"No acabará su renombre"
La ciudad y la literatura, es el título del número más reciente de la revista A pie, crónicas de la ciudad de México, que editan trimestralmente el Consejo de la Crónica y la Secretaría de Cultura. Las primeras palabras evocan esa célebre frase de Chimalpain que dice "Esta será nuestra fama: en tanto que dure el mundo, no acabará su gloria, no tendrá fin el renombre de México Tenochtitlan", misma que encabeza la crónica que constituye una auténtica sinfonía, compuesta por fragmentos de la poesía náhuatl, que seleccionó y prologó para A pie Miguel León Portilla, en la que en cuatro tiempos habla de los presagios, la gloria y caída de la urbe azteca.
Este es el inicio de un número en el que colaboran varios de los mejores escritores y cronistas que han hecho de la ciudad el tema en gran parte de sus obras y que aquí nos llevan por un recorrido que comienza en México-Tenochtitlan, con el artículo citado, y de la misma época, Eduardo Matos escribe La ciudad y la antigua palabra, la palabra entre los nahuas.
En un brinco por el tiempo, Andrés Henestrosa, que este año cumple 100, nos da un melancólico paseo por la colonia de los Doctores. Otro amante de la ciudad, Vicente Quirarte, nos explica nuestro ser capitalino, en la ilustrativa crónica sobre el linaje del "citámbulo". El cronista de cronistas Carlos Monsiváis pinta a los mexicanos del siglo XXI con una agudeza, gracia y talento inigualables; aparecen en la crónica "las nuevas especies": el cadenero, el guarura coreográfico, el stripper, la taibolera y el franelero, entre otros personajes capitalinos que reviven a "los mexicanos pintados por sí mismos" del siglo XIX.
Un parque de la colonia Nápoles cobra vida en la crónica de Adán Cruz, que se une a la que nos brinda Agustín Sánchez González en Luna garapiñada en el Zócalo. En la sección de Tradición Oral, Edgar Tavares comparte testimonios de los viejos habitantes de los barrios, pueblos y colonias más antiguos de la ciudad. Clementina Díaz y de Ovando, la notable historiadora y cronista de la UNAM, escribe una crónica deliciosa sobre el café de La Concordia, que a principios del siglo XX, en su elegante sede de avenida Plateros y San José del Real (hoy Francisco I. Madero e Isabel la Católica) congregaba a "los "dandys, gomosos, lagartijos, elegantes caballeros, acaudaladas damas, modistillas y cocottes".
Gonzalo Celorio, quien ha dado vida perenne a varias de las cantinas de más tradición del Centro Histórico en su novela Y retiemble en sus centros la Tierra y que ahora festeja la reciente publicación de Las tres lindas cubanas, recuerda al historiador Edmundo O'Gorman. Por su parte, Guillermo Samperio nos brinda un sabroso recorrido por la ciudad, en las plumas de autores como Artemio del Valle-Arizpe, Salvador Novo, Alfonso Reyes, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes, y como el tema es inacabable, Phillipe Laprune presenta un poema de Phillipe Sopault que nos da la visión amorosa de un extranjero sobre la ciudad decimonónica.
El número cierra con la sabrosa narración de Bernardo Bátiz, quien además de ser procurador capitalino es un consumado cronista, como lo podemos apreciar en su escrito sobre el mural de Ramón Alba de la Canal, que luce uno de los muros de San Ildefonso, lo que da pie a una serie de deleitosas reminiscencias acerca de la Preparatoria Uno en los años cincuenta del recién concluido siglo XX.
Como es usual, la imagen gráfica es notable, con la rica combinación de reproducciones de códices, mapas, fotos y postales antiguas, con coloridas ilustraciones y fotografías actuales de talentosos artistas jóvenes. Todo luce maravillosamente gracias a la magnífica impresión de Offset Rebosan, que es miembro de la Unión de Litógrafos, que auspician generosamente la publicación de A pie. La revista se puede encontrar en Sanborns, Gandhi, Educal, Madero y demás buena librerías, y además en la sede del Consejo de la Crónica, situada en Venustiano Carranza 2, esquina San Juan de Letrán, en su hermosa capilla del siglo XVIII.
Y ahora al festejo gastronómico; nada mejor que el recién reabierto Bar Alfonso, situado en la calle de Motolinia 18 esquina 5 de Mayo. Después de varios años cerrado, este sitio de gran tradición recobra vida por el entusiasmo de la hermosa Valerie Miranda, quien vive en el Centro Histórico con su esposo Leo. Además de la sabrosa botana que ofrecen diariamente para acompañar el copetín y el dominó, tiene una suculenta carta que diseña con el cheff oaxaqueño Hilario Gallardo. Unas sugerencias: garras de león en aguachile (no se alarme, es callo de almeja), camarones empanizados con amaranto, en salsa de tamarindo, o las codornices a la parrilla. De postre, el mousse de café.