Usted está aquí: viernes 24 de noviembre de 2006 Espectáculos "Lo mejor de mi carrera está por hacerse": Silvio

Prepara gira por México y Centroamérica en 2007

"Lo mejor de mi carrera está por hacerse": Silvio

Estrena nueva faceta, ahora como productor de cine

AFP

Ampliar la imagen Silvio, durante su actuación el pasado lunes, en el acto en que Andrés Manuel López Obrador tomó posesión como "presidente legítimo" Foto: Cristina Rodríguez

La Habana, 23 de noviembre. A sus 60 años, al trovador cubano Silvio Rodríguez le esperan mil proyectos más. Tiene entre manos unas cuantas canciones y sigue invocando al "duende", esa magia efímera que surge con el público al que aún hoy, tras más de 40 años de artista, teme enfrentar.

Nacido el 29 de noviembre de 1946 en el pueblito de San Antonio de los Baños, a 40 kilómetros de La Habana, Silvio Rodríguez llegó a convertirse en un icono de la canción política latinoamericana, fundador, con Pablo Milanés y Noel Nicola, de la Nueva Trova.

Compositor, cantante, poeta, dibujante, diputado y ahora también productor de cine, el trovador cubano dice que 60 años es una buena edad para detenerse, hacer cuentas y reflexionar.

"Me pongo a hacer un recuento de lo hecho hasta aquí y me falta mucho por hacer. Es poco, poquísimo, lo que he hecho. La mejor parte es la que está por venir: muchas canciones por hacer", dice.

Tiene más de una veintena de discos, unas 300 canciones grabadas, pero un centenar inéditas. Acaba de saldar parte de la cuenta que quedó debiéndole a su esfuerzo inicial: Erase que se era, su más reciente disco, es una antología de piezas que compuso en los años 60.

En 2006 emprenderá una gira por México, Chile, Perú, República Dominicana y tres países de Centroamérica: por primera vez El Salvador y Guatemala, y en Nicaragua, luego de 24 años de ausencia.

Pequeña discografía diurna

Forman parte ya del imaginario colectivo latinoamericano Unicornio, Te doy una canción, Ojalá, La era está pariendo un corazón, Pequeña serenata diurna, Por quien merece amor, La maza, Al final de este viaje, Angel para un final y ¡Oh melancolía!

Pocos saben que esa última canción lo tomó por asalto y sencillamente se quedó. "Cuando estaba ensayando para un concierto con el grupo Afrocuba toqué un acorde por equivocación. Les dije a los muchachos 'me tengo que ir' y salí corriendo a escribir. Era ¡Oh melancolía!

Sol, re, mi, fa se escucha en el estudio mientras continúa. "Pero hay muchas que se quedaron en el camino. Estoy ahora volviendo a los orígenes... a la niñez, a la visión más sencilla, más simple de las cosas", dice, y no descarta una nueva selección de trabajos inéditos.

Está en mil y un cosas a la vez, concentrado en una antología de canciones de Noel Nicola ­fallecido el 7 de agosto de 2005, a los 58 años­, en la composición de la música para el largometraje animado Meñique, y en la mezcla de un disco de su hermana, Anabel López.

También dedica tiempo a su hija de cuatro años, y a Niurka, su esposa y una de las mejores flautistas del país. Es disciplinado en el ensayo, algunos lo creen huraño. Hace tiempo que no da conciertos en Cuba, pero el 30, un día después de su cumpleaños, participará en Todas las voces todas, en honor a Fidel Castro.

Tiene siete hijos y uno de ellos, Violeta, actúa en la película Mañana, de la cual Silvio es productor, que competirá en el Festival de Cine Latinoamericano.

La música y las palabras

No quiere culpar a las musas de lo que, a sus 60 años, le ha quedado por hacer. "A las pobres vamos a dejarlas ahí, que son muy respetables y a veces sin comerla ni beberla le regalan cosas a uno. Lo que me falta es aquello que no he sido capaz de procurarme", afirma.

"La música y las palabras me acompañaban desde niño. Mi mamá siempre ha cantado, y la poesía y la literatura es algo que me gustó, porque veía a mi padre leer y me entró la curiosidad", recuerda.

Pero no se siente ni poeta ni músico, sino comunicador. "Nunca me interesaron mucho los escenarios. Hago los conciertos y se llenan, pero la lectura que hago de eso que llaman éxito es que soy una especie de compañero de la gente, a quien le dio por cantar y tuvo la suerte de escribir canciones que gustaran".

Cada vez que se enfrenta al escenario siente un miedo natural. "Enfrentarse al público es una osadía y una pretensión. Pararse para que la gente vea cómo haces las cosas es muy pretencioso. Eso es terrible, una locura". Pero cuando baja "el duende", dice, esa comunicación con el público, en una canción, una estrofa, un segundo... cuando eso pasa lo mejor es no moverse mucho".

 
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