Usted está aquí: lunes 6 de noviembre de 2006 Economía México SA

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Carlos Fernández-Vega
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16 años de cumbres y la región sigue tan pobre

América Latina, con la peor distribución del ingreso e indicadores sociales

Ampliar la imagen Presidentes, vicepresidentes y cancilleres de los países de Iberoamérica, más el primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el rey de España, Juan Carlos (al centro), posan para la foto oficial de la 16 cumbre Iberoamericana celebrada el Montevideo el 4 de noviembre Foto: Reuters

De Guadalajara (la primera) a Montevideo (la más reciente) se han organizado 16 cumbres iberoamericanas, saturadas de discursos, pero con escasos resultados. A lo largo de ellas la constante ha sido "el combate decidido a la pobreza y el impulso (se supone que igual de decidido) al desarrollo".

Tres lustros y un año después de aquella primera intentona, la triste realidad lejos de modificarse ha empeorado: América Latina se mantiene, con tendencia a empeorar, como la región más desigual del planeta, mientras el desarrollo ­en sentido contrario de los discursos­ brilla por su ausencia.

Dieciséis años atrás se llevó a cabo la Primera Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, y la declaración conjunta de los jefes de Estado y de gobierno en ella participantes advertía sobre "la actual desigualdad del sistema económico internacional y sus consecuencias para gran parte de la humanidad que vive en la pobreza". Un año después, en Madrid (segunda cumbre), los mismos abajo firmantes insistían en que "la pobreza crítica puede conducir a la inestabilidad política con las consiguientes repercusiones sobre la economía; en consecuencia, es imperiosa una acción más eficaz para proteger a los sectores menos favorecidos de la población y así contribuir al pleno ejercicio de los derechos humanos".

Para no cansar, dicha frase se repitió desde la tercera (Salvador, Brasil) hasta la décimoquinta (Salamanca, España) Cumbre, y para no variar se volvió a pronunciar el pasado fin de semana en Montevideo, sede de la décimosexta, en la que participó el menor número de jefes de Estado y de gobierno de Iberoamérica desde el inicio de estos faraónicos encuentros.

De siempre, en dichas reuniones se ha subrayado "la alianza contra el hambre y la pobreza", y "la imperiosa necesidad" ­así le llaman­ de combatir la desigualdad regional. Algunos discursos son archivables (la mayoría terminan en el bote de la basura), pero más allá de las piezas oratorias la realidad muestra que en esos 16 años transcurridos el número de pobres en América Latina ha crecido: 225 millones, algo así como 44 por ciento de la población regional.

Discursos y más discursos para una región del planeta, América Latina, que acumula varias décadas perdidas no sólo en materia económica y social, sino en líderes y gobernantes (algunos les llaman así, aunque en realidad les queda mejor el término gerentes).

América Latina arribó a la primera Cumbre Iberoamericana, en 1991, con el sello de la región más desigual del planeta ("la inequitativa distribución del ingreso es su estigma más persistente; el 20 por ciento más pobre de la población de cada país recibe sólo 3 por ciento de los ingresos totales, mientras en el otro extremo el 20 por ciento más rico detenta el 60 por ciento, las mismas proporciones que se tenían a principios de los setentas y que durante una época parecieron superadas"). Asistió a la décima, en 2000, en igual circunstancia ("entre 65 y 75 por ciento de la población regional, según el país, perciben un ingreso per cápita inferior al promedio general") y llegó a la décimoquinta (Salamanca, 2005) sin que la dramática descripción se modificara una sola letra ("es la región del planeta con peor distribución del ingreso e indicadores sociales, lo que se ve agravado porque en algunos países se observa incluso una acentuación de la concentración del ingreso. Por consiguiente, es imperioso el desarrollo de políticas distributivas que apunten a mejorar la capacidad de generación de ingresos de los estratos de menores recursos").

Y llegó la número 16, en Montevideo, en la que los sesudos jefes de Estado y de gobierno concluyeron que "son necesarios acuerdos para impulsar el desarrollo y combatir la pobreza". En 2007, la sede será Santiago de Chile, y adivinen qué van a decir los gerentes regionales.

Aún así, no hay que ser tan estrictos. Una cosa es que la miseria campee en América Latina y otra muy distinta es que no exista riqueza. Por el contrario, ésta abunda, y de ella dan cuenta el selecto grupo de empresarios latinoamericanos que acumulan alrededor de 120 mil millones de dólares en fortunas personales, como el caso de Carlos Slim con 30 mil millones de billetes verdes, 25 por ciento del total atesorado por sus colegas en la región.

Cuando sonaban las fanfarrias en Guadalajara durante la inauguración de la Primera Cumbre Iberoamericana a mediados de 1991, la siempre atenta revista Forbes no incluía a ningún latinoamericano en su sagrada lista de multimillonarios, aunque cierto es que por aquellos tiempos ya tenían lo suyo los mexicanos Carlos Slim, Emilio Azcárraga Milmo y Lorenzo Zambrano; los venezolanos Gustavo Cisneros y Lorenzo Mendoza; los brasileños Roberto Marinho, Aloysio de Andrade Faria y Moise y Joseph Safra; los argentinos Gregorio Pérez Companc y Amalia Lacroze de Fortabat; el colombiano Julio Mario Santo Domingo o el chileno Anacleto Agneli, por citar algunos magnates.

Sin embargo, 16 años, igual número de cumbres iberoamericanas y 225 millones de pobres después, estos personajes ­o sus herederos­ no sólo aparecen en Forbes, sino que lo hacen en lugares destacados (como el propio Slim) con cerca de 120 mil millones de dólares en fortunas conjuntas. Eso sí: en Montevideo los gerentes regionales reafirmaron su compromiso de "impulsar el desarrollo y combatir la pobreza".

Las rebanadas del pastel:

Bien: Saddam Hussein fue condenado a la horca por crímenes contra la humanidad. Entonces, en aras de la justicia, sólo falta sancionar a George W. Bush por la misma causa.

 
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