Agente de tránsito cumple 52 años de servicio
En los años cincuenta del siglo 20 en la ciudad de México había sólo dos semáforos, ubicados en las esquinas de Reforma y Bucareli, y de Taller y Tlalpan. En aquel tiempo los oficiales de la Dirección de Tránsito se subían a un banquito para dirigir la circulación vial, y por las noches tenían que utilizar una lámpara de petróleo para hacer las señales a los automovilistas.
Estos son algunos recuerdos de Rodolfo Martínez Pitalúa, primer oficial de tránsito, quien tiene 52 años de servicio en la Secretaría de Seguridad Pública. "Eran friegas sabrosas. Trabajábamos de las siete de la mañana a las 10 de la noche", recuerda. Agrega que en esa época había pocos automóviles, sobre todo en zonas como Tlalpan, donde "todo era puro llano, y uno tenía que estar ahí para dar el paso al tranvía que iba a Xochimilco".
Martínez Pitalúa, de 72 años, continúa rememorando: "Antes el Eje Central era puro lodo, y en Reforma e Insurgentes sólo había pasto". Al semáforo de Bucareli, "nosotros le llamábamos matraca, porque para el cambio de luces le teníamos que dar cuerda: una vuelta para la preventiva, otra más para el siga", explica entre risas. Además del silbato, los elementos de tránsito utilizaban un "cajoncito", en el cual se subían para dar las indicaciones a los automovilistas, y para el turno de la noche se ayudaban con la lámpara de petróleo.
Luego se instalaron los llamados parasoles, una caseta metálica con sombrilla, desde donde los uniformados realizaban su labor. Rodolfo Martínez recuerda que en una ocasión, cuando se encontraba en su puesto en Puente de Alvarado y Buenavista, un tranvía lo arrastró varios metros, con todo y parasol, ocasionándole fuertes golpes en la cabeza, pero "lo bonito es que de inmediato la gente fue a ayudarme y a preguntarme si estaba bien; eso de verdad que no lo olvido".