Mural de Alvaro Verduzco marca el final del ciclo A la pared, que comenzó en 2004

Intervienen dos artistas la rampa y un muro del Museo de Arte Carrillo Gil

MERRY MACMASTERS

A la manera de cuerpos invasores, dos formas disímiles han invadido los espacios del Museo de Arte Carrillo Gil.

Se trata de Huésped, del alemán Jachym Fleig (1970), intervención en una de las esquinas de la rampa que sirve de acceso a los diferentes niveles del recinto de avenida Revolución 1608, San Angel y, dentro del programa A la pared, en el vestíbulo, se emplazó la propuesta Metástasis entrópica, del mexicano Alvaro Verduzco (1977).

El trabajo de Verduzco, noveno en la serie, da fin al ciclo A la pared, iniciado en 2004 para revisar e impulsar la práctica muralística alejada de ''la referencia histórica inmediata que tenemos en nuestro país" sobre este género, expresa Graciela Kasep, curadora de ambos proyectos.

A diferencia de los trabajos anteriores, el de Verduzco careció de boceto previo, lo que le permitió ''crecer" sobre la pared conforme avanzaba. El artista llevaba ya tres intervenciones en muro, todas ''muy planeadas, muy lógicas", pero que lo condujeron a cierta rigidez que ahora ha querido evitar en aras de la gestualidad.

Para su trabajo muralístico también echa mano de ''elementos y dibujos vernáculos de la cultura popular", porque le interesa la relación entre ésta y el ''arte alto". Su incursión en el muro se debió a que trabajaba con formatos ''muy grandes" en papel, entonces pensó que el siguiente paso era hacer dibujos directamente sobre la pared.

Aunque a Verduzco le gusta el muralismo, lo compara con el cine de Eisenstein: ''Está hecho increíblemente, pero es súper dogmático".

Sin restar méritos a muralistas como Siqueiros y Orozco, piensa que el muralismo cayó en un dogmatismo retórico en el sentido de educar a las personas. Agrega: ''Trato de manejar esos lenguajes, en vez de que ellos manejen un mensaje. Sumar las imágenes para dar a entender un proceso creativo".

Con los sobrantes del proceso ­latas de aerosol, de pintura, rodillos y mucha cinta masking­ hará una escultura para el área donde también ha realizado, a mano, el texto explicativo en vez de emplear un vinil ''serio e institucional".

Húesped

En la primera vuelta de la rampa del museo Carrillo Gil, el visitante se encuentra con Huésped que, a la manera de un parásito, crece y emerge de la estructura del edificio. Lo que parece un gigantesco panal, por fortuna sin abejas, continúa hasta el último piso.

De estudiante, Jachym Fleig empezó a agregar objetos escultóricos a su entorno para encontrar una simbiosis entre ambos elementos de la realidad. Comenzó a pegar o construir piezas dentro de espacios arquitectónicos o afuera de lugares públicos.

Le resultó interesante añadir una estructura sin función en un área funcional, como en el caso de un museo, que no se usa para mostrar arte. Encontró que ambos tipos de ''realidad" trabajaban bien juntas. Además, mientras la escultura extrae energía de su alrededor, también lo cuestiona en cuanto a su realidad allí.

Fleig gusta de emplear materiales baratos y oriundos del lugar. Durante una visita a México, en 2005, conoció el cartón corrugado que se usa para hacer cajas. El artista tardó tres semanas en construir la pieza con base en módulos de unicel, cubiertos con el cartón que, al montarse, fueron recubiertos en parte con yeso.

Crear objetos efímeros le da un sentido de libertad a Fleig. Recuerda sus días estudiantiles cuando aprendió que le costaba mantener un espacio para sus esculturas. Ahora puede hacer obras enormes, porque después de la exposición quedarán en el recinto para ser ''destruidas o perdidas".