Cosas de la derecha
Hay ladrones chapuceros que esperan a que realices un retiro y salgas del banco, te abordan en la calle con pistola en mano y se quedan con tu dinero. Las penas de cárcel para ellos son cada vez más elevadas. Otros, más astutos, compran un banco, lo llevan a la quiebra, transfieren las deudas a las arcas públicas y se quedan con el dinero de millones. Lo más probable es que a ésos los hagan presidentes del consejo de administración de la empresa que sigue o, por qué no, ministros de Hacienda. Algo que tienen en común las derechas de todo el mundo es su abierta simpatía hacia la segunda clase de delincuentes y su tendencia a hacer escándalo por el auge de la primera. La doble vara: cuando un violador cualquiera actúa en las calles, hay que aplicarle todo el peso de la ley; cuando el violador es un policía y su víctima, una manifestante, su delito se convierte en un acto de autoridad; cuando el violador es un cura, se trata de un "asunto lamentable" y el agresor se vuelve un "enfermo" merecedor de piedad. O de encubrimiento.
Así actúan las derechas; ésa es su esencia. Para ellas la inseguridad y la delincuencia no son síntomas de descomposición social, sino manifestaciones de desorden y de laxitud en el ejercicio de gobierno. No ven, no les gusta ver, el vínculo entre las acciones al alza de las empresas que fabrican armamento y la proliferación de pistolas en manos de los asaltantes y narcotraficantes. Lo importante para ellas es crear las condiciones para que las compañías crezcan y aumenten sus ganancias (porque eso, dicen, genera empleos, impuestos y carreteras) y liquidar a los que infringen la legalidad. Y en esta categoría entran igual los revoltosos que salen a protestar a las calles como los secuestradores. La ley es la ley, aducen, y no hay por qué hacer excepciones.
Hace unos días el Partido Popular (PP), de España, organización escuela de las derechas en el mundo hispanohablante, organizó una Conferencia de Seguridad para denostar al gobierno de Rodríguez Zapatero (PSOE) y su "fracaso" en la lucha contra la delincuencia y la violencia. Para la ocasión, el partido mandó a hacer un video propagandístico que denuncia la inseguridad que padecen los españoles en la actualidad. Las escenas son escalofriantes: enfrentamientos en las calles entre manifestantes y policías, balaceras, ambulancias que recogen heridos, repatriación de inmigrantes, actos de vandalismo, fugas de delincuentes y movilizaciones laborales (recuérdese: una protesta sindical es equivalente a la actividad de los cárteles de la droga), intercaladas con declaraciones de funcionarios del actual gobierno y la promesas de que "existe alternativa" por parte de un dirigente del PP. Casi todas las acusaciones se sustentan en la estadística, salvo una: la de acusar a La Moncloa por el surgimiento de "nuevas mafias internacionales".
Al día siguiente del estreno del video se descubrió que algunas de las tomas incluidas en él fueron realizadas en octubre de 2003, en Medellín, Colombia, como la de una refriega callejera entre narcotraficantes de bandas rivales, y otras fueron grabadas en España, sí, pero en 1996 (enfrentamiento entre policía y okupas) y en 2002 (confrontaciones tras la detonación de una bomba colocada supuestamente por los etarras en el estadio Santiago-Bernabéu), es decir, en tiempos en que gobernaba José María Aznar, hoy líder moral del PP y rebuznante internacional para las derechas latinoamericanas.
Pillados en la mentira, los dirigentes del PP admitieron que sí, que su video estaba plagado de imágenes que no corresponden al gobierno del PSOE, pero que cuál es el problema, y que la pieza propagandística no será modificada, que se seguirá utilizando y que no hay motivo para retirarla de la página web de la organización (www.pp.es).
Otra cosa: en su editorial de ayer, El País (que de aquel lado del Atlántico es más bien anti PP y pro PSOE) volvió a insistir en que Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México. Bueno, no lo dijo así. El titular reza exactamente: "López Obrador amenaza a México". Qué extrañas son a veces las alianzas.