El Chino, El Chaire y El Moco hallaron ahí su hogar
La Barrikada de la Muerte, emblema de la resistencia
Autodefensa y presión popular en Cinco Señores
Oaxaca, Oax., 12 de noviembre. Hasta hace poco el crucero conocido como Cinco Señores era, simplemente, una confluencia de tres avenidas. Pero el Día de Todos Santos ese espacio se trastocó y, después de siete horas de batalla campal entre pobladores y policías, los jóvenes que se reivindican como vencedores de la refriega crearon ahí su propio mundo. La Barrikada de la Muerte, la bautizaron. Y escriben la ''a'' en el círculo emblemático de los anarquistas.
Entre trincheras, el hexágono cerrado vive una utopía anarkopunk, donde nadie responde a autoridad alguna, ni a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). La organización, admite Cristina, ''es nuestro punto flaco''.
Para llegar hay que aproximarse a pie y despacio desde varias cuadras de distancia, un espacio desierto, tierra de nadie donde se sortean todo tipo de obstáculos: una vía cerrada con maderas, llantas y un colchón; montones de piedras y malla ciclónica; los numerosos caparazones de autobuses urbanos que todavía despiden el olor acre del día en que ardieron, y que son deshuesados poco a poco por una doña que pepena las láminas.
Conforme se avanza hacia el centro del crucero se movilizan las bicicletas de la patrulla móvil. A veces lanzan un cohete para alertar a los demás.
De día, llegar es apenas un trámite. De noche es más complicado, porque a los intrusos no se les suele dar la bienvenida a este territorio comanche tapizado de vidrios rotos, donde en lugar de un saludo puede escucharse el estruendo de uno de sus bazucazos. En sitios estratégicos arden tres o cuatro fogatas.
Personajes de las sombras
Los primeros en salir de las sombras son los coheteros: El Chino, El Chaire, El Moco. Ellos no preguntan, blanden sus palos. El diálogo no es su fuerte. Hasta hace poco eran niños de la calle, limpiaparabrisas, vendedores de chicles del crucero. Por ahora tienen casa, familia y comida caliente en la barricada. Se cubren la cabeza con el capuchón de la sudadera y la cara con trapos. No tienen zapatos, pero se esmeran en decorar su parafernalia de combate, sus escudos, sus resorteras. Cuesta trabajo contener su agresividad.
Otros jóvenes se acercan a pedir identificaciones. Y llaman a la encargada de hablar con la prensa. Aparece Cristina. Es su ''nombre de barricada''. Esta noche es la coordinadora, la vocera y algo más importante: la comisionada de llaves. En la cangurera guarda montones de llaves de los vehículos ''expropiados'' o robados, según se miren las cosas por el movimiento. Algún día, supone ella, tendrán que devolver las unidades secuestradas. Junto con las llaves lleva el cuaderno donde registra todos los incidentes de la jornada. Y los casquillos calibre 45 de la más reciente balacera que se produjo en las inmediaciones, apenas unas horas antes. Además, a ella es a la que le toca correr a Radio Universidad cuando hay alguna emergencia que denunciar.
''Esta es la barricada más grande, la más estratégica y me atrevo a decir, la más combativa. Y no sólo nos la quieren quitar la Policía Federal Preventiva (PFP) y los ministeriales, sino los propios dirigentes de la APPO, que nos están poniendo como moneda de cambio en sus negociaciones. Pero nosotros no estamos de acuerdo. No nos vamos a ir con las manos vacías. Aquí estamos para resistir'', dice.
Explica que las trincheras que quedan y que rodean el perímetro de Ciudad Universitaria cumplen tres funciones: autodefensa, símbolo de lucha y presión popular. En su concepción es un cinturón que mantiene protegida Radio Universidad dentro del campus.
Son cerca de las dos de la mañana. Un brigadista echa a andar una de las dos motocicletas expropiadas, la acelera y a los pocos metros derrapa y cae. Todos corren a verificar que la moto no haya sufrido algún desperfecto. El indisciplinado se levanta adolorido y recibe una reprimenda. ''Estas se las quitamos a unos judiciales'', dice Cristina.
