Editorial

Ecuador: triunfo de la esperanza

De acuerdo con las tendencias reflejadas por encuestas a boca de urna y conteos rápidos, consideradas irreversibles por los expertos, el economista Rafael Correa, postulado por Alianza País, ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales efectuadas ayer en Ecuador y sacó a su contrincante, el magnate derechista Alvaro Noboa, una ventaja de 12 puntos porcentuales o más.

Este resultado reviste una gran importancia para el futuro de esa nación sudamericana, toda vez que la promesa central de campaña de Correa ha sido una refundación constitucional orientada a la democratización del poder político, al saneamiento de la administración pública y a la justicia social y la redistribución de una riqueza de cuya concentración es ejemplo lacerante el propio Alvaro Noboa: en un país en el que el 41 por ciento de la población se encuentra por debajo del nivel de pobreza, con un PIB per cápita de apenas 4 mil 300 dólares y un subempleo que afecta a más del 47 por ciento de los ecuatorianos, el aspirante presidencial derrotado posee más de un centenar de empresas y un capital superior a los mil millones de dólares, obtenido sobre todo por medio de la explotación de plantaciones bananeras, lo que le ha permitido figurar en las listas de la revista Forbes.

En el contexto latinoamericano el triunfo de Gutiérrez es también un hecho relevante, toda vez que amplía y consolida el frente de gobiernos independientes, progresistas, enfocados a la defensa de la soberanía y que plantean propuestas económicas distintas al asfixiante neoliberalismo impuesto por Washington en la región y aún vigente en México, Colombia y las naciones centroamericanas. Es razonable suponer que el nuevo presidente ecuatoriano se alineará con los defensores del Mercosur y detractores del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas que el gobierno de George W. Bush ha tratado de imponer, sin éxito, en el hemisferio.

En términos geopolíticos, el éxito del candidato de la Alianza País en Ecuador es un grave revés para Estados Unidos y constituye un nuevo impulso a la esperanza que suscitan los esfuerzos de integración ­no exentos de contradicciones y de conflictos--encabezados por Argentina, Brasil y Venezuela. Cabe esperar que en el ejercicio del poder Rafael Correa y su grupo no defrauden esas expectativas.