Economia Moral
La pobreza en el Distrito Federal/ II
Pirámides sociales contrastantes con las de localidades pequeñas
La economía moral es convocada a existir como resistencia a la economía del "libre mercado": el alza del precio del pan puede equilibrar la oferta y la demanda de pan, pero no resuelve el hambre de la gente
Al comparar la incidencia de la pobreza (proporción de personas que viven en ella) en el Distrito Federal, calculada con el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), con la de las localidades urbanas clasificadas en tres tamaños, así como con las observadas a nivel nacional, urbana total y rural, concluí (Economía Moral 24/11/06) que tanto la pobreza indigente como la pobreza total son menores en el DF, y que este hecho refleja la tendencia de ambos tipos de pobreza a disminuir a medida que nos movemos hacia localidades más grandes. Es necesario añadir que la incidencia de la pobreza no indigente (la que cumple la mitad de las normas mínimas o más, pero no cumple el 100 por ciento de ellas), en las grandes localidades urbanas y en el DF, afecta a cerca de la mitad de la población (47 por ciento en el DF y 49.7 por ciento en el conjunto de localidades de más de 100 mil habitantes), en agudo contraste con la pobreza indigente que alcanza su nivel más bajo en el DF (15 por ciento). Esto significa que 4.1 millones de personas en el DF viven en la pobreza no indigente y 1.3 millones viven en la pobreza indigente.
Además de la exclusión de una parte importante de la población indigente del DF del programa Oportunidades, que ha sido de carácter voluntario y selectivo como argumenté en la entrega anterior de Economía Moral, la exclusión más grave se deriva del criterio neoliberal general (derivado de principios doctrinarios que remiten a Friedrich Hayek, el padre fundador del neoliberalismo), que consiste en que los que "merecen o necesitan apoyo especial" son sólo los pobres extremos o indigentes (definidos, además, con criterios minimalistas como los que utilizó la Sedeso durante el sexenio que acaba de concluir), deja fuera a todos los pobres no extremos de los programas de lucha contra la pobreza. Esto significa que la mayor parte de los pobres urbanos quedan así excluidos, por razones doctrinarias, de los programas de lucha contra la pobreza. En el caso del DF, con los criterios de la Sedeso, 18.8 por ciento de la población del DF (1.64 millones de personas), que son pobres de patrimonio, pero no pobres alimentarios ni pobres de capacidades, queda excluida de dichos programas, incluso utilizando los métodos de medición de la Sedeso. Esta cifra llega a alrededor de 5 millones con las mediciones aquí presentadas.
Hoy analizo la estructura de carencias y logros de la población del DF y la comparo con la de la población de otros tamaños de localidades. El MMIP, como expliqué brevemente en la entrega anterior, es el resultado de combinar diversas dimensiones del bienestar de la población. Estas dimensiones se despliegan en el cuadro anexo para el DF y para las localidades de 100 mil y más habitantes.
La estructura indigentes- pobres no indigentes- no pobres, a la que podemos identificar como pirámide social es, en el DF, para el MMIP en su conjunto o pobreza integrada (y expresando los porcentajes de personas de cada estrato en números enteros): 15-47-38, mientras la de las localidades de 100 mil y más es 21-50-29. Ambas pirámides comparten el predominio del estrato de pobreza no indigente, seguido por el de no pobres y en último lugar el de indigentes, pero se distinguen porque en el DF el estrato de no pobres es 2.5 veces mayor al de indigentes mientras en las localidades de 100 mil y más (ciudades) la relación es de sólo 1.4 veces. A diferencia de ambas, las pirámides correspondientes al medio rural (localidades menores a 2 mil 500 habitantes), y a las localidades urbanas de 2 mil 500 a 14 mil 999 son respectivamente: 67-27-6, 54-37-9 donde los indigentes predominan absolutamente y los no pobres son el estrato más pequeño. El cambio se empieza a dar, en este caso, a partir de las localidades de 15 mil a 99 mil 999 habitantes, cuya pirámide (39-46-15) muestra ya el predominio de la pobreza no indigente, pero todavía seguida por los indigentes, quedando los no pobres en último lugar.
