TUMBANDO CAÑA
¡Sonido!
Mala experiencia con Clarke y Duke
Ampliar la imagen Presentación de Duke y Clarke en el Teatro de la Ciudad Foto: José Antonio López
CUANTAS VECES NO ha pasado que vamos a un concierto y el sonido es terrible, al grado de que los músicos deben parar para que el técnico mejore las condiciones de audio. En muchos casos esto se da porque el técnico local no conoce al grupo, no conoce las condiciones de la sala o simplemente es un chambón improvisado que no sabe manejar adecuadamente la consola. Por eso algunos promotores y empresarios aceptan que los músicos traigan su propio ingeniero y así evitar problemas.
TAL FUE EL caso de Stanley Clarke y George Duke, entre cuyas exigencias para presentarse en el Teatro de la Ciudad estaba incluir dos técnicos de audio (monitores y consola), con el fin de que todo fluyera con corrección y ellos brindaran lo mejor de su arte. Sin embargo, las cosas no funcionaron y en el primero de los tres conciertos, así como en el de la noche siguiente, la sonorización del trabajo de estos figurones del jazz-funk fue un desastre, al grado tal que algunos, evidentemente enfadados, abandonaron la sala.
LOS MUSICOS QUIZA no se percataron de las fallas, dado que la salida en sus monitores era aceptable y les hacía creer que en la sala se escuchaban bien, cuando en realidad ocurría lo contrario. Por ejemplo, el volumen del bajo de Stanley Clarke estaba tan alto y mal ecualizado que tapaba los desarrollos pianísticos de George Duke y hacía vibrar puertas y cristales del teatro, generando un molesto ruido en el escucha.
ASIMISMO, LA BATERIA del loco Ron Bruner, que aun cuando es muy bueno para matizar (destaca su excelente trabajo con los platillos) se imponía sobre el trabajo de todos, incluido al tecladista de apoyo, Phil Davis, quien poco se notaba atrás del escenario, a no ser por su blanca sonrisa.
EL PUBLICO QUE había pagado religiosamente su entrada presenciaba un concierto mermado en soporte técnico, por lo que el coordinador del acto, Raúl de la Rosa, se vio obligado a pedirle al técnico de la consola principal que resolviera el problema. "El sonido está saturado, los monitores en el escenario sobrepasan su nivel y en la sala no se escucha con nitidez lo que los músicos están haciendo", le dijo, pero el técnico de marras hizo caso omiso y, ante la insistencia del promotor, le espetó altanero: "Estoy trabajando para los músicos, no para usted". Y a joderse todo mundo.
LA POLEMICA ERA evidente. ¿Tenía razón el sonorista estadunidense y estaba trabajando exclusivamente para la escena y no para la sala? ¿Estaba quedando bien con los músicos, amigos suyos (quienes se notaban muy divertidos trabajando a sus anchas), y no le importaba el parecer del público asistente?
SI BIEN ES cierto que en muchos casos los mal llamados "ingenieros" de sonido se ven obligados a obedecer lo que les pide el músico o cantante, también lo es que alguien que utiliza el sonido como herramienta debe percibirlo en buenas condiciones para así brindarlo, de lo contrario la calidad de su trabajo disminuye, afectando al público.
SI HEMOS DE encontrar un juez válido en un caso como éste, dicho juez es el respeto, cualidad cuya ausencia desvirtúa trabajos y desautoriza reclamaciones posteriores. No hubo respeto del sonorista, cuyo ego privó al público (artífice fundamental de que la música en directo exista) de un mayor disfrute. Pero el valor crítico del público (salvo honrosas excepciones) fue nulo, resultando en otra falta de respeto hacia su propia condición de cliente y la evaluación de la obra artística. La explicación (que no justificación) bien podría basarse en que quizá la mencionada mansedumbre se debe a esa pesada herencia del pasado que aún arrastramos en este país, según la cual quejarse no es conveniente.
AL TERMINO DEL concierto platicamos con Raúl de la Rosa, hombre con experiencia en la organización de festivales, quien además tiene en puerta la realización del 10 Festival de Blues de la Ciudad de México en fechas próximas, y ante la pregunta de si sucederá lo mismo en los conciertos que prepara, se comprometió a resolver el problema, aplicando una vigilancia extrema sobre la contratación y aplicación de los técnicos de audio, ya que el personal que trae es de primerísima línea y estaría mal, pero muy mal, que tras el esfuerzo que implica la selección del elenco y la producción del encuentro todo se venga a pique por una mala sonorización.
NOS VEMOS EN el blus.