El gobierno italiano rechaza aplicar la eutanasia al ciudadano Piergiorgio Welby
"Soy prisionero en mi propio cuerpo y sólo deseo la misercordia de la muerte"
Me siento incapaz de desconectarle los aparatos, dice la ministra de Salud, Livia Turco
Ampliar la imagen Los primeros signos de debilidad muscular del ciudadano italiano fueron evidentes cuando tenía 16 años; sin embargo, su salud se ha deteriorado a tal grado que actualmente sólo se comunica por computadora. Desde hace 10 años está conectado a un respirador artificial Foto: Ap
Roma, 18 de diciembre. El italiano Piergiorgio Welby está paralizado desde hace años, se alimenta y respira de manera artificial, pero desde hace unas semanas sólo quiere una cosa: morir.
Todos los días su imagen aparece en los diarios italianos, cada noche está en los noticieros. Es un hombre de 60 años, atado a la cama debido a una atrofia muscular incurable, con el rostro tieso y la mirada desesperada. Sólo mueve los ojos.
"Soy prisionero de mi propio cuerpo", hizo saber al presidente Giorgio Napolitano, y añadió: "Pronto ni siquiera voy a poder entrar en contacto con el mundo con mis propios ojos". El hombre lucha por su propia muerte y busca legalmente que los médicos pongan fin a su vida. Hasta ahora no ha tenido sin resultados.
Toda Italia sigue el drama y sufre con el romano. Hace mucho que la gente no se conmovía así. "Esta es la guerra de Piero", escribe un diario.
En 50 ciudades hubo vigilias la noche del sábado por el enfermo y desde hace mucho su deseo de morir se transformó en un tema político. Ante los ojos del Vaticano ésta es una dura disputa en favor y en contra de la eutanasia.
Por ahora la justicia destruyó la esperanza de Welby de una pronta muerte. Un tribunal civil de Roma rechazó la petición del enfermo: aceptó que en principio tiene derecho a interrumpir la terapia y apagar los aparatos que lo mantienen con vida, pero señaló que no hay ninguna ley que lo permita, algo casi incomprensible para el afectado.
Debate en los medios
"Welby está condenado a seguir viviendo", tituló ayer el diario La Stampa.
El camino de sufrimiento de Welby es largo: los primeros signos de la debilidad muscular surgieron cuando tenía 16 años. Durante mucho tiempo las peores consecuencias estuvieron bajo control, después llegó la silla de ruedas y desde hace 10 años Welby respira de forma artificial.
Los mensajes los emite mediante una computadora. La enfermedad no se deja detener, la cura está descartada y por eso Welby está decidió a actuar.
Su primer grito de ayuda lo lanzó en septiembre pasado al presidente Napolitano. "Lo que me queda no es vida. Sólo es aferrarse terca y absurdamente a la mantención de las funciones biológicas". Todo lo que pretende Welby es "la misericordia de la eutanasia".
Napolitano se mostró profundamente conmovido, pero tampoco pudo actuar. Entonces Welby apeló a la justicia, para que autorizara a los médicos apagar los aparatos que le impiden morir.
El dilema es que en Italia no es legal ni la eutanasia activa ni pasiva, y según los medios, los galenos pueden ser condenados a 15 años de cárcel si la ejecutan. Hay pocas posibilidades de aprobar pronto una ley y las opiniones están divididas.
"Yo personalmente no sería capaz de desconectar los aparatos", señaló la ministra de Salud, Livia Turco. A esto se suma la dura postura del Vaticano. Las recientes declaraciones de un cardenal, según el cual la eutanasia "siempre es una forma de asesinato", no son de gran ayuda.
¿Qué hacer? Los medios italianos especulan con un largo camino judicial que llegaría a la Corte Europea. Varios analistas afirman que actualmente nadie puede decir "cuanto tiempo más será mantenido con vida contra su voluntad". Agregan que actualmente el propio Welby está tan desesperado que no es capaz de hablar sobre el tema.
El Corriere della Sera señaló ayer: "La batalla aún no ha terminado".