Usted está aquí: domingo 10 de diciembre de 2006 Espectáculos La verdad incómoda

Carlos Bonfil

La verdad incómoda

Ampliar la imagen Fotograma del documental La verdad incómoda

La primera sorpresa en el documental La verdad incómoda (An inconvenient truth), del realizador de series televisivas Davis Guggenheim, es su naturaleza imperturbablemente didáctica. Más que un documental en el estilo de las cintas de denuncia de Michael Moore (Masacre en Columbine, Fahrenheit 9/11) asistimos aquí a una larga conferencia magistral en pantalla grande, con un presentador omnipresente, el ex candidato a la presidencia estadunidense Al Gore, perdedor en elecciones muy cuestionadas que hicieron historia, y también escuela, y quien no ha dejado de alertar, desde hace 20 años, sobre los peligros del calentamiento excesivo de la Tierra, provocado por la emanación incontrolada de partículas de bióxido de carbono en la atmósfera.

La verdad incómoda retoma, en efecto, una presentación, entre informal y académica, que el activista Al Gore ha repetido más de mil veces en Estados Unidos y en varios países durante largos años, acompañada de gráficas, diapositivas, videos e inclusive dibujos animados. Todo esta ahí, puntualmente, en una nueva estrategia de promoción masiva de este mensaje urgente. Se podría cuestionar el protagonismo excesivo de Al Gore, las referencias a su vida familiar, su imagen de candidato todavía en campaña, su tono catastrofista. Se podría objetar todo esto, de no ser porque el propósito declarado del activista es señalar precisamente una catástrofe, a menudo ignorada, y que no da mucho margen a la polémica. Una mayoría de científicos coincide en la gravedad del acelerado cambio climático en la Tierra, al tiempo que un buen número de políticos coincide también en soslayar dicha gravedad, por las pérdidas enormes que representaría para el sistema económico neoliberal intentar remediarlo.

La cinta no insiste ni en el poder de las transnacionales (como lo hace el estupendo documental canadiense La corporación) ni en la denuncia de la complicidad entre políticos e industriales empeñados en colocar sus ganancias por encima del bien común, como lo haría tal vez Michael Moore. Lo suyo es el mensaje directo a la sensibilidad del gran público, para lo cual recurre a la anécdota personal (la hermana muerta de cáncer pulmonar) o a esa ilustración sobrecogedora de los estragos ecológicos a la vista: contracción de los lagos, derretimiento paulatino de las zonas polares, retracción de las costas, y efectos tan dramáticos como la inusitada violencia de los huracanes y maremotos, así como una sombría perspectiva de lo que puede ocurrir en caso de no frenar a tiempo el calentamiento terrestre. Las imágenes por satélite muestran la devastación de regiones en un periodo de sólo 30 años; las gráficas señalan que los 14 años de mayor calentamiento terrestre registrado en la historia han ocurrido justamente en las décadas más recientes. En un punto dramático, la curva ascendente en los niveles de bióxido de carbono en la atmósfera se dispara fuera de la pizarra que utiliza Al Gore para evocar el futuro inmediato.

En La verdad incómoda el contenido ­la urgencia del mensaje­ tiene prioridad evidente sobre la forma en que es transmitido. El formato de conferencia magistral con Power Point deja de lado la variedad de recursos fílmicos disponibles: contraste de puntos de vista, entrevistas, mayor aprovechamiento del material de archivo, menos habilidad oratoria y mayor ritmo cinematográfico. Al Gore, en papel de profeta del Apocalipsis, cumple cabalmente su cometido en este sermón de los glaciares, pero es posible que con esto no consiga seducir a buen número de espectadores. Cuando lanza la pregunta: "¿Es posible que empecemos a protegernos de otras amenazas, no sólo las del terrorismo?", aparece, por enésima vez, la expresión consternada del orador con una ilustración muy parca de lo evocado. Y al concluir dirigiéndose al público con un "¿Estás listo para cambiar la manera en que vives?", éste sigue ocupado, recapitulando, la copiosa información de la ponencia para poder responder con una emoción verdadera. Por su tema y por la pasión de la cruzada de Al Gore activista, La verdad incómoda pudo haber sido un documental formidable. Sin embargo, el director Davis Guggenheim se ha limitado a filmar una conferencia muy necesaria con la mayor corrección política y artística posible. Esto es mucho y a la vez demasiado poco.

Se exhibe en salas de Cinemark, Cinemex, Cinépolis y Lumiere Reforma.

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