Usted está aquí: domingo 12 de noviembre de 2006 Política A la Mitad del Foro

A la Mitad del Foro

León García Soler

El gobierno sin atributos

Ampliar la imagen Vicente Fox en imagen de archivo Foto: José Antonio López

Me voy al rancho a montar al 2 de Julio. Nada más le faltó el retador refrán que dice: "Al que no le guste el fuste y el caballo no le cuadre..." Vino, vio y se venció el del bono de la legitimidad democrática. Se acabó el presidencialismo autoritario al que quisieron dar lustre de "dictadura perfecta". Llegó y se acabó el sexenio del gobierno sin atributos. El que se va al rancho todavía no sabe a qué vino, ni por qué. Ya no digamos para qué.

No nos vayas a fallar, gritaban los celebrantes en torno a la Columna de la Independencia. Nos falló, declara lastimeramente Lino Korrodi en pleno escándalo de barandilla: abogados que demandan el pago de 3 millones de dólares, honorarios devengados en defensa de los Amigos de Fox y que, según el amigo desilusionado, motivaron reuniones de gabinete para resolver lo del pago y hacerse cargo, además, de los impuestos. Pero mientras intercambian silencios Carlos Abascal, Luis Ernesto Derbez, Ramón Muñoz, Santiago Creel y otros apóstoles de la moral que no da moras y no les alcanzó para tejer la red para pescar hombres (los peces gordos que ofreció Barrio el carismático), las izquierdas se dispersan en danza de derviches y los sobrevivientes del priísmo disputan el ábaco de la tecnocracia.

Nadie pregunta quién decidió que la defensa de los Amigos de Fox era "asunto de Estado". Nadie cuestiona el uso del tiempo y recursos del erario para contratar un bufete de abogados y pactar honorarios pagaderos en dólares. No sorprende el lamento de Lino Korrodi, desilusionado porque el amigo Fox, y esos secretarios que nombra o remueve a voluntad, le decían que no se preocupara, que Francisco Gil se iba a encargar de lo de los impuestos. Se va al rancho a montar al 2 de Julio. Desde ese domingo del año 2000 no crece la yerba bajo los cascos de su caballo. No nos vayas a fallar, susurran los jóvenes turcos de Felipe Calderón: ¡Al rancho! ¡Al rancho! El de Michoacán ya visitó San Cristóbal Potemkin y se retrató con un sombrerito calado hasta los ojos. Menos mal que a su retorno de Washington el dirigente de los ganaderos le regaló un sombrero vaquero, Stetson con tantas X como becerros van a dar a los corrales de engorda al otro lado del Bravo.

¿Qué le vamos a hacer? Reverdeció la higuera y Felipillo santo pudo platicar con George W. Bush. En pleno ajuste de piezas en el trance de la derrota. Los votantes dijeron NO a la ocupación de Irak y a la locura de los neoconservadores que todavía combaten al "imperio del mal". Aunque el soviético se disolvió y, como dijera sabia y tristemente Vaclav Havel, dio paso a la instauración de "un capitalismo de mafias". Necesitan un enemigo. Los fundamentalistas "cristianos vueltos a nacer" lo encontraron en el fundamentalismo islámico. A George W. Bush le pasaron la cuenta por Irak y Afganistán. El Partido Demócrata es mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes.

Gobierno dividido, dicen los teóricos. Diríamos que en el régimen presidencial, con los pesos y contrapesos de Montesquieu, está en su naturaleza. Cuestión de hacer política, negociar acuerdos parlamentarios y entre el Legislativo y el Ejecutivo. Se llama división de poderes. Aunque parezcan ignorarlo los de la agitación esperpéntica, la insistencia en montar el circo mediático y repetir hasta la saciedad que habrá escándalo dondequiera que acuda Felipe Calderón a rendir protesta como presidente de la República y hacerlo ante el Congreso de la Unión. Los navegantes sin brújula de la transición insistían en que le vendría bien al cambio hacerle una modificación semántica a dicha división de poderes: "separación", o de plano, ante el portento alternante, olvidar lo del "espíritu de las leyes" para que fuera luminosamente "colaboración de poderes".

