La Muestra
Wassup rockers
Tropiezo de Larry Clark
El fotografo de cuerpos masculinos adolescentes Larry Clark, cuyo libro iconográfico, Tulsa, fue fuente de inspiración para Mi camino de sueños (My own private Idaho), de Gus van Sant, ha sido desde 1995 el más notable retratista de comunidades jóvenes en Norteamérica, desde su ácida cinta Kids hasta Ken park, pasando por Bully, implacable estudio sobre violencia juvenil.
SU LENGUAJE ES a menudo muy crudo y su estilo narrativo, casi documental; las historias, mínimas, son miradas casi antropológicas de las conductas juveniles, con la violencia, las drogas y el sexo como principales asideros temáticos.
LOS PROTAGONISTAS SON por lo general adolescentes sin experiencia en actuación, que interpretan sus propios personajes, improvisando diálogos, exponiendo su desazón existencial de modo directo, sin aspavientos ni melodrama, apenas atentos, se diría, a la presencia de la cámara. Una característica de las cintas de Larry Clark había sido la presencia dominante de personajes anglosajones, con las minorías étnicas como una referencia en contrapunto ante los comportamientos extremos de un nihilismo juvenil esencialmente blanco.
EN WASSUP ROCKERS (What's up rockers?/¿Qué onda, roqueros?), el director retoma su registro casi documental con el prólogo de una entrevista al adolescente latino Jonathan Velásquez, habitante del gueto angelino de South Central, quien describe el perfil de sus compañeros de desmadre cotidiano, Kico, Porky y Bola de esperma (Milton).
Todos ellos latinos, salvadoreños o guatemaltecos, invariablemente son confundidos con mexicanos. Son siete integrantes de una banda de rock latino punk, admiradores del grupo musical Ramones y adictos a patrullar las calles del barrio en patinetas, en diaria coreografía estudiada, con estentóreo fondo musical, sin asomo de malicia o rebeldía en sus inofensivas incursiones urbanas. Durante una hora, y con empeño casi sociológico, Larry Clark describe las rutinas de los patinetos, sus manías masturbatorias, el irrisorio impulso suicida de uno de ellos (quien elige un lavabo para ahogarse infructuosamente) y diversas puntadas de este tipo.
EN SU SALIDA mayor, la banda de siete jóvenes candorosos llega hasta el barrio de Beverly Hills, donde se produce su confrontación decisiva con el corrupto mundo de los privilegiados anglosajones: una galería de caricaturas que incluyen a niñas fresas de hormona hiperactiva, policías racistas invariablemente estúpidos, gays decadentes hambrientos de encanallarse con chacales imberbes, alguna ninfómana de edad madura, un fascista mata-greasers, y un coro de sirvientas hispanas dispuestas a rescatar de este infierno a los cachorros.
LARRY CLARK HA cambiado radicalmente el tono, y del nihilismo implacable de sus primeras cintas ha pasado, de modo caprichoso, a esta visión romántica del buen salvaje centroamericano, perdido en una nueva hoguera de las vanidades. Sin duda ha intentado ensayar el terreno de la comedia, ¿pero era necesario hacerlo con trazos tan gruesos?
EL MAESTRO DE la incorrección política termina asumiendo aquí la mirada cándida de sus protagonistas, todos ellos amigos suyos, con quien, según palabras propias, pasó más de un año compartiendo experiencias, viéndolos patinar día a día.
¿COMPARTIRA EL ESPECTADOR un arrobo semejante? Wassup rockers, retrato inesperado de domesticación juvenil, no figura entre los mejores aciertos del cineasta, a pesar de su sinceridad indudable o tal vez, justamente, a causa de ella.