La tijuanense confirma que puede ir del rock al pop sin manchar su plumaje musical
Julieta Venegas vence sus miedos y prende a la gente en el Auditorio
El legendario músico andaluz Kiko Veneno acompañó a la cantante la noche del viernes
Si cuando presentó su exitoso disco Sí en el teatro Metropólitan, Julieta Venegas se mostró como una florecita temblorosa ante un público grande y nuevo, la noche del viernes 24 en el Auditorio Nacional, justo el día de su cumpleaños, la cantautora del acordeón se mostró firme y bien colocada en el escenario, cual firme enredadera que extiende sus brazos y se encarama por entre cada muro, cada oído, cada corazón.
"Me siento muy nerviosa, pero también muy contenta de estar por primera vez aquí; presentarse en el Auditorio no es cualquier cosa... así que espero estar a la altura", dijo la tijuanense con una amplia sonrisa. Y sí. Julieta brilló desde la sencillez de sus melodías dulces, enamoradas y desenamoradas; desde su calidad al tocar el piano de cola, empuñar el acordeón o deslizar su voz por entre el aire. Ante un público que le ovacionó todo con ganas, pero mesuradamente, sin los alaridos huecos que se otorgan a la estrella fatua, y que bailó poco de pie, la Venegas entregó dos horas de música dócil, tan suya, capaz de distorsionarse pero no de despelucarse del todo, o de derramar miel sin tampoco llegar al cinismo del pop vacío. Julieta más bien sabe viajar del rock al pop y de regreso, sin mancharse: musicalmente le tira a todo y complace a todos.
Fallas en el sonido
A las ocho de la noche gélida de hace dos días, para abrir boca tocó la tapatía Elis Paprika y su banda, taconazo y mallas caladas de por medio. Apenas cinco canciones, en inglés y español, con su peculiar manera de roquear, un poco más elevada que la titular de la noche, pero usualmente amorosa, sensual, simpática, aunque visiblemente más inhibida que su aparición, por ejemplo, en el Vive Latino: el Auditorio impone. Aun así, el foro la trató muy bien.
Casi a las 21 horas sonó una guitarra acústica a bordo de los brazos de Julieta, y a ritmo medio dancehall, medio rocksteady, nos dijo a todos que éramos para ella: Eres para mí. Y así siguió por los ritmos de su cuarto disco, Limón y sal (2006): algo de popsy-country, algo de funk. La Venegas, ha declarado, es harto fan del hip hop... y se le nota.
Al comienzo la conexión con el público era ligeramente lejana, pero con su canto directo, sin extravagancias, su vestimenta ligera de blanco y mallones negros con tacones rojos, su pelito trenzado y lacio, la de Tijuana y su público fueron entrando en confianza.
Poco a poco la guapa cantante fue explicando casi cada canción antes de interpretarla: "Esta canción trata de que, quizá no seré la más buenota, la más bella, pero te puedo hacer feliz, así que déjate". Vino luego Dulce compañía, que recuerda un poco a esa que dice "camina siempre adelante...", de Alberto Cortés. Sigue explicando: "Esta trata sobre dejarse llevar por las oleadas, los cambios que llegan, que a veces nos desconciertan pero de los que finalmente resulta algo bueno", para aventarse Oleada, una de sus canciones más bonitas de Sí (2003). Como en un concierto de Juan Gabriel, por única vez en el recital el público agitó con ese tema los brazos, extirpando así la parte más "viva-la-gente" que todos llevamos dentro.
El tramo ruidoso llegó con Mala memoria, Flor (con muy buenos arreglos, en la que por primera vez se animó a bailar, pues había estado muy quietecita) y Enero y abril, estas dos últimas del Buenivento (2000), su álbum más roquero. A diferencia de antes, que tocaba más seguido los teclados en un mismo show, ahora Julieta se coloca más al frente cantando sola, ensayando presencia, pues sin duda se le nota mejor plantada y encendida cuando toca el acordeón (al cual, por cierto, ya domina como no hizo antes) o la guitarra acústica.
El piano de cola hizo presencia bajo sus hábiles dedos con la bella Andamos huyendo (de su debut Aquí, de 1997), dedicada, dijo, a todos aquellos perseguidos, ya sea por defender alguna causa política o su preferencia sexual. Es aquí donde Julieta estalló entre un espléndido juego de luces y pantallas, y el acompañamiento de su banda, integrada entre otros por Cecilia Bastida en teclados y coros (ex Tijuana No), Juan Manuel Ledesma en guitarras y Eddie Vega en batería.
"Creo que hay que querer a la gente con sus cosas buenas pero también con sus defectos y sus cosas malas", dice, para dar pie al hit Limón y sal; con éste el público se desgañita cantando con ella, por primera vez. Ahí se nota que ha acudido un público muy reciente. De hecho, entre el respetable figuraba gente de toda edad y afinidad, y muchas niñas de entre ocho y 13 años.
A dúo con el veneno
El momento acústico: Cómo sé y su invitado de la noche, el andaluz Kiko Veneno. "El es alguien que me ha inspirado mucho". Kiko revela el secreto: "Me da gusto estar aquí, justo en tu cumpleaños". A dúo cantaron, de él, Lobo López, y de ella, Lento, tema en el que Julieta desplegó su mejor interpretación en el acordeón, lo que arrancó la primera de las más altas ovaciones de la noche.
Desafortunadamente en ese lapso hubo muchos "tronidos" molestos y fallas en el sonido; de pronto los graves estaban muy altos. Luego, otra de sus composiciones más finas, que hizo para la cinta Amores perros, en la que las fallas mancharon un poco el momento, al colocar los coros de Cecilia y el contrabajo demasiado altos.
"Hay gente que oye esta canción para ponerse a llorar", dice, antes de cantar La última vez, tema en verdad triste, que habla de ese momento en que será la última vez que nos veamos, nos hablemos. La Venegas luce emocionada, no deja de decirlo una y otra vez; agradece a su familia por acompañarla, a sus amigos y a todos los que la han visto "crecer". Su actitud es casera, cercana, nada de grandilocuencias.
De corrido y ya amarradísima con su público, baila y baila con Tiempo suficiente, Jaula de oro (de Los Tigres del Norte), De mis pasos y Me voy. Cantos, agitaciones. El encore. Vuelve con Sin documentos, de Andrés Calamaro, en versión dub, para cerrar con el tema que la lanzó al superestrellato: Andar conmigo; no hay quien no se contonee, uó uó uó.
"¡Gracias! Me los llevo en el corazón", dice. Qué lástima, pero adiós, se despide... pero con todos se queda.