Ciudad Perdida
Alharaca por la cancelación del desfile
Sólo un argumento obligó a tomar la decisión
La cobardía de Fox para enfrentar el repudio popular
¿Para qué tanto salto? ¿Para qué tanta explicación tonta y ociosa por la decisión de cancelar el desfile con el que se conmemora la Revolución Mexicana en el Zócalo del Distrito Federal, si no existe más que un argumento?
La muestra más clara del fracaso de un gobierno es, sin duda, el repudio que muestran los gobernados hacia el gobernante, y el miedo o la cobardía de éste para enfrentarlos.
Vicente Fox decidió no dar la cara a la gente y cambió el acto popular destinado a no olvidar que este México alguna vez decidió rebelarse contra la injusticia y el mal gobierno, para refugiarse entre las paredes de Los Pinos y desde allí lanzar un discurso de algo que, todos sabemos, no respeta pero además ignora.
No valen, a la luz de los hechos, ninguno de los argumentos que durante todo el día de ayer se dieron, ¡claro!, por radio y televisión, para tratar de desviar la razón obvia de la determinación: el miedo al repudio generalizado, el temor a la silbatina, el terror a mirar de frente su fracaso.
Las razones falsas, y por ello vanas, que pretenden disimular la cobardía se pierden en las demostraciones constantes de la población, que rechaza, cada vez con mayor fuerza, los dichos y los hechos de Fox durante este larguísimo sexenio, pleno de incoherencias e injusticias.
Entonces que nos vengan con que las democracias no necesitan de los símbolos que señalan hechos históricos, hubiera sido más creíble advertir que a la derecha le molesta sobremanera saber del juicio del pueblo por sus actos.
Sería más convincente, por cínico, dejar en claro que los símbolos que hablan de un México de mexicanos, les son adversos. Que mutilar los símbolos, como ocurrió con el águila, les causa el placer enfermizo de destruir, aunque sólo sea así, la idea de patria.
Fox se esconde de la gente, se oculta tras las paredes de la casa donde ha fraguado, afortunadamente sin mayor éxito, desde la venta de los bienes del país, el desafuero con que pretendió anular la participación de Andrés Manuel López Obrador en la carrera presidencial, hasta el fraude con el que supone podrá imponer a Felipe Calderón como el sucesor de la hegemonía neoliberal.
Fox es el Partido Acción Nacional, el Partido Acción Nacional es Felipe Calderón y ese es el comportamiento con el que se pretende gobernar a México.
Hoy más que nunca México requiere de realidades ajustadas a sus urgencias y no gobernantes medrosos que buscan discursos y escondrijos para evitar el contacto con la gente que les reclama justicia.
El próximo día 20, en la plaza mayor de México, el Zócalo, pobladores de todo el país ratificarán su decisión de hacer de López Obrador el presidente legítimo de México, y eso parece explicarlo todo.
Hay un político que corre a esconderse por temor al rechazo, al repudio, y hay otro que subirá a un templete para mirar de frente a los mexicanos. Sí, hay diferencias, y sí, hoy el lobo tiene sus motivos para esconderse.
Justicia o venganza
En horas de la tarde de ayer, Porfirio Barbosa, quien fuera el hombre de las confianzas de Cuauhtémoc Cárdenas en la Oficialía Mayor del gobierno de la ciudad, fue detenido en Michoacán acusado de desviar fondos, en un lío que tiene que ver con la compra-venta de vales de despensa en las tiendas del ISSSTE, pero donde también se involucra al Metro y a servidores de la institución de los trabajadores.
El asunto suena raro, no sólo por el tiempo que ha pasado desde que Cárdenas dejó la jefatura de Gobierno, aunque todo indica que la denuncia fue presentada en 2003, sino porque a Barbosa ya se le había tratado de involucrar en asuntos sucios desde 2002, cuando se le ligó con el supuesto cochinito que hacía Rosario Robles. Ojalá éste no sea otro asunto ahumado o se lea como cuestión de venganzas, porque hay quien dice que no hace mucho Barbosa dejó de militar en el cuauhtemismo. ¿Será?