Usted está aquí: viernes 1 de diciembre de 2006 Opinión Tontos de solemnidad

Gustavo Iruegas

Tontos de solemnidad

La derecha mexicana corriente (la hay fina) está siendo sometida a un curso intensivo de ceremonial público. Esta es la lección cuatro.

Imagínese una boda de postín en la que ya está todo preparado: lugar, fecha y hora propicios; el recinto, de la categoría correspondiente a la alcurnia de los contrayentes; el oficiante, con reconocimiento y aceptación en la alta sociedad; las familias, emulando el lujo de sus atavíos y joyas; las flores, los coros, la cera y demás adornos en abundancia, calidad y precio que demuestran la importancia económica y social de los consortes. Luego, los invitados especiales, algunos venidos de muy lejos, cuya presencia dará el realce necesario a la ceremonia.

La fiesta en el lugar más exclusivo, el número de invitados, mejor entre más grande; las mesas adornadas hasta el límite del buen gusto y la cursilería; el menú, extravagante y exquisito; la música, mundana y rica. Todo, el matrimonio y el convite, pensados, gestionados, negociados y pagados para conseguir una sola cosa: la solemnidad del acto. Lo solemne es el carácter que adquiere una función celebrada públicamente de manera formal, grave, y acompañada de la pompa suntuosa y las circunstancias propias del momento. Como lo dice el título de la marcha británica: Pompa y circunstancia.

Imagínese en segundo lugar, pero en la misma boda, un tío de la novia borracho, necio y pendenciero, o del lado del novio, una mujer despechada e impetuosa. Cualquiera de los dos, o ambos, si están presentes y de mal genio, pueden dar al traste con la ceremonia y convertir la solemnidad en escarnio. Cuando esta posibilidad está presente, alguna de las suegras la advierte y recomienda (u ordena) en primer lugar no invitar a los rijosos y si eso es imposible, porque el tío es, además de borracho, muy rico o la mujer ofendida capaz de presentarse aun sin invitación, lo conducente es modificar el carácter de la ceremonia: se le da un estilo íntimo y moderado. Se sustituye la catedral por la capilla y el palacio por la sala del hogar paterno. Las invitaciones no se imprimen, sólo se convoca a quienes garanticen cordura. Si es preciso, la boda se anunciará solamente como un hecho consumado. Y se habrá salvado el mal rato, ya que el contrato matrimonial tendrá los mismos efectos si la boda es suntuosa o austera aunque, claro, se perderá el lucimiento social (y los regalos).

Después de que los siete enanos del tribunal declararon "Presidente Electo" a quien no lo fue, la contraparte legítima y verdaderamente electa por el pueblo anunció que no se le permitiría a Felipe Calderón protestar como presidente en el Congreso. La reacción en los medios, en el Congreso mismo, en el PAN y en general en la derecha, fue histérica.

Largos alegatos y discusiones sobre el carácter jurídico o ceremonial de la toma de protesta del presidente los llevaron a la decisión de celebrar la ceremonia a toda costa, sin comprender que la esencia de la ceremonia está en su solemnidad, que no radica en otra cosa que la actitud prudente y sensata de los presentes. De tal manera que si no se puede evitar a los exaltados lo que hay que evitar es la ceremonia.

Los diputados derechistas, nerviosos y angustiados, con noticias falsas o verdaderas de que los diputados progresistas tomarían la tribuna de la Cámara de Diputados tal como hicieron el día primero de septiembre, se adelantaron y la tomaron ellos. Trataron de dar un golpe de mano, sin advertir que en ese momento perdieron la batalla. En la analogía de la boda sería como si las suegras se adelantaran al escándalo haciéndolo ellas mismas.

Se ha formado una gresca y una batahola que ha sido registrada en todo México y en todo el mundo. A las derechas les preocupa que la imagen de México ha resultado dañada, pero les importa poco la realidad, que es de donde surge finalmente la imagen.

En el desenlace es de esperarse un desalojo violento de los diputados progresistas o, en el otro extremo, alguna clase de negociación: en cualesquiera de las opciones, la ceremonia perdió ya su solemnidad y con ella su motivo y su propósito. Ya los jefes de Estado extranjeros invitados a presenciar la ceremonia (a los que se refiere la Lección Tres1 de este curso) han empezado a declinar la invitación con uno u otro pretexto. Ninguno de los que vengan aportará nada con su presencia en la que habrá que buscar más cierto morbo que solidaridad.

Es de hacerse notar2 que la toma de posesión del presidente espurio Felipe Calderón será a la vez que agitada, confinada, deslucida, impopular y armada mientras que la del Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, abierta y multitudinaria, fue serena, brillante, popular y pacífica. El de Andrés Manuel es un cargo que le otorgó el pueblo y por ello está revestido de legitimidad.

P.S. Don Felipe puede aún enviar su juramento por escrito. Por la protesta no debe preocuparse porque la hará el pueblo desde el Zócalo.

1 Ver La Jornada del domingo 22 de octubre del 2006, p. 16.

2 Cito a Porfirio Muñoz Ledo.

 
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