Gobierno dividido que no va provocarle insomnio a Bush. Pero acá de este lado, y antes de que proteste Calderón, como protestará, en San Lázaro y ante los legisladores de nuestro sistema plural de partidos, Vicente Fox y las comparsas del PRD y del PRI decidieron protagonizar un aquelarre: a sabiendas de que el del Ejecutivo solicitaría permiso para viajar a Vietnam y también a Australia, de que en las antípodas vive su hija y Fox aprovecharía el viaje para visitarla y ver al nieto, hoy nonato, los senadores aprobaron paternalmente y con la certeza de que los diputados rechazarían la solicitud del Presidente aduciendo que la hacía el abuelo. Fiel a la distorsión de su espejo diario, Vicente Fox acudió al uso irrestricto de la cadena nacional, al estilo de Internet y del chat en el ágora electrónica. Así llegó y así se va. Nadie sabe si se dio cuenta adónde llegó y lo que es el Estado cuya jefatura asumió.

Del gobierno ni hablar: gobierno dividido. Está en su naturaleza. Pero a su paso destructor, inconsciente, demoledor de instituciones, el señor Fox nos deja el gobierno sin atributos. Felipe Calderón ensaya en el interregno, propone, postula, convoca en busca de voluntad comunitaria que nos devuelva la visión original del pacto social, del acuerdo de voluntades, del reconocimiento del Estado que somos, del poder constituido que hemos minado con la obsesión del infantilismo democrático que nos ha convertido en tontos útiles de George W. Bush y nos ha conducido a las guerras floridas en las que el bien y el mal se destruyen en aras de la propia ausencia. Hoy Oaxaca, mañana el mundo, dice Flavio Sosa y ve en el espejo a Evo Morales. Carlos Abascal, el lego, ejerce facultades que la ley no le asigna. Maltrecho, pero subsiste el Estado laico. Ulises Ruiz resiste y reivindica la soberanía del estado. Y cuando despertó Mariano Palacios Alcocer, el PRI todavía estaba ahí.

Gobierno sin atributos ante los desencuentros en Catedral; los dramas sacramentales montados por las izquierdas agraviadas por la derrota que les infligió la derecha extrema. Personajes con las manos teñidas de rojo sangre, como las imágenes aterradoras de los santeros del mestizaje español y tenochca. Los purpurados llevaron la política al interior de la Iglesia y salieron a la plaza pública a celebrar actos de culto religioso. Y político, desde luego. No hay cortejo que no sea símbolo del poder terrenal y del orden que les corresponde en el celestial. Y no necesariamente "en la otra vida". Hay un reino de Dios en la Tierra. De ese se ocupan los obispos y cardenales.

Es verdad que la desmesura de los actores de las protestas sacramentales linda con la locura, la intolerancia laica en la cuna de la intolerancia religiosa. Dieciocho Brumario en lugar del verbo de Tomás Moro, el hombre para todas las estaciones al que la clerigalla contemporánea designó santo patrón de los políticos. Frente a la tímida imitación de los seguidores de Garrido Caníbal, el cardenal Rivera respondió con la extemporánea amenaza de cerrar los templos al culto; repitió lo que hicieron los obispos en tiempos de Plutarco Elías Calles. Menos mal que se repite como comedia lo que entonces concluyó en drama: cerraron las iglesias, culparon al gobierno y estalló la Guerra Cristera.

En Tumbiscatío, Michoacán, hubo 24 horas de balazos entre narcos y soldados. Felipe Calderón dice que el combate al crimen organizado nos va a costar dinero y vidas. Se va Vicente Fox. Pero nos deja el gobierno sin atributos. Y ahora resulta que quienes todavía confían en la democracia son como el que no conoce a Dios y a cualquier tarugo se le hinca.

 
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