Triunfo y cornada a Garibay
Los toreros actuales han considerado externo el modo de torear y dejado de lado lo esencial; el objeto de fondo de su torería. Sólo disponibilidad ocasional de sus diversos procedimientos estilísticos. O bien abstrusas reconditeces. Pese a que algunos toreros han sabido extraer el impulso popular que llega a los tendidos de sí mismos, de su propio sentir, sea mexicano, sevillano, madrileño, mediterráneo: un coqueteo meramente externo. La regla fundamental es la misma: parar, templar y mandar.
A todo esto hay que agregar que el toro con años, cornamenta desarrollada, musculosa, que galopa no trota, ha dado paso al novillón amensado con pocos años, que difícilmente aguanta un puyazo. Y que no digamos galopa, ni siquiera trota, embiste paso a pasito, no lo vayan a despertar. Corridas van y vienen y cada tarde es lo mismo.
Los aficionados con una vocación depresiva inmodificable, llegamos domingo a domingo a aburrirnos, en espera de que en alguna tarde surja el milagro de la torería. Compulsión a la repetición, vuelta a esperar el milagro. Hoy que la emoción casi desapareció de los redondeles. Solo ballet torero, bueno o malo, cuyo creador fue Enrique Ponce el torero valenciano de las filigranas y vaivenes de palmera mediterránea.
En este estado de las corridas de toros ya no llama la atención que en Barcelona prácticamente desaparecerán. Y será el empresario el que se digne a utilizar la bella plaza en otros espectáculos. Las corridas se refugiarán en los pueblos y las tientas ganaderas. Pareciera que el espectáculo taurino no encaja en las grandes ciudades, y sin emoción menos.
Ayer, los toros de Barralva bien presentados embistieron en comparación a los del resto de la temporada, toreables en general se dejaban meter mano. Garibay salió con una actitud que no le conocía y con entrega y valor realizó una faena emotiva de gran intensidad hasta llevarse una dolorosa cornada y salir del redondel con las orejas en la mano rumbo a la enfermería. César Jiménez fracasó y dejó mucho que desear. Habrá que resaltar un quite del sobresaliente Rafael de Alba por gaoneras que puso en pie a la plaza.