Además de techo y comida, les brinda ayuda sicológica para superar adicciones
En Tepito una fundación apoya a niños y jóvenes en situación de calle
Con respaldo de la UNESCO, en Renacimiento también aprenden diversos oficios
Ampliar la imagen Imagen de archivo de niños en situación de calle que viven en las coladeras Foto: Duilio Rodríguez
Un viejo edificio del siglo XVI, ubicado en el barrio de Tepito, es el hogar de poco más de 50 niños y jóvenes en situación de calle. Es la sede de la Fundación Renacimiento, que no sólo les proporciona techo y comida, sino también tratamiento médico y sicológico, para ayudarlos a dejar las drogas, continuar sus estudios, aprender un oficio y para que practiquen un deporte, con el objetivo de que se integren a la sociedad.
En los 13 años de vida de esa institución de asistencia privada, 60 jóvenes -15 de los cuales ya viven de manera independiente- han logrado la meta: superaron su problema de adicción, tienen un empleo fijo o han aprendido el oficio de carpintería, herrería o electricidad. Es el caso de Miguel Angel, Jessica, Sara, Marcelino, Temo, Juan y nueve jóvenes más que se graduaron este año y hoy buscan mejores expectativas de vida.
Cada uno tiene su historia particular, pero al mismo tiempo con grandes coincidencias: la mayoría abandonó su casa por los golpes y el maltrato de sus padres, tienen gran necesidad de afecto y luchan por superar sus problemas y acceder a mejores oportunidades.
Miguel Angel habla tres idiomas además del español: alemán, francés e inglés, los cuales aprendió de manera autodidacta, y ahora trabaja en una empresa trasnacional. Jessica terminó la secundaria, trabaja de recepcionista en unos laboratorios médicos y quiere superarse para sacar adelante a su pequeño hijo. Sara, desde muy pequeña escapó de su casa en Durango, y en la ciudad de México, gracias a la fundación cursa la preparatoria y trabaja en una cadena de cines.
El director fundador de esta institución, José Vallejo López, explica que desde 1993 trabaja en este proceso de rehabilitación, el cual dura entre cinco y ocho años, según el caso. De todos los menores que han estado en este lugar, sólo uno volvió a la calle y dos se encuentran presos. Suman ya cinco generaciones de egresados, hombres y mujeres que en su momento acudieron a la fundación en busca de ayuda.
En la Fundación Renacimiento se les ofrece un lugar dónde dormir y alimentarse, así como la posibilidad de continuar estudiando y aprender los oficios de carpintería, herrería y electricidad.
El primer paso en este proceso es invitar a los niños en situación de calle a conocer la institución. En recorridos realizados por quienes ya llevan tiempo en la fundación, así como voluntarios extranjeros -sobre todo europeos, que llegan a México atraídos por el proyecto, señala Vallejo-, se les lleva comida y se les habla de los beneficios que ofrece Renacimiento. Cuando llegan se les realiza un examen médico y se hace un análisis de la situación del menor, para saber por qué vive en la calle, y si consume drogas, para iniciar su proceso de rehabilitación.
Para ayudar a los niños y jóvenes con problemas de adicción, explica José Vallejo, se ha implementado una terapia, denominada Pica y plática, que tiene el objetivo de apoyarlos para superar ese problema, en el cual, con el respaldo de sicólogos, los jóvenes que han logrado dejar el consumo de estupefacientes cuentan su experiencia a quienes se encuentran atrapados en ese vicio.
En la institución, además hay médicos y enfermeras, lo cual es de suma importancia, si se toma en cuenta que a Renacimiento llegan inclusive adolescentes en avanzado estado de gravidez.
Uno de los proyectos que tienen en marcha es la comercialización de pan orgánico, que los mismos jóvenes elaboran en la pequeña panadería que funciona en una área del edificio; además, se prevé la instalación de una lavandería.
Sistema de puertas abiertas
El director de la fundación explica que el edificio que ocupan, en el callejón de Ecuador, es prestado por el Gobierno del Distrito Federal, y en él se atiende a niños y jóvenes de entre ocho y 20 años en un sistema de puertas abiertas; es decir, "no se les obliga a estar aquí".
En promedio, para la atención de cada uno de ellos se gastan 2 mil 800 pesos mensuales. Los recursos provienen de donativos de organismos como la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), que entregó a la fundación 300 mil pesos para la remodelación de los talleres.