La Muestra
Los educadores
LOS REBELDES DE ayer se han convertido en los conformistas de hoy. Esta premisa, lugar ya común, es sustancia y motor de una divertida comedia alemana, Los educadores (Die fetten Jahre sind vorbei, 2004), de Hans Weingartner.
REALIZADA UN AÑO después de la exitosa Adiós a Lenin, de Wolfgang Becker, y con el mismo actor juvenil Daniel Brühl, la cinta ofrece una mirada jocosa a un conflicto generacional. De modo similar al contraste entre la generación que había vivido la dictadura comunista y se resistía a admitir la realidad de la reunificación alemana, y los jóvenes que asistían al proceso con una mirada totalmente nueva, Los educadores (en alemán el título sólo señala que los años de bonanza han terminado) propone un nuevo choque generacional.
ESTA VEZ, UN par de jóvenes ensayan una forma novedosa de terrorismo light, sin violencia alguna y con propósito pedagógico. Se trata de advertir a una clase social satisfecha (la generación de sus padres) que los años de opulencia y despilfarro están por terminar. Advertirles, por ejemplo, que su estabilidad social podría ser bruscamente alterada de no tomar conciencia a tiempo de las injusticias circundantes. El método de los educadores es sencillo: penetrar en una casa burguesa, de preferencia cuando los ocupantes están de vacaciones, y alterar el orden doméstico, la disposición de los objetos, instalando orden nuevo, caprichoso, vagamente perturbador. Al regresar la familia señalada, o el frívolo empresario, vivirán la zozobra causada por esta alteración doméstica. Con otros propósitos, el protagonista de la cinta coreana de Kim ki-Duk El espíritu de la pasión (3-Iron) realizaría ocupaciones parecidas.
EL DIRECTOR WEINGARTNER y su guionista Katharina Held llevan su propuesta hasta los límites del secuestro, con una referencia clara a los años 70, años de plomo, en que la banda Baader-Meinhoff secuestró al industrial Hans-Martin Schleyer. El acto terrorista deriva en una comedia de equívocos al enterarse la juvenil banda truffautiana de tres (quienes paralelamente viven conflictos amorosos) que el capitalista secuestrado alguna vez fue militante de la extrema izquierda, cercano a los núcleos terroristas.
EN ESTA COMEDIA del radicalismo político desengañado, los educadores reciben lecciones tan inesperadas como perturbadoras. En esta fábula del juez ajusticiado o del fustigador escarmentado, más que cuestionar el conformismo de muchos de los antiguos rebeldes del 68, el director pone de manifiesto la insatisfacción de la generación de sus hijos, quienes advierten perspectivas desalentadoras para sus propias vidas. El perfeccionamiento del sistema dominante, y de modo central el poder casi absoluto de los medios de comunicación al servicio del mismo, no sólo cancelan el espíritu de rebeldía, sino que lo asimilan sin mayor problema, desactivándolo en una lógica de consumo masivo.
LA CINTA, COMEDIA muy eficaz, muestra esta escuela del conformismo social y, al mismo tiempo, la inquietud juvenil que no deja de ensayar novedosas estrategias de resistencia. Hoy en la Cineteca Nacional a las 12, 16 y 19 horas.