La identidad en azulejos
El vasto espacio que se encuentra en el costado oriente de la Catedral fue conocido por muchos años como Plaza Seminario, por haberse encontrado en ese sitio dicha institución durante el virreinato. A raíz de las excavaciones que realizó en el Templo Mayor el arqueólogo Eduardo Matos hace alrededor de 25 años, el espacio se rebautizó como Plaza en Homenaje a Manuel Gamio, en razón de que el considerado padre de la antropología mexicana fue el primero que señaló, a principios del siglo XX, que ahí estaba el gran templo de los aztecas y no debajo de la Catedral, como se había sostenido hasta esa fecha.
Las construcciones que rodean la plaza, son en su mayoría magníficas. De la Catedral, ni qué decir, imponente, bella y majestuosa. Entre las casonas del costado oriente que bordean la plaza, está la que se dice que fue la sede de la primera universidad de América, que en los bajos conserva la primera cantina de la ciudad, El Nivel; a unos pasos se yergue hermosísima la mansión barroca de tezontle y cantera que restauraron Salvador y Mónica López Negrete, auténticos amantes del Centro Histórico, lo que expresan con hechos, como conservar, bien cuidada y perfectamente puesta con muebles de la época, la soberbia edificación, que hace unos años se encontraba en ruinas. La casona adjunta ahora está dedicada a excusados públicos ¡oh tristeza! y a unos pasos, el acceso a los vestigios y museo del Templo Mayor.
En dicha plaza, que desde hace unos meses está decorada con floridas jardineras, asistimos hace unos días a la inauguración de un proyecto propuesto por Miguel León Portilla cuando fue cronista de la ciudad, y al cual el cronista e historiador Pablo Moctezuma Barragán dio vida en tres meses, con el entusiasmo y apoyo del jefe de Gobierno del Distrito Federal, Alejandro Encinas.
El programa consistió en colocar por toda la ciudad bellos mosaicos de azulejos de Talavera, que contienen el glifo del lugar y su toponimia, traduciendo la palabra del náhuatl al español y explicando su significado. Qué persona no se va a emocionar al conocer el origen del nombre de su calle, representado en una colorida imagen que le va a explicar el porqué del apelativo; si se refiere a un personaje que ahí habitó, a una circunstancia geográfica, a la actividad que desarrollaban los habitantes antiguos, a los animales o flora que caracterizaban el sitio. Esto tiene gran importancia, ya que significa la recuperación de las raíces más antiguas que conforman la identidad de nuestra ciudad, compuesta por un conjunto de identidades de los pueblos que la habitaron desde cientos de años antes de la llegada de los españoles.
Resulta increíble que a pesar de haber transcurrido casi 500 años de estar bajo la influencia de la cultura europea, subsistan tantas costumbres, tradiciones, leyendas y vocablos que datan de la época prehispánica o precuauhtémica, como le llama Pablo Moctezuma, preocupado desde hace muchos años por preservar manifestaciones que sobreviven de esos tiempos y que constituyen poderosos símbolos de identidad colectiva, que nos brindan un sentido de pertenencia, arraigo y orgullo.
El Consejo de la Crónica ha llevado a cabo desde hace nueve años un programa de historia oral de las delegaciones, barrios, pueblos y colonias, entrevistando a las personas de mayor edad, y no deja de sorprender conocer cuántas tradiciones continúan vivas, cuántos aspectos del pasado marcan nuestro presente. Una de ellas es la sobrevivencia de palabras en náhuatl que identifican sitios, personajes, alimentos, flora, fauna y muchas cosas más que son parte de nuestra vida cotidiana y la mayoría de las veces desconocemos su significado.
Por eso tiene tanta importancia este proyecto que ha llevado a cabo el gobierno de la ciudad. Indudablemente esto va a colaborar a reforzar nuestra memoria histórica, a definirnos de mejor manera como habitantes de nuestra gran urbe, que a pesar de todo continúa siendo una ciudad de ciudades, cada una con su personalidad y características propias, pero entretejidas para formar esta magna metrópoli plena de riquezas, que como bien dicen las viejas memorias: "en tanto que dure el mundo, no acabará su gloria,/ no tendrá fin el renombre/ de México-Tenochtitlan".
Con esas palabras gloriosas resonando en el corazón vamos a 5 de Mayo 57, al restaurante Mercaderes, que en su bella sede de fachada de cantera sostenida por apuestos atlantes de piedra, ofrece buena comida mexicana y excelente servicio. Es interesante recordar que aquí estuvieron las casas del emperador Moctezuma y tras la conquista las de Hernán Cortés, efluvios que se sienten entre los gruesos muros del recinto, que seguro conserva algunos de esas épocas.