Los desaciertos políticos del cardenal Rivera
El cardenal Norberto Rivera volvió a equivocar su vaticinio electoral si en 2000 apoyó la candidatura de Labastida Ochoa, ahora, en 2006, pensó que Andrés Manuel triunfaría por amplio margen. El domingo 27 de agosto, muy cercanos los hechos de la irrupción de perredistas a la catedral, ante la pregunta sobre su relación con Vicente Fox, el cardenal tuvo un lapsus: "Sí, cómo no. Su servidor lo que más ha sentido es que llevando una buena relación, una verdadera amistad con el señor López Obrador, nos mande todos estos disturbios. Yo creo que si se lo hiciera a otra persona pasaría, pero que se lo haga a un amigo es muy grave". Aquí asoció a Fox, acaso por su investidura presidencial, con López Obrador, y luego lamentó el distanciamiento de dos amigos. Quizá el cardenal fue sorprendido por los conteos electorales.
El padre Valdemar, vocero de la arquidiócesis primada de México, cuestiona mi afirmación, pidiedo pruebas, de que la actuación del prelado fue "ambigua, pues por una parte se proclamaba neutral y por otra realizaba actos (así en plural) a favor de Felipe Calderón". Seguro que el padre se siente confiado, pues la apuesta inicial del cardenal se inclinó hacia su "amigo" Andrés Manuel, a quien como jefe de Gobierno conoció bien, lo apoyó frente al proceso de desafuero y acordó postergar la aprobación de la ley de sociedades de convivencia. Sin embargo, cuando los resultados se inclinaban hacia Calderón, se precipita y busca un acercamiento forzado con el entonces eventual triunfador, acto calificado de "cargada clerical". Desde antes de que el IFE validara los resultados del PREP, el cardenal llama a la sociedad a no precipitarse para declarar un vencedor, pero, al mismo tiempo, propicia en su calidad de presidente del Consejo Interreligioso de México un encuentro urgente, el 18 de julio, con un Calderón ávido de reconocimiento y legitimidad. Las imágenes en prensa fueron elocuentes: se veía al cardenal en actitud más que condescendiente frente a un ganador radiante. En su columna Plaza Pública, Miguel Angel Granados Chapa afirmó que le salió el tiro por la culata, ya que "se puso en aprietos a los integrantes de ese cuerpo, a los que se indujo a figurar como parte de una representación, una puesta en escena en el mejor de los casos inoportuna". Aun Coparmex pedía a Calderón evitar triunfalismos, y los integrantes del colectivo observatorio eclesial cuestionaron el encuentro, pues contribuía a la incertidumbre y podía abonar a un clima de violencia (La Jornada, 21/7/06). Hubo preocupación en miembros del clero, como evidenciaron las declaraciones de monseñor Alvarado, que quisieron minimizar el hecho. Para sorpresa de muchos, en los comunicados siguientes de la CEM, que abogaban por unidad, paz y respeto a las instituciones, se incorporaron las firmas de los dos cardenales; quizá para meterlos en cintura y comprometerlos con las directrices trazadas. No está por demás recordar los exabruptos poselectorales de Sandoval Iñiguez contra AMLO.
Habrá que distinguir que el apoyo del cardenal Rivera se centraba más en la persona de López Obrador que en la plataforma política que lo sustentaba; recordemos que en la supuesta "tregua navideña", Rivera salió en defensa de Onésimo Cepeda cuando se enfrentó al PRD. El obispo de Ecatepec fue en extremo imprudente al calificar de "estupidez" las críticas de AMLO contra el IFE. En esa ocasión el cardenal rechazó a la "izquierda violenta", sentenciando: "El pueblo de México ya no quiere transitar por ese camino, por lo tanto, rechaza a esos políticos que pretenden llegar a toda costa al poder" (La Crónica de Hoy, 19/12/05). Inmediatamente el partido responde con un comunicado señalando que: "sin duda hay vocaciones frustradas en el país. Un par de casos emblemáticos son el de Carlos Abascal y Norberto Rivera. El primero debería ser cardenal y el segundo secretario de Gobernación, pero, ni modo, no fue así" (El Universal, 20/12/05). La respuesta del cardenal primado fue despreocupada, y sonriente expresó a los reporteros: "A mí eso no me afecta, peor para ellos que andan buscando enemigos". Además, ha malabareado en sus homilías con la idea sembrada por Enrique Krauze del mesías tropical, cuestionado a los "falsos profetas", y en la del 11 de diciembre de 2005 criticó a quienes esperan "mesías políticos" para que lleguen a solucionar sus vidas, por lo que instó a buscar al mesías auténtico y "no se confundan con ningún otro por atractivo que parezca" (Notimex). Concluido el proceso electoral aludió a López Obrador, ahora como "mesías doloroso", y llamó a todos los mexicanos a reconocer al presidente electo de México y trabajar junto con él (El Universal, 18/9/06). Rivera se entrevistó con todos los candidatos, exceptuando a Patricia Mercado. Así que, más que neutral, su actuación en el proceso electoral fue errática.
Varias lecciones se derivan de la precipitación en que caen los prelados al hacer apuestas políticas de corto y mediano plazos. La Iglesia católica es una institución religiosa, sus acciones y posturas encuentran fundamentación en los valores que detenta. Sus cálculos y decisiones deberían estar más allá de la temporalidad y de la justificación de acomodos terrenos. La trascendencia de cualquier iglesia depende de su posicionamiento con la sociedad, no sólo con el poder temporal, y ésta es una tentación permanente de muchos prelados mexicanos; felizmente la institución católica no es ni unitaria ni monolítica.
A propósito de Oaxaca y la toma que hizo la PFP de la capital, acción que Rivera calificó de "decisión muy atinada", recuerdo que en 1998, en el marco de evaluación a 30 años del 68, Rivera cuestionó a Gustavo Díaz Ordaz: "tomó una decisión equivocada en un momento difícil. Quiso reprimir la violencia con más violencia''.
Hablar en el nombre de Dios, como hizo el secretario de Gobernación en la Cámara, tiene sus riesgos. Aquí no sólo es el cálculo político para intervenir y posicionarse como actor, sino la congruencia.