Veamos cómo se manifiestan estas pirámides en las tres dimensiones principales del MMIP: ingresos, tiempo y NBI (o necesidades básicas insatisfechas). En ingresos, donde la incidencia total de la pobreza (o suma de pobres) es de 50.7 por ciento en el DF y 59.5 por ciento en las ciudades, las pirámides son 15-35-49 y 23-37-41, respectivamente, lo que es muy interesante porque muestra que, en ambos casos, el estrato de mayor peso es el de no pobres, seguido de los pobres no indigentes y, en último lugar, los indigentes. Esto contrasta agudamente con la pirámide social (por ingresos) de todos los demás tamaños de localidades; tanto de las localidades rurales (65-23-12), de las rbanas más pequeñas, de 2 mil 500 a 14 mil 999 habitantes (48-35-16), como de las de 15 mil a 99 mil 999 habitantes (39-37-25), en las cuales el orden de tamaño de los estratos, siendo el más grande el de indigentes y el más pequeño el de no pobres, es exactamente inverso al de las ciudades y del DF.
La pobreza de tiempo (disponibilidad menor a una norma, de tiempo disponible para educación y tiempo libre), la mayor innovación de todas las que introduce el MMIP, tiene una incidencia total menor a las otras dimensiones. Sin embargo, en el DF es la dimensión que más alta incidencia muestra de la pobreza indigente (véase cuadro). En cada hogar, el indicador de la dimensión tiempo se combina con el de ingresos para obtener la dimensión combinada ingresos-tiempo. Para hacerlo, el ingreso del hogar se divide entre el indicador de tiempo (que vale la unidad cuando el hogar está en las normas, es mayor a 1 cuando se encuentra en pobreza de tiempo y menor a 1 cuando tiene sobreabundancia de tiempo), y el resultado se compara entonces con la línea de pobreza para obtener el indicador integrado ingresos-tiempo. La división significa (simplificando para ilustrar pero advirtiendo que los cálculos no son tan simples) que, por ejemplo, un hogar donde los adultos trabajan 96 horas a la semana cada uno, puede tener un indicador de tiempo igual a 2 (ser indigente en la dimensión tiempo). Este hogar puede no ser pobre de ingresos, pero al dividir el ingreso del hogar entre 2, éste se reducirá a la mitad, indicando el que tendría el hogar si los adultos hubiesen trabajado sólo las 48 horas marcadas por las normas. El ingreso ajustado puede estar ahora debajo de la línea de pobreza y el hogar ser pobre de ingresos-tiempo. Al comparar la pirámide de ingresos con la de ingresos-tiempo en el DF (15-35-49 vs. 23-35-42) apreciamos el efecto cuantitativo de la introducción de la dimensión tiempo: disminuyen los no pobres, aumentan los indigentes y los pobres no indigentes quedan igual. La comparación de ambas pirámides en las ciudades (23-37-41 vs. 32-34-33) muestra un efecto similar pero mucho más acentuado.
En cuanto a NBI, dimensión muy compleja que es resultado de la combinación de los componentes de salud y seguridad social, educación, vivienda, bienes durables o equipamiento doméstico básico, manejo de basura, energía doméstica (electricidad y combustible para cocinar), condiciones sanitarias (agua-drenaje) y teléfono doméstico, las pirámides del DF y las ciudades (7-39-54 y 10-45-45) acentúan lo observado en las pirámides integrada y de ingresos, que ubica el estrato de indigentes como el menor de todos (sólo 7 y 10 por ciento, respectivamente) y, como en ingresos, al estrato de no pobres como el mayor de todos (rebasando más de 50 por ciento en el DF). Otra vez el contraste es fuerte con las pirámides sociales de NBI de las áreas rurales (49-42-9), de las localidades de 2 mil 500 a 14 mil 999 habitantes (31-48-21) y de las de 15 mil a 99 mil 999 (23-51-26), aunque el predominio de la indigencia de las áreas rurales se transforma en predominio de los pobres no indigentes en los siguientes tamaños de localidades, y aunque en las localidades de 15 mil a 99 mil 999 los indigentes son ya el estrato más pequeño, siguen predominando los pobres no indigentes.
Al combinar en el DF ingresos-tiempo (cuya pirámide es 23-35-42) con la de NBI (7-39-54), combinación en la que recibe un mayor peso la primera que la segunda dimensión (de aproximadamente 2 a 1), se obtiene la pobreza integrada (15-47-38). El efecto de la combinación es aumentar muy sustancialmente los pobres no indigentes, el estrato intermedio, disminuir el de no pobres, y derivar un valor intermedio para el de indigentes. Algo similar, que el lector puede analizar, ocurre en las ciudades. En la próxima entrega analizaremos los indicadores de cada uno de los componentes de NBI.