Editorial
Un desmayo ejemplar
El "ligero desvanecimiento por insolación" sufrido ayer por el presidente Vicente Fox en su rancho de La Estancia y la manera de tratar el incidente por parte del equipo de trabajo de Los Pinos ofrecieron una muestra final de las maneras en que el foxismo ha ejercido la Presidencia.
Independientemente de la trascendencia médica del suceso, es injustificable que a lo largo de varias horas la sociedad haya carecido de una versión oficial de lo sucedido. La salud de un jefe de Estado no es un asunto privado sino un tema de interés público. Por más que Fox haya "bajado la cortina" en forma prematura y aunque desde hace semanas haya renunciado, en los hechos, a ejercer las funciones que le corresponden, seguirá siendo, por ley, el titular de la Presidencia hasta el próximo jueves. Como si no hubiese sido demasiado con la tardanza, la vocería de Los Pinos fue, además, imprecisa: afirmó que el mandatario se encontraba en su rancho de San Cristóbal y no, como ocurría en realidad, en su propiedad de La Estancia.
La información disponible, por otra parte, indica que Fox fue atendido de su desmayo por legisladores que son médicos de profesión, y trasladado a su vivienda a bordo de una precaria ambulancia local. Se infiere, de ello, que el Estado Mayor Presidencial no tenía al lado del mandatario un dispositivo médico de ninguna clase, lo cual constituye un descuido imperdonable y ominoso porque, como ha de repetirse, la condición clínica de un presidente no es un mero asunto personal.
El episodio, así haya resultado poco significativo desde el punto de vista médico, retrata, en suma, la suprema irresponsabilidad con la que ha sido asumida la Presidencia de la República a lo largo de estos seis años.