Símbolos
Parece evidente que el gobierno del presidente Vicente Fox pasará a la historia por sus acciones políticas, de evidente significado en contra de lo que ha sido el ideario de la Revolución Mexicana. Suponiendo, dicho sea de paso, que haya existido una verdadera revolución y no una simple -aunque no tan simple- lucha por el poder.
Su primer gesto fue partir por la mitad el águila de nuestro escudo nacional. En ello se podrían encontrar muchos significados, pero ninguno positivo. Fue un poco dividir al país en dos, tal vez para poner de manifiesto la indudable separación entre las clases económicamente poderosas y la clase que, de acuerdo con las estadísticas, vive en la miseria; con diferentes grados, por supuesto.
Ahora ha suprimido la celebración del 20 de noviembre. Independientemente de que el desfile ya formaba parte de nuestra identidad, se ha dicho que Fox no quiere enfrentar, con su presencia en un balcón del Palacio Nacional, las manifestaciones que sin duda provendrían del verdadero dueño del Zócalo, Andrés Manuel López Obrador. Sin olvidar el probable millón de seguidores que volverían a manifestar su inconformidad.
Pero hay otra expresión muy preocupante de los giros de la política nacional. Me temo que ha pasado inadvertida porque los hechos que conmemora son muy antiguos y probablemente menos significativos o, quizá, expresión de una antigua admiración de los mexicanos, inconcebible en sus tiempos, por la Alemania nazi.
No estoy escribiendo en clave. El hecho, simple y sencillo, es que la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, desde hace algún tiempo, que me supongo coincide con el mando de Francisco Javier Salazar, en su papelería, al lado del famoso lema que introdujo Carlos María Abascal, "Por una cultura laboral", aparece el diseño de una cruz gamada, la famosa suástica del nazismo. Claro está que en cada una de las puntas de la cruz se agregan dos mínimas bolitas, que lo único que logran es hacer más fea la simbolización. Porque más allá de su significado histórico, la suástica tenía cierta belleza estética.
Recordemos que la nueva cultura laboral fue producto de un encuentro entre Carlos María Abascal, entonces presidente de la Confederción Patronal de la República Mexicana, y Fidel Velázquez, eterno dirigente de la Confederación de Trabajadores de México. Su texto, aparentemente inocuo, plantea en lo esencial el rechazo a la lucha de clases que debe ser sustituida por su armonía, un ideario que ciertamente tropieza en nuestro país con el sentido social del artículo 123, más o menos reflejado en la Ley Federal del Trabajo. El famoso y frustrado proyecto de reforma a dicha ley que suscribió Abascal, aunque no haya querido que su nombre aparezca asociado a ese proyecto, reflejaba sin la menor duda la filosofía de la nueva cultura laboral.
La cruz gamada representa muchas cosas. Desde luego, en la historia, una época negra en la que el fascismo quiso imponerse en el mundo y estuvo a punto de lograrlo. Después de 1945, derrotadas Alemania e Italia, muertos Hitler y Mussolini, arraigó en la península ibérica, donde gobernaron con mano de hierro Oliveira Salazar en Portugal y Franco en España. Por lo visto nuestros actuales funcionarios laborales sueñan con aquellos sueños.
La cruz gamada, ya símbolo de nuestras autoridades laborales, es la expresión de la crueldad infinita. Los bombardeos sobre ciudades abiertas: en España: Gernika y Barcelona; los campos de concentración en toda Europa; el proyecto de exterminio de la raza judía, y muchas cosas más, se convierten ahora en el ideario laboral de país.
¿Un éxito, hasta ahora discreto, del famoso Yunque? Puede ser, pero de lo que no hay duda es de que las autoridades actuales, que presuntamente se repetirán en el siguiente régimen, han sido capaces de eliminar nuestro escudo nacional, el aniversario de la Revolución y ahora se identifican con la barbarie del nazismo.
Las perspectivas no son, precisamente, optimistas.