Cada una de las avenidas es atravesada por algún vehículo grande. Sobre un extremo de avenida Universidad están inmovilizados tres dobles remolques con material de construcción. Venían de Monterrey, iban a Mitla. Ahí quedaron. Hay una pipa de una empresa de gas que ''negoció'' con los jóvenes, logró la devolución de una unidad nueva y la ''canjeó'' por una que tenía en desuso. Hay una revolvedora de concreto de la empresa Cemex.
En otras barricadas hay camiones de Pepsi la más castigada, ya que la Coca-Cola ''negoció'' con el movimiento la liberación de sus vehículos, de Wal-Mart y de la constructora local Ramasa, cuyos ejecutivos han hecho una defensa encarnizada de Ulises Ruiz. Cristina explica que al principio se hacían ''expropiaciones locas'', pero últimamente se están aplicando ''criterios políticos'' a la hora de elegir los vehículos secuestrables. ''Por ejemplo, si son de transnacionales, se chingan. Si no, negociamos. Los dejamos ir si nos facilitan alguna otra unidad inservible para ponerla de barricada.'' O piden ''donativos'', si traen carga útil. Con frecuencia la mercancía ''expropiada'' se reparte en las colonias cercanas, lo que les garantiza lealtad y simpatía de vecinos.
Avenida Ferrocarril, Periférico, la calle de Cinco Señores y otras vías son cerradas por autobuses diversos; la nueva morada de chamacos que viven a su albedrío, intentando la autogestión, pero reproduciendo también vicios y adicciones de su propia realidad.
''Estamos fuera de la ley''
Cristina admite que la retención de los vehículos es un delito. ''Sí, en esto estamos fuera de la ley, y sabemos que lo que hacemos es castigado. Pero éste es un movimiento político. Bueno, y fuera de todo rollo, también necesitamos las barricadas para que no vengan los pistoleros y nos maten.''
A las dos, tres de la madrugada, los brigadistas merodean insomnes dentro de su isla o burbuja, donde retumban noche y día el punk y el ska. Cristina estudiaba y trabajaba y hace dos semanas dejó todo por la lucha. Lo mismo Julio, estudiante de Medicina, El Cholo, bronqueado con sus jefes. Algunos están tan chamagosos como los niños en situación de calle. Otros todavía conservan un pie en la realidad. Rogelio, por ejemplo, va a la preparatoria todas las mañanas, de ahí va a su casa, se baña y vuelve. Víctor es un vecino que ha asumido el cargo de cocinero. Consigue sin dificultad donaciones de otros vecinos, de los mercados de las colonias circundantes y prepara, cada día, una gran olla de frijoles charros.
Funcionan las comisiones de coordinación, de enlace con la APPO, las de ''resguardo'' de los bienes ''expropiados'', de finanzas. El domingo a mediodía una comisión se organiza para buscar pozole para el almuerzo. Parten en una camioneta pic kup que fue de la policía ministerial. Deberían ir tres o cuatro, pero se trepan diez. No hay modo de disciplinarlos.
Cada día hay reunión de discusión y trabajo. Ahí se debaten las ideas políticas. ''Hay dos puntos de vista encontrados. Los que piensan que tenemos que priorizar la negociación y los que pensamos que hay que intensificar la presión popular. Esos somos mayoría aquí.'' Cinco Señores se acreditó como delegación en el congreso constitutivo de la APPO. Pero los mismos dirigentes reconocen que su vinculación es frágil y que no responden a ninguna directiva.
A las dos, tres de la mañana, la ínsula de Cinco Señores es un espacio insomne, vivo. Cuando amanece, el cansancio ha doblegado a todos y nadie queda de pie, ni siquiera una guardia. A pleno mediodía un chamaco ronca a pierna suelta sobre un muro de la glorieta, donde alguien plasmó la siguiente pinta: ''Si la libertad es un sueño, no kiero vivir una eternidad durmiendo''. Algún día la autogestionaria Barrikada de la Muerte tendrá que salir de su sueño. O su pesadilla. Por lo pronto, hay un plazo fatal. Este lunes, la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) reanuda clases.