Naufragio del foxismo y avance de la oposición
A diez días de que concluya el gobierno foxista los signos de crisis se observan por todos lados, igual se trate del incremento a los precios de la leche Liconsa y la gasolina Premium, que del llamado programa de focos rojos que hace agua en Chiapas con el conflicto en la selva por la agresión de pobladores de Nueva Palestina a la comunidad Viejo Velasco Suárez, la situación en el Penal de Morelia, las malas cuentas en torno a su ilegal participación en el proceso electoral, y ni qué decir del conflicto en Oaxaca que, lejos de acercarse a una solución, se agrava cada día con la impopular presencia de la Policía Federal Preventiva (PFP) mientras Ulises Ruiz maniobra con sus ridículas propuestas ante la impotente Secretaría de Gobernación.
Y no se trata de asuntos coyunturales, pues en un muy oportuno informe el Centro Pro de Derechos Humanos nos ofrece un recuento sexenal de temas graves donde se mostraron abiertas violaciones e insuficiencias en temas como crímenes del pasado e impunidad, sistema de justicia penal, represión contra movimientos sociales, la PFP y los derechos humanos, persecución contra periodistas y defensores, derecho de los pueblos indígenas, y pobreza y políticas públicas de derechos humanos de Fox. Todo ello sin olvidar la criminalización de luchas sociales y la fabricación de delitos, como en el caso de San Salvador Atenco. O sea que el glorioso discurso de derechos humanos quedó en eso. No se trató, como se ve, sólo de decir " tonterías", sino de impulsarlas.
Sin embargo, el sexenio no concluye solamente con este simulacro democrático que amenaza prolongarse otros seis años. Por fortuna hay procesos organizativos que desde sus respectivas posiciones apuntan a la conformación de un nuevo pacto social. Ahí destaca la otra campaña, la Promotora contra el Neoliberalismo, el Diálogo Nacional, la convención nacional democrática (CND) y la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca ( APPO). Especialmente estas dos últimas darán cuenta de su rechazo activo al arribo de Felipe Calderón el próximo 1º de diciembre.
La CND llega con su presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador, quien tomó posesión ayer y fijó su posición respecto al carácter y naturaleza de la crisis nacional y del proyecto que encabeza. Una primera prueba de fuerza de este movimiento se dará ante la usurpación que se prepara en San Lázaro, pero sus retos son más hondos y de largo aliento, pues no es poca cosa proponerse defender y postular un proyecto alternativo de nación y detener la implantación del neofascismo; para ello deberá lograr una fuerza organizativa en todo el país que rebase la adhesión a un candidato y líder, como es el presidente legítimo, y se construya desde abajo, más allá de los partidos.
Por otra parte, hay caminos que se cruzarán y podrán aliarse, como declaró la APPO en su reciente congreso: "Si bien el objetivo inmediato de la APPO es luchar por la caída de Ulises Ruiz, es necesario que se empiece a discutir desde ahora con todos los sectores, para generar un nuevo pacto social y las reformas necesarias que permitan transformar las instituciones e ir estableciendo como punto central de la lucha la creación de una asamblea constituyente para la elaboración de una nueva Constitución".
Como se puede observar, este movimiento llegó para quedarse y ya se prepara para consolidar una estructura organizativa y un proyecto nacional. Por otra parte, entre sus acciones acordadas destaca el "llamamiento a una insurrección popular y pacífica, a nivel estatal y nacional, el día 1º de diciembre para apoyar las demandas del pueblo de Oaxaca y en contra del fraude electoral y el mal gobierno".
Ante la perspectiva de la protesta social Felipe Calderón ya acuñó su frase preferida y distintiva: "mano dura", que se traduce en el uso de las fuerzas policiaco-militares, y el cerco y seguimiento a los legisladores perredistas para impedirles que repitan una acción similar a la del pasado 1º de septiembre, cuando Vicente Fox quedó fuera del recinto parlamentario. El escenario es, por tanto, más complejo y a la vez más ominoso, pues el mundo entero observará la ilegitimidad manifiesta de quien pretende gobernar al país.
Así tenemos que la llamada transición democrática que anunciaba el foxismo se convirtió en un mal chiste; el discurso hueco de los 15 minutos para resolver el conflicto en Chiapas, la creación de empleos, el plan nacional de derechos humanos, la legislación para proteger a los migrantes se tradujo en un ofensivo muro.
En este gobierno se le mochó al país algo más que el águila. Nos deja un sucesor espurio al que le quedan chicos los discursos grandilocuentes del sexenio que termina; por fortuna hay reacción social organizada que impedirá que se culmine la venta del país al mejor postor y la instauración de un régimen policiaco.