Adultos inocentes
Los diccionarios de sinónimos asocian la voz inocente (del latín innocens) con aquello que carece de argucia, que no sospecha, ni supone o conlleva maldad, porque la ignora. Prima hermana de la inocencia serían la "candidez" (limpieza), la "ingenuidad" (sinceridad, de buena fe) y la "sencillez" (sin doblez).
El santoral de la Iglesia evoca a los "santos inocentes" el 28 de diciembre, día en que la leyenda cuenta que el rey Herodes decidió sacrificar a todos los niños menores de dos años, temiendo que entre ellos estuviese el futuro "rey de los judíos". En cambio, los historiadores atribuyen el festejo a una broma pesada que Herodes Agripa II, su nieto, gastó a distinguidos comensales durante los festejos de su trigésimo aniversario, un 28 de diciembre.
¿Por qué los adultos identifican "inocencia" con "infancia"? El fenómeno meteorológico que los científicos llaman El Niño ha causado estragos. Y el platillo llamado "niño envuelto" podría ser tan indigesto como el sonado escándalo que tuvo lugar en el Buenos de Aires de 1949: un "bebé al horno con papas", servido por una empleada doméstica para festejar el aniversario de boda de sus padres.
¿Son inocentes los adultos? Creo que en el siglo pasado muchos de los que dejaron de ser "un alfeñique de 44 kilos", beneficiándose con las 14 lecciones con 42 ejercicios de "tensión dinámica" de Charles Atlas, compartieron las tribulaciones sufridas por aquel soldado nicaragüense que viajó a Nueva York para darle las gracias al profesor en persona (Sergio Ramírez, Charles Atlas también muere, Editorial Joaquín Mortiz, 1976).
La inocencia de los adultos existe, aunque sus reacciones pueden resultar impredecibles. A fines del decenio de 1940, una emisora muy sintonizada de Ecuador remedó la transmisión de La guerra de los mundos. En Nueva York, la radiodifusión de la novela de H.G.Wells (1939, con voz de Orson Wells) ya había causado una situación de pánico y un par de suicidios. Y en el país andino, cuando los responsables del guión informaron a decenas de miles de personas refugiadas en las montañas que todo era broma, la indignación popular echó fuego al edificio de la radiodifusora.
También en Holanda, tras varios años de búsqueda infructuosa, la policía detuvo a un hombre que se dedicaba a coleccionar dentaduras postizas. Sin embargