A la mitad del foro
Sórdida realidad de las miserias cotidianas
Ampliar la imagen Bush despide a su amigo Vicente Fox con la construcción de un nuevo muro FOTOAp
En Monterrey, en el norte industrioso y entre los notables integrantes de los grupos que comparten el nombre de la capital de Nuevo León, Vicente Fox revivió "la pareja presidencial, aunque a algunos les duela". Antes había clausurado el encuentro nacional de la patronal en Yucatán, ante el gobernador Patricio Patrón Laviada, restaurador de la casta divina y las imágenes de ancianos mayas que besan la generosa mano del "señor gobernador".
De fiesta, pues. Satisfecho con los logros sexenales de su "maravilloso trabajo". Orgulloso de las encuestas que reflejan una popularidad evocadora de los portentos atribuidos a los reyes taumaturgos. "Es un buen hombre", dice la vox populi. "Es muy simpático", acotan las analistas de moda ante el repaso de los horrores de la barbarie irracional en Oaxaca y el resto de la geografía nacional; del sur marginado y pobre al norte rico y encumbrado: combate de clases y la implacable guerra declarada por el crimen organizado. Gira de despedida: "mi gobierno termina el 30 de noviembre, dando gracias... a la Virgen de Guadalupe." Empezó convocando a una "revolución como la Cristera". Y procedió al impune desmantelamiento del Estado moderno mexicano.
El buen hombre decía que su gobierno era de centroizquierda. Con el escapulario bajo la camisa abierta, rinde pleitesía retórica a la división de poderes y desdeña al Congreso de la Unión desde el momento mismo en que acudió a protestar cumplir y hacer cumplir la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos. Sacó al PRI de Los Pinos y de inmediato sacó de ahí el retrato de Benito Juárez. Ya Ernesto Zedillo había cancelado la conmemoración oficial del 1º de mayo. No pudieron repetir el milagro del franquismo que celebraba el Día de San José Obrero en lugar del Día del Trabajo en memoria de los mártires de Chicago. Pero lograron celebrar la canonización de los mártires de la Cristiada en el Zócalo de la capital de la República. ¡Alabado sea el Señor! Nada pasó durante todo el siglo XX, afirma el Macabeo abajeño. Y en su larga despedida, cancela la conmemoración del 20 de noviembre.
Su vocero cumple el lamentable deber de banalizar el agravio. Reduce la Revolución Mexicana a lo que llama pobre "rito" de un desfile deportivo que, según el heraldo de la reacción, debieron hacer que desapareciera hace cinco años. Pedestres contrapartes de Alonso Quijano, el mucho dormir y el poco leer no les deja seso ni para recurrir a "la tradición oral, antigua madre de las leyendas y los mitos". A pesar de que se aferran a la de María de Guadalupe y contribuyeron al de la encarnación de Juan Diego. Se va el buen hombre, pero nos deja el jardín de las delicias en el que nada crece, en el que se multiplica la miseria, en el que se impone la barbarie irracional y no imperan la ley y el orden.
Adiós, señor Fox. Su amigo y socio, George W. Bush, lo despide con la construcción del muro fronterizo; muro de las lamentaciones del pobrediablismo que desechó la memoria histórica para postrarse ante el jefe de los neoconservadores que propone imponer la democracia con ejércitos de ocupación; que niega los derechos individuales a sus propios conciudadanos; que se ha erigido en juez inapelable para encarcelar y torturar a cualquier habitante de la Tierra: para alcanzar la victoria en la guerra sin fin contra el terrorismo. Defender sus fronteras es su derecho y está en su naturaleza. En la hora 11, Vicente Fox y su remedo de canciller condenan la erección del muro; lamentan que para Washington sea más importante lo electoral que la sociedad con quien esperaba obtener the whole enchilada, gracias a la legitimidad democrática del proceso electoral de 2000. Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez?
Pero es un buen hombre y venía gozoso del convivio en Monterrey. Se atravesó la sórdida realidad de las miserias cotidianas y el señor Fox se vio en la penosa necesidad de cancelar su viaje de descanso al rancho San Cristóbal Potemkin. Reunión de medianoche en Los Pinos, de seguridad pública, o de seguridad nacional, porque la terca realidad y la violencia que ha ensangrentado al país trocaron la confusión inicial en fusión trágica. Para resolver este enigma habría que recuperar el primer encuentro de Diódoro Carrasco con Vicente Fox: en Bucareli, cuando el de Guanajuato era presidente electo y el de Oaxaca no imaginaba que llegaría a legislador en las filas del PAN.
En Gobernación, la enésima negociación del señor Abascal con líderes de la sección 22 para afinar el retorno a las aulas. En Oaxaca, la fiesta de las balas. Cuatro muertos en el choque armado. Ahora no tendría que decir el líder al que dejaron atrás los radicales aquella cínica frase: "si no hay cadáveres, es que no hay muertos". Los hay, entre ellos un periodista, camarógrafo, reportero de documentales, ciudadano de Estados Unidos. Y del encuentro nocturno en Los Pinos salió el comunicado 387, fechado ayer sábado 28 de octubre de 2006. Y dice: "En respuesta a los acontecimientos ocurridos el día de ayer en la ciudad de Oaxaca, los cuales atentan contra el orden y la paz de los ciudadanos del lugar, el Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, ordenó la movilización de fuerzas federales a esa ciudad. Estos cuerpos se irán concentrando en la capital del estado en el transcurso del día de hoy".
Meses antes del viernes violento solicitaron el Congreso de Oaxaca y el gobernador Ulises Ruiz el auxilio de la policía federal. Todavía el viernes endurecía el gesto el senador Santiago Creel para decir que el gobernador Ulises Ruiz debería solicitar licencia al cargo. Quienes se aferran al derecho natural, quienes creen posible exorcizar la Revolución y diluir el proceso histórico para restablecer religión y fueros, recitan loas a la república democrática, representativa y federal, pero alientan ánimos de centralismo autoritario con el uso del mismo eufemismo aplicado por los del priato tardío: "razones políticas".
Para no traer a cuento a nuestros radicales de la Reforma y la Revolución, recurro a Marc Bloch, cito de su obra Métier d`historien: "La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado". Pero arde el país. Y añadiría Marc Bloch que también es cierto que se necesita "comprender el pasado a través del presente". Tal vez por eso, con la lumbre en los aparejos, Felipe Calderón declara desde Canadá que durante su mandato, la del 20 de noviembre será "una fecha que se conmemorará con todos los honores de un acto republicano tan significativo como lo es el aniversario de la Revolución Mexicana".
Ni modo ni manera, dijo Pánfilo Natera. Ahí está la obra de Friedrich Katz para que a los del infantilismo marxista no les dé viruela en la vejez democratizante y repitan que la Revolución ya había desaparecido hace tiempo y quedaba apenas el desfile de burócratas panzones. ¡Lástima! Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de la coalición que hoy es frente amplio, designado por su convención nacional, escogió el 20 de noviembre para volver al Zócalo y rendir protesta.
Tan contento que estaba el señor Fox en las fiestas de la casta divina, y se atraviesa la sórdida realidad de las miserias cotidianas. Muros, tiroteos y muertos. "La revolución es la revolución", sentenció Luis Cabrera.