En la séptima corrida, tarde triunfal de banderilleros, sobresaliente y trompetero
Dos orejas generosas y cornada a Ignacio Garibay; palmas y pitos a César Jiménez
Bien presentados y sosos, los de Barralva
Lucidos pares de Bacelis, Campos y Sánchez
Ampliar la imagen Tras recibir dos cornadas, Ignacio Garibay le cortó las orejas a su enemigo Foto: Jesús Villaseca
Tarde de muchas emociones. De entrada, la presentación del aleccionador libro El toreo en su grandeza, del matador en retiro Juan de Dios Salazar, en la Asociación Nacional de Matadores, urgida como nuca de recuperar presencia e influencia.
Enseguida el encuentro con uno de los mejores críticos taurinos del mundo, Horacio Reiba o Alcalino, de La Jornada de Oriente, y con su hijo, el joven abogado Daniel. Luego la oportunidad de presentar al antes citado cronista con una lúcida pluma inversamente proporcional al submundo de los toros con el serenamente satisfecho fotógrafo, editor y patrocinador de su estupendo libro Manolo Martínez, genio y figura: Donaciano R. Botello.
Lo anterior a pesar del lamentable bebedero denominado El Ruedo, donde cuando no hay goteras en medio de la mesa, las cervezas están tibias "porque acaban de poner el hielo", o la atención se tarda como si fueran por los platillos al Ajusco. En cualquier caso, el propietario de tan estratégico lugar a sólo media cuadra de la entrada principal del coso muestra el mismo criterio empresarial que sus sucesivos vecinos de la plazota: muy pobre filosofía de servicio hacia sus clientes, por lo que bien merecido se tiene la discreta asistencia de comensales cada domingo.
Por fin la "nueva" empresa de la México, Renovación Taurina 2006, se puso las antenas y recordó la miniferia "torista" que ofreció al público capitalino allá por mayo prueba científica de que la empresa anterior presentó novillotes durante 13 años y anunció en vez de un encierro de la ilusión para figurines que mal pueden hacer media entrada, una corrida de Barralva, es decir, toros con edad y trapío, para un improvisado mano a mano entre Ignacio Garibay y el madrileño César Jiménez.
Jiménez, alumno aventajado de José Miguel Arroyo Joselito, tuvo la ocurrencia de retar en un mano a mano a las figuras (?) mexicanas y obvio, si no tenemos como ninguna aceptara fue Ignacio Garibay quien recogió el guante y plantó cara al desafío, sin que empresa ni torero tomaran en cuenta lo desproporcionado del encuentro: el mexicano, con 18 corridas toreadas este año; el español, 70 lidias, más las que falten al 31 de diciembre. Lo dicho: entre empresarios taurinos y restauranteros te veas.
Ah, sí, la corrida. Bueno, pues a Garibay le tocaron los mejorcitos toros del encierro, primero y tercero, en los que por cierto fueron sacados al tercio los banderilleros Raúl Bacelis y Gustavo Campos por sendos pares de banderillas, así como Christian Sánchez en el sexto, asomándose todos al balcón y recreándose en la suerte, no a cabeza pasadísima, única aportación de El Juli a la tauromaquia.
A su primero, Garibay lo toreó muy bien de capa, no lo supo cuidar en varas y estructuró una buena faena derechista de corta duración pues al toro le sobró castigo. Acabó con manoletinas despegadas, un pinchazo arriba y tres cuartos caída. Salió al tercio cuando debió haber cortado una oreja
Y con su segundo, que tomó una vara y brindó al maestro César Rincón, quien recibió una carretada de aplausos, Garibay volvió al derechismo espíritu de la época con temple, excepto en los remates; ligó tres circurrets derechazo de vuelta entera en el que se despide por alto, fue prendido en el último, recibió una cornada en la entrepierna, se levantó encastado y toreó por manoletinas, dejó una estocada caída y trasera y el juez Miguel Angel Cardona, santaclosero como corresponde a la época, le soltó dos orejas y ordenó arrastre lento para los restos del mansurrón. Concertacesionismo taurino habemus.
César Jiménez, de 22 años, es un torero valiente, con técnica y afición al que sólo le falta enamorarse y que lo manden al carajo para poner los pies en la tierra, no con humildad sino con la emotividad de los corazones defraudados. Se quedó con cuatro toros deslucidos y repetidores a los cuales, por tieso e inexpresivo, no pudo hacer ni media faena.
Lo más lucido de la tarde corrió a cargo del sobresaliente Rafael de Alba, que realizó un quitazo por gaoneras muy quietas al quinto, que deslumbraron al público unas 7 mil gentes, así como las conmovedoras "faenas musicales" del trompetista de la banda de música ¿Constantino, Miguel, Hildeberto?, que llenó de emocionante verdad el inmenso y defraudado embudo.