ANTROBIOTICA
Collige, virgo: vegetales eróticos
Ampliar la imagen Detalle de Naturaleza muerta con frutas, de Caravaggio
I
AL PRINCIPIO DEL siglo XVII, un buen poeta, que no quiso que su nombre perdurara, escribió este soneto y lo hizo circular entre la banda cachonda (o sea, medio mundo):
Tú, rabano piadoso, en este día
visopija serás en mi trabajo;
serás lugarteniente de un carajo,
mi marido serás, legumbre mía.
Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre me pedía.
Ya entraste, mas las hojas quedan fuera.
Pues ¿qué han hecho las hojas a mi papo,
que no han de entrar, si es él el que lo pierde? Las hojas entren, y ojalá viniera
el ramal de fray Lucas, de solapo,
y diérase mi coño un gentil verde.
("EL QUE PUDRE", dice Quevedo, llaman "al marido muerto". Y darse un verde, además del obvio juego de palabras, es "holgarse en banquetes y placeres".)
II
PERO TAMBIEN EN pintura comer es coger, y los vegetales son penes erectos, vaginas, anos, tetas; higos, duraznos, melones, pomelos, calabazas, nabos nos miran en plan calenturiento desde óleos y frescos del tiempo -por decir uno; en realidad el asunto es una línea que recorre muchos siglos, tal vez todos- que arranca con Rafael, nacido en 1483, y termina, más o menos, con Caravaggio, quien murió en 1610. La fijación estaba en el aire: el buen Poggio Brancchiolini, en 1450, había reunido en su Facetiae los mejores chistes de su tiempo, muchos puerquísimos, algunos protagonizados por vegetales, y en el volumen III de su Phytognomica el dizque científico Giambattista della Porta ponderaba, con dibujitos y toda la cosa, la similitud de órganos humanos con ciertas especies botánicas. (En la doctrina de las signaturas herbalistas y estudiosos buscan señales, correspondencias, signatura rerum, entre las criaturas de Dios: rasgos que confirmen la eficacia de Su Creación.) Cosa sencilla, cosa natural, que del hipererotizado circulito de Rafael salieran las primeras naturalezas muertas calenturientas: entre las guirnaldas de flores y frutas que enmarcan los frescos clasiquísimos de Rafael en la Loggia di Psyche en Villa Chigi, Giovanni da Udine logró colar, con ingenio eréctil, dice el biógrafo Vasari, "sobre la imagen voladora de Mercurio, un Príapo de calabaza con dos berenjenas por testículos; al lado pintó un racimo de higos, uno de los cuales, madurísimo y abierto, recibe la penetración de la calabaza... Pero ¿a qué seguir?" Vasari está molesto: cuando escribió sus Vite de'più eccellenti pittori, scultori e architetti, ya los detallitos así eran lugar común hasta en espacios sacros: por ejemplo, la Sala Paulina del Castel Sant'Angelo, que decoró Perino del Vaga, otro estudiante de Rafael. En el Véneto, Niccolò Frangipane, seguidor de Tiziano, se especializó en la pintura con comentario alburero: hay que ver el sátiro de su Alegoría de otoño, que con la izquierda masturba un meloncito que se abre deliciosamente y con la derecha le calcula la majestad a algo que parece una morcilla... Vincenzo Campi, de Cremona, agregó pescados y caza a la erótica mezcla, pero no le bajó en nada a la obviedad de las alusiones...
PERO LA OBRA maestra del bodegón cachondo es la Naturaleza muerta con frutas, de Caravaggio: dramática, significativa, oculta, agresiva: la componen melones, pomelos, calabazas, higos, ciruelas, peras, sandías, que sugieren tumefacciones sexuales o apertura a la penetración. También hablan de un erotismo ambiguo: las calabazas son penes sin dirección, penes dubitativos en espera de la acción de quien los mira, pero los duraznos de la canasta son nalgas masculinas tan deliciosas como los higos vaginales o el melón vulva que se abre ante nosotros. (Lo masculino de esas nalgas de melocotón no es puro capricho o antojo mío. El querido diccionario de Frolio, A Worlde of Wordes, de 1598, dice que pesca, durazno, es "a young man's bum", el culo de un muchacho, y dare le pesche, "to give one's taile, to consent to buggerie": dar las nalgas, aceptar la sodomía.) La Naturaleza muerta con frutas es la más exquisita madurez que alcanzó el género: a lo demás, que puede parecer pueril, simplemente hay que acercársele con buen humor. Al óleo de Caravaggio hay que acercarse no con solemnidad o reverencia, sino con una erección firme o una humedad temblorosa, dispuestos a que nos disturben nuestros deseos.
III. Ritornello
Caravaggio y Frangipane y el Vaga y Rafael y el Campi y los viejos anónimos y los simbolistas y los modernistas y los surrealistas, todos pensando en la misma cosa: en llenar nuestros orificios con carne o vegetales, en abrir la boca o las piernas, en venirnos afuera o adentro, en que alguien se venga dentro o afuera de nosotros, por siempre jamás y en cualquier lado.