Editorial
El abandono de Pemex
De acuerdo con los indicadores publicados mensualmente por Petróleos Mexicanos (Pemex), esta empresa paraestatal generó un ingreso de 27 mil 338 millones de dólares en el periodo enero-septiembre de 2006, un incremento de 25.2 por ciento respecto del resultado obtenido en el mismo lapso de 2005. Asimismo, se informó que el precio promedio de la mezcla mexicana de exportación al cierre del tercer trimestre del año fue de 54.53 dólares por barril, 18.03 dólares por encima del precio presupuestado para este año en 36.50 dólares por barril y más de 12 dólares por arriba de los precios observados en el mismo periodo del año pasado. Expertos del grupo financiero Banamex afirman que los precios alcanzados en 2006 han sido los más elevados en términos reales desde 1980, y estiman que en 2007 el panorama será parecido. Aparentemente se trata de buenas noticias. Sin embargo, la realidad es que Pemex se encuentra en estado crítico.
Y es que, en este esquema, los problemas de la producción nacional de crudo, que resultan cada día más evidentes, la dependencia fiscal petrolera, la rápida disminución de sus reservas probadas y la volatilidad del mercado, puntos que son vitales para la buena marcha de la paraestatal, no están contemplados. Estos problemas deberán ser atendidos con eficacia, pues de acuerdo con los analistas, no deben descartarse caídas pronunciadas del precio.
Los buenos resultados obtenidos por Pemex en años recientes se deben a la actual coyuntura que ha permitido que el precio del barril de crudo se dispare hasta los 78 dólares. Sin embargo, el mercado es en extremo volátil y no existe garantía de que las cotizaciones altas se mantengan. Ante este panorama, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) anunció recientemente una reducción en la producción de 1.2 millones de barriles diarios para estabilizar los volátiles precios del crudo. A pesar de esta medida, la cotización sufrió la caída más pronunciada desde noviembre de 2005.
Para colmo de males, el régimen de Vicente Fox ha desaprovechado esta época de vacas gordas al usar gran parte de los ingresos excedentes para cubrir el gasto de los estados y del gobierno federal, dejando de lado aspectos como el mantenimiento de la infraestructura petrolera, que se está cayendo a pedazos, literalmente.
El incendio del buque tanque Quetzalcóatl, el martes pasado, ilustra perfectamente los malos manejos dentro de la paraestatal. Resulta que, para ahorrarse unos pesos, se contrató a un empresa inhabilitada, con fatales consecuencias: siete personas murieron en la explosión del barco.
Este abandono recuerda el que sufrieron en su momento otras empresas de la nación, como Telmex, carreteras nacionales de cuota, líneas aéreas y un largo etcétera, buenos negocios que se echaron a perder por irresponsabilidad, dolo o ineptitud. Estas empresas, una vez en quiebra, se malbarataron, convirtiéndose tiempo después en negocios altamente productivos para sus nuevos dueños.
Ante el abandono al que ha sido expuesto Pemex, y ante las exigencias del gobierno federal y de la cúpula empresarial mexicana para que la paraestatal se abra a la inversión privada, parece sólo cuestión de tiempo para que corra la misma suerte de otras compañías privatizadas.
Pemex es un bien de la nación y, en este sentido, es necesario hacer un frente común para evitar su privatización, venta, desmembramiento o cesión. Al mismo tiempo, es urgente buscar mecanismos acabar con el derroche y las malas inversiones.