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Feliz 20 de noviembre
Violencia partera o parturienta
Suena raro. Estamos habituados a emitir y a recibir felicitaciones por la Navidad, por el Año Nuevo, por el cumpleaños propio, por el Día del Amor y la Amistad, por los días de la Madre, del Padre, del Niño, por el fin de semana, por el aniversario de bodas, entre otros rituales calendáricos públicos y privados, así como por el viaje, por el regreso y por la estancia desde, hacia y en cualquier lado, pero hasta ahora no he hallado a nadie que me diga "Feliz 20 de noviembre", o sea, mañana. Es lógico: en la fecha el país conmemora el inicio de un largo periodo de sangre y destrucción.
Las revoluciones casi nunca son felices. No lo son para los derrotados de los viejos órdenes, esos que cuando les va bien hacen su amasijo de joyas y se van a alguna parte, no lo son para los triunfadores, quienes por lo general dejan en el empeño una buena cuota de muertos y vidas rotas, y tampoco para el grueso de las sociedades, las cuales suelen transitar, durante el cambio, y en el mejor de los casos, por periodos de zozobra, privaciones y peligros. Los claveles portugueses y el muro derribado en Berlín fueron más bien excepciones venturosas a una regla que hasta hace un par de décadas resultaba inexorable, y que tal vez lo sea: la violencia es "la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva", como lo apuntó Marx en su célebre capítulo XXIV de El Capital o, como lo expresó Stalin de manera muy vulgar: "No se puede hacer tortilla de huevos sin romper algunos huevos". La idea deriva de Thomas Hobbes (1588-1679), su "guerra de todos contra todos" y su famoso resumen de la sentencia de Plauto (254-184 a.C.): Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit (lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro).
El pensamiento marxista era, con todo, moderado en su pesimismo: la violencia es una suerte de lubricante, de facilitador o de asistente para las grandes transformaciones sociales, no su protagonista. Algunos derivados delirantes piensan más bien que la violencia no es la partera, sino la propia parturienta, y cuando uno voltea tantito hacia la Segunda Guerra Mundial se siente tentado a darles la razón.
Pero muy pronto recapacita: no, esa conflagración salvaje no fue, a fin de cuentas, más que una manera extrema de dirimir asuntos que para entonces resultaban centrales para el conjunto de gobiernos que dominaban el planeta y la comadrona empleó bombas atómicas en lugar de fórceps, pero, eso sí, al final todos se pusieron de acuerdo sobre una pila de 50 millones de cadáveres. En 1992 Francis Fukuyama descubrió que la historia había muerto y como las difuntas no dan a luz ni necesitan de nadie que las ayude en el trabajo de parto, concluyó alegremente que había llegado el fin de la violencia. Se desdijo 12 años más tarde, en el mismo año en que las fotos de Abu Ghraib recorrieron el mundo.
http://enciclopedia.us.es/index.php/Revoluci%F3n_de_los_claveles
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/historia/html/caida_del_muro/murodeberlin.htm
http://www.dw-world.de/dw/article/0,2144,2233106,00.html
http://www.marxists.org/espanol/m-e/1860s/eccx86s.htm
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/364/36490218.pdf
http://www.blythe.org/peru-pcp/Diario/mas-ed.htm
http://www.classicistranieri.com/english/etext02/lvthn10.txt
http://hobbes.pais-global.com.ar/index.php/2622
http://es.wikipedia.org/wiki/Hobbes
http://es.wikipedia.org/wiki/Plauto
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=22871
http://en.wikipedia.org/wiki/Francis_Fukuyama
Sería enfermizo festejar la Guerra Mundial, aunque acaso no esté del todo mal celebrar el surgimiento de las Naciones Unidas. Es horrible, pero las potencias triunfantes en 1945 se pusieron de acuerdo y crearon ese organismo internacional, promovieron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmaron el IV Convenio de Ginebra para proteger a los civiles en tiempos de guerra, los siempre belicosos europeos dejaron de matarse entre ellos y hubo algunas otras cosas buenas.
En una escala nacional, las facciones mexicanas que sobrevivieron a las confrontaciones de la segunda década del siglo pasado también terminaron por ponerse de acuerdo y generaron instrumentos perdurables de convivencia.
Dudo que si Francis Fukuyama hubiese tenido el buen tino de nacer cien años antes y hubiera trabajado como asesor de Porfirio Díaz, habría podido o querido persuadirlo de elaborar una nueva constitución en la que se incluyeran cosas como el actual artículo 3º (derecho a la educación prescolar, primaria y secundaria laica, gratuita, democrática y obligatoria), los derechos, garantías y libertades contenidos en los artículos 1º a 24, la propiedad originaria de la nación sobre las tierras, aguas y recursos naturales que conforman el territorio nacional (artículo 27), las disposiciones antimonopólicas del 28, el principio de soberanía popular del 39 (la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo; todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste; el pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno), la separación de poderes (artículo 49), las responsabilidades de los funcionarios públicos (título cuarto) y el derecho al trabajo digno y socialmente útil, a la jornada de ocho horas, a un día de descanso por cada seis jornadas trabajadas y a la percepción de salarios "suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos" (artículo 123). Acaso el país se habría ahorrado, gracias a los buenos oficios del pensador estadunidense, un millón de vidas, un sufrimiento humano incuantificable y más de una década de destrucción. Quién sabe, pero lo dudo.
El hecho es que México hubo de transitar por épocas atroces para darse a sí mismo instituciones, consensos, formas de relación entre los grupos sociales que lo conforman y una dirección y un sentido. En las décadas siguientes, y con notables y graves excepciones, ello hizo posible que la paz fuera la partera de la historia. El desafío de hoy es que lo siga siendo y que no se vuelva comadrona del estancamiento o, peor, del retroceso. De todos modos, y en nombre de la paz, feliz 20 de noviembre.
http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/doc/1.doc
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http://raforum.apinc.org/rubrique.php3?id_rubrique=759
http://historiamexicana.colmex.mx/?BUSCAR=1111&tema=47517&scope=