea es tan sólo huella de una presencia imposible, equívoco y desesperación del amor, tan sólo escritura deleznable, diosa antigua, virgen pagana, plegaria y encantamiento. Por tanto, dice a Sancho: ''Píntola en la imaginación como la deseo (...) y diga cada uno lo que quisiere".
El amor engendra un pensamiento de amor y éste arde y tiembla con todo aquello que se devela ante el desasosiego que produce la revelación. Y en este arder del pensamiento hay una aproximación al origen, a lo anterior, hacia la profundidad, y los ojos del poeta no preguntan, mas buscan el ver, es decir, el ver de la mirada del otro. Luego el perderse implica una búsqueda del misterio del otro, de la locura del otro, de lo desconocido que por ello nos subyuga. ''Y en la cosa nunca vista/ de tus ojos me he buscado/ en el ver con que me miras" (Machado). ''Y el amor no temblaría. Haría arder y ardería inextinguiblemente" (Zambrano).
Quizá la amante no acuda nunca a la cita, mas todo amor la recrea, la eleva, tras ese acto de fe en ella que sería como una visión de la imposible presencia de la ausente.
El horizonte de las ausencias se extiende tras límites insospechados. Tal fue el amor de Don Quijote por Dulcinea. Ese acto de fe que crea y recrea al ser en su ausencia (Fort-Da freudiano) y ''amar, sobre todo, amar" como bien decía Machado, ¡todo amor es fantasía!, en tanto que la poesía como relámpago, como trazo invisible nos abre heridas de amor, heridas del tiempo, tiempo de luz y sombras, creación que emana trazos, gestos, ritmos, plegarias.
Así, El Quijote más que un libro es una herida abierta a los tiempos, una invitación a renacer, un eterno sueño.
''Realidad o encantamiento/ lo que cuenta aquí es soñar/ La verdad de la mentira juega con la eternidad/ a que la verdad es mentira y/ la mentira verdad" (Bellido).
Díjole Don Quijote a Sancho: ''no hemos terminado nuestra aventura, no la terminaremos Sancho mientras exista un lector dispuesto a abrir nuestro libro, y así devolvemos la vida".
Si bien Freud aprendió de manera autodidacta la lengua castellana para leer El Quijote en el original cervantino, el diálogo entre ambos pareciera haberse dado en lo inmemorial de los tiempos, y así mientras Cervantes enuncia: ''Esta figura que ves/ es el temor sospechoso/ que engendra ajeno interés/ impertinente curioso/ que mira siempre al través", Freud pareciera responder a su interlocutor: ''Cuánto delirio hay en todo teoría y cuánto de verdad en toda locura".
Sigmund Freud soñó para nosotros el sueño princeps y con él descifró en enigma de los sueños. Cervantes con su Don Quijote nos envolvió en un sueño, creador, siempre renovado, del cual emerge una voz que se escucha allende el mar, una voz que nos llama y nos dice: ¡nunca dejéis de soñar!