Presupuesto federal: más allá de la estupidez
¿Presidente del empleo? Vamos a ver.
El primer proyecto de Presupuesto de Egresos que envía al Congreso el actual ocupante de Los Pinos no corresponde a su bandera de campaña. La prioridad es otra: la sacrosanta "estabilidad macroeconómica". Por eso el gasto programable propuesto acusa una reducción de 3 por ciento con respecto a 2006. ¡Buen comienzo! Así sí vamos a crear muchos empleos.
El paquete económico indica que la tasa de crecimiento del PIB para 2007 sería de 3.3 por ciento (una caída frente al 4.4 por ciento del último foxista). La estabilidad macroeconómica saltará en pedacitos y mostrará lo que es en realidad, una ficción: el déficit en cuenta corriente pasará de 2 mil 500 a 20 mil millones de dólares. Pero no os preocupéis: a pesar de la caída en el crecimiento, la SHCP calcula que se incrementarán los ingresos tributarios y saldremos adelante. Así que lo importante es fijar nuestra atención en las utilidades de los capitalistas, digo, perdón, en la creación de empleo.
Para comenzar, el señor Agustín Carstens reconoce que al ritmo de crecimiento de los últimos seis años se requerirían 65 años para duplicar el producto per cápita. Así concluye foxilandia. Pero para remediar esta situación el nuevo paquete económico viene al rescate. Las recetas son interesantes: fortalecer el estado de derecho y la seguridad pública, definir y garantizar los derechos de propiedad, reducir las trabas burocráticas ("desregular") y aumentar la competitividad de las empresas. ¿Quién escribe estas cosas?
En lo que concierne a la competitividad, Carstens también reconoce que en los últimos 45 años el crecimiento de la productividad en México es apenas 25 por ciento del de Corea. Pero sostiene que esa brecha se puede cerrar si eliminamos los "cuellos de botellas". ¿Estará hablando del gasto en ciencia y tecnología, o en educación superior? No, esos rubros no importan y por eso se reducen o permanecen estancados. También por eso la inversión en el presupuesto sometido al Congreso sufrirá una caída de 13 por ciento. Hay que tenerlo claro: esos rubros no tienen nada que ver con la brecha que nos separa de países como Corea. Lo que sí tenemos que hacer, según Carstens, es aumentar la "rentabilidad de las inversiones". ¿Cómo lograrlo?, se pregunta.
Como buen subordinado del presidente del empleo, su respuesta va al grano: es necesario "incrementar las opciones de contratación laboral" para lograr una mayor creación de empleos en el sector formal. En la SHCP así se le llama a la reforma laboral, es decir, a la introducción de un régimen de contratación y despido a mínimo costo. Eso es, hay que eliminar el costo de cada despido: esto es, adiós a la indemnización y al colchón para el gasto familiar mientras se trata de conseguir otro empleo. Así sí se va a combatir la pobreza en el régimen de Calderón-Carstens.
Siempre que uno escucha hablar de la reforma laboral, la pregunta surge: ¿qué no se está aplicando ya de facto en México? Veamos las cifras del INEGI. En 2006, último año del gobierno foxista, el PIB habrá tenido una tasa de crecimiento de 4.5 por ciento, la más alta del sexenio. Este crecimiento permitió generar 743 mil 403 empleos (tomando como indicador el número de afiliados al IMSS), el número más alto del sexenio, pero de todos modos insuficiente para cubrir la demanda del millón 200 mil nuevos empleos cada año.
Lo más grave es que de esa cantidad, 62 por ciento se compone de empleos temporales. Esa fue la tendencia a lo largo de todo el último sexenio: en promedio anual se crearon 177 mil 214 nuevos empleos (siempre tomando como indicador los afiliados al IMSS), y de ese promedio anual 68 por ciento fueron empleos temporales y 32 por ciento permanentes.
Ahora Carstens solicita reducir los costos de despido y aumentar las "opciones de contratación". Pero las estadísticas oficiales revelan que la flexibilización del mercado laboral ya está vigente en México. Lo que ahora se pide es eliminar los últimos obstáculos para poder despedir alegremente a ese 32 por ciento de trabajadores "permanentes".
El llamado mercado laboral no es más que una ficción de la teoría macroeconómica neoliberal. Pero para Carstens es también la fuente de un pesado dolor de cabeza. Para su deficiente análisis, aumentar la rentabilidad pasa por reducir el costo del despido. Con eso van a aumentar las inversiones. Poco le importa a este caballero que la política monetaria y la política fiscal mantengan una postura recesiva. Que el crédito no fluya y que el costo de la intermediación financiera sea demasiado alto. No, eso no tiene nada que ver con el mal desempeño de la inversión. Son los trabajadores que cobran por ser despedidos, ¡qué desfachatez!
El proyecto de Presupuesto de Egresos es un monumento a la ignorancia de Carstens y corona años de estupidez de los tecnócratas que nos dieron la crisis de 1982, la de 1995, el Fobaproa, los Pidiregas, la dependencia total frente a la economía de Estados Unidos y unos 20 años de estancamiento. Debe ser rechazado y reformulado de acuerdo con un diagnóstico serio y prioridades responsables.