Basura
Apenas arranca el sexenio y en diversas regiones del país ya le recuerdan a los nuevos responsables del sector ambiental uno de los problemas que dejó, y agravado, el señor Fox: la basura.
El 13 de noviembre pasado citamos aquí varios ejemplos para demostrar cómo México no cuenta todavía con sitios seguros para confinar los desechos tóxicos y peligrosos provenientes de la industria y cómo la mayoría de los muncipios tampoco disponen de las instalaciones adecuadas para los que generan los hogares. Referimos el caso de la construcción de un confinamiento de desechos tóxicos y peligrosos en el municipio de Plutarco Elías Calles (antes Sonoyta), en la frontera con Estados Unidos. Aunque se aseguró inicialmente que contaba ya con todos los permisos necesarios, la verdad es que el anterior cabildo de Sonoyita, y también el actual, han negado el de uso del suelo.
Varios grupos ecologistas de Sonora afirman que en este proyecto se necesita la mayor transparencia, habida cuenta la experiencia negativa que se tuvo con otro confinamiento, el de La Víbora, que funcionó a 30 kilómetros de Hermosillo y finalmente fue clausurado luego de una larga lucha ciudadana. Aunque las autoridades federales sostienen que en Sonoyita solamente irán a parar desechos de la industria nacional, hay la creencia de que también servirá para depositar los del sur de Estados Unidos. Por lo pronto, los pobladores de Sonoyta han realizado diversos actos públicos para expresar su oposición a la nueva obra.
Por otra parte, en Coahuila, Puebla y Querétaro despierta inquietud la noticia, no confirmada por la instancia ambiental federal, de que en esas entidades se construirán otros confinamientos. Varios lectores se quejan del secreto con que el asunto se maneja en las altas esferas burocráticas, por lo que exigen toda la información sobre dichos proyectos a fin de conocer sus características y la seriedad de las empresas que los manejarían.
Parece que la anterior administración federal autorizó abrir 15 nuevos sitios para enviar desechos tóxicos y peligrosos, pero no se sabe en qué zonas estarían ubicados ni las características de cada uno. Nadie duda de la urgencia de contar con instalaciones adecuadas para depositar los desechos indeseables que cada vez en mayor volumen genera la industria, misma que debía funcionar con tecnología más limpia, menos contaminante, máxime si solamente existe uno, sobresaturado, en Mina, Nuevo León.
La construcción y el manejo de los confinamientos futuros debe estar regulado bajo normas estrictas de seguridad para que no se conviertan en un problema ambiental y de salud. La claridad y la transparencia deben ser normas básicas, especialmente en este caso, pues es frecuente favorecer desde el sector público con licencias y concesiones a familiares y amigos. Igualmente son una forma de pagar deudas electorales.
De otra basura, la de hogar, se quejan en Puebla, porque no se cobra lo que cuesta recogerla. Los municipios son deficitarios en ese sentido, además de que no hay la cultura de la separación y reutilización y por eso mucho desperdicio termina en tiraderos a cielo abierto sin que antes se le haya hecho el trabajo de la pepena. Como la mayoría de los municipios poblanos no cuentan con rellenos sanitarios, los sitios donde se tira la basura se convierten en focos de contaminación y de enfermedades. Igual sucede en Querétaro; aquí apenas se recoge una tercera parte de la basura proveniente de centros urbanos. Arrojarla en sitios inadecuados causa ya la contaminación de los mantos freáticos.
En tanto, recolectar y trasladar hasta muncipios cercanos las 600 toneladas de basura que diario arroja la ciudad de Toluca cuesta 60 millones de pesos cada año. Con menos 40 millones se podría construir un confinamiento en dicha ciudad y todos saldríamos ganando. Pero el traslado parece ser un negocio a la medida de ciertos allegados a la actual administración municipal.
Un problema cada vez mayor son las casi 100 mil toneladas de desechos que diariamente generan los hogares en el país, la mayoría de las cuales van a dar a sitios inadecuados. Nos acaban de prometer, por enésima vez, hacer de México un país limpio. Les creemos, claro.