Triunfan Ismael Rodríguez y Uriel Moreno en Tlaxcala
Arrancó el sábado la Feria de Tlaxcala, organizada por la empresa Renovación Taurina 2006 y apoyada por los ganaderos de aquella entidad, que integran una sólida unidad regional y saben hacer y dar fiesta, no sólo promoviendo el espectáculo y cuidando los encastes para preservar la bravura distintiva de sus reses sino, también, por supuesto, estimulando a los jóvenes valores locales en la dificilísima tarea de cuajar como artistas, que sólo consigue a plenitud uno de cada 10 mil.
Por desgracia, en la corrida inicial fue herido, no de gravedad pero sí muy dolorosamente, el diestro de León, Ismael Rodríguez, quien después de arrimarse a su primer enemigo sin pena ni gloria, y de matarlo bien para retirarse al callejón en silencio, salió hecho un jabato para fajarse en un ceñido quite por gaoneras con su segundo, al que después saludó con la muleta de rodillas sobre la arena, trance en el que, descubierto por el viento a la mitad del viaje, el toro se desinteresó de la franela para cogerlo a él, arrojarlo por los aires y seguir golpeándolo con todo cuando volvió al suelo.
Fue una paliza brutal y su cuadrilla lo condujo de inmediato a la enfermería, de donde logró escaparse y salir caminando de milagro, pues según revelarían los rayos X más tarde llevaba una "cornada en la vértebra lumbar con fractura en la apófisis lumbar lámina L4 y luxación en el brazo derecho", lo que no le impidió retomar la muleta y pegar una tanda de manoletinas sin ocultar en el rostro los pucheros que le dibujaba el dolor, y comprendiendo que no podía hacer más entró a matar entregando el pecho y vio doblar a su enemigo mientras los pañuelos y el juez lo premiaban con una oreja.
Pero el que se llevó la tarde, sin duda alguna, fue Uriel Moreno, El Zapata, que le cortó un apéndice a cada uno de sus dos toros, que no lo ayudaron en absoluto. Al comprender la clase de problemas que tenía enfrente echó mano de todos sus recursos, girando en dramáticos molinetes de rodillas, lanceando de capa con las manos caídas aguantando derrotes, adornándose en banderillas al realizar muy bien el par de calafia, y al final de todas las cuentas matando de sendos estoconazos en todo lo alto.
En ambos casos, como ya está dicho, paseó el redondel devolviendo sombreros con una peluda en la mano, y fue tan honda su conexión con la gente que ésta lo sacó en hombres al término de la función, sin escatimar palmas y elogiosos comentarios para Arturo Macías, quien por su parte se la rifó ante su primer enemigo, enervando a los tendidos con un pase de su invención que se parece a la manoletina pero con la cara derecha de la muleta, y que le fue coreado y aplaudido entre gritos de "¡torero!".
Fue una lástima que haya matado mal y que haya perdido el tino con la espada corta, cosechando dos avisos, pero lo más desafortunado fue que su segundo y último de la tarde resultara un manso perdido al que no le quedó más remedio que despacharlo. Por la mañana hubo "pamplonada", con una corretiza por las calles del centro de la ciudad y, después, el tequila y la barbacoa constituyeron el más agradable de los preámbulos al paseíllo.