Usted está aquí: miércoles 13 de diciembre de 2006 Opinión La otra historia cuenta

Javier Aranda Luna

La otra historia cuenta

Generalmente la historia es un inventario de fechas y de nombres donde los cambios ocurren en unos días y sus protagonistas son unos cuantos. Y la historia la cuentan, nos enseñó en México Miguel León-Portilla, los vencedores. La historia cuenta pero no siempre nos cuenta el cuento de la verdad. La historia más completa está hecha de matices, es un prisma cuya imagen mejor retrata la cultura de todos los días, la minucia cotidiana que nos forma sin darnos cuenta y de la que formamos parte.

Un buen acercamiento a esa historia llena de matices nos la obsequió Diego Rivera con su mural Un domingo en la Alameda, donde los grandes hombres no sólo son los que rescata el bronce, la historia patria y la nomenclatura de nuestras principales calles sino poetas como Ignacio Ramírez, quien sacudió nuestro deísmo antes que Nietzsche con famosa tesis de ''Dios no existe", o artistas plásticos como Posada, quien hizo la crónica de sus días mediante calaveras o de Frida Kahlo, quien nos mostró que la pasión de uno forma parte de la vida de todos. Ojalá su centenario, por cierto, que se cumple el próximo año, no termine siendo un incensario de clichés o un busto de lugares comunes. No lo merece.

El mural de Rivera incluye la vida menuda, el paso de los días que son meses que son años, los protagonistas sin nombre o cuyo nombre es legión o multitud o muchedumbre. Hace tres años el Fondo de Cultura Económica (FCE) y El Colegio de México (Colmex) lanzaron al mercado Historia de la vida cotidiana en México. Una historia monumental que va de la época prehispánica al siglo XX, construida con esa vida menuda que forma nuestros hábitos gastronómicos, de higiene, de vestir, nuestro mundo de hierbas y curanderos, de cortejos fúnebres, de nuestros sistemas penitenciarios, nuestras formas de ocio, nuestras maneras para matar el hambre, nuestra idea del cuerpo y del erotismo.

Gracias a esa historia de minucias que a final de cuentas pesan más que los bustos de bronce uno se entera, por ejemplo, que era un costumbre perversa el baño para el alto clero de Roma en la época de la conquista al grado de reconvenir a las órdenes de la Nueva España, cuando se enteraban que en los conventos se había instalado un lugar para asearse o que ese acto cotidiano de lavarnos los dientes es algo reciente, de unos 60 años para acá, que los primeros cepillos dentales nos los trajo la Nao de China y eran de cerdas de jabalí y que eran para unos cuantos y después surgieron los de hilos de cobre que poseían sólo las clases pudientes y que contaban únicamente con uno por familia y que no lo usaban a diario sino cuando se necesitaba y que los pueblos mesoamericanos se limpiaban la dentadura con ceniza y puntas de maguey.

Uno se entera también, gracias a la lectura de esos tomos, de que uno de los principales conservadores de la herbolaria mexicana se la debemos a las monjas y a los frailes que inclusive acostumbraban curarse de espanto o que la tradicional discriminación no la padecieron sólo los indios, sino los propios conquistadores, o que el matrimonio no fue una prioridad en el mundo virreinal por la abundancia de hijos naturales y la escasa demanda nupcial entre indios, criollos y españoles.

Esa historia pesa más en nuestras vidas que muchos de los grandes momentos. No demerito los cambios de los grandes movimientos armados, de las luchas políticas, pero es indudable que la historia no la hacen unos cuantos ni ocurren sólo en ciertos momentos sino todos los días, todo el tiempo, casi sin darnos cuenta.

La Historia de la vida cotidiana en México es una historia hecha a partir de la cultura. De los oficios y el consumo de bebidas embriagantes (en algún momento algunos quisieron prohibir el consumo del pulque para favorecer a la cerveza) del hábito de llorar prehispánico que desembocó en nuestro dicho de los hombres no lloran, de la sexualidad y el concepto el cuerpo, de la industria de la guerra y de la música, de nuestro lenguaje circular, barroco y lleno de diminutivos que nos viene de las culturas precortesianas, de los ritos fugitivos y los que aún practicamos.

La Historia de la vida cotidiana en México es un trabajo de investigación como no se había hecho en el país, armada por un equipo de investigadores de indudable capacidad que convocó el Colmex y publicó el FCE.

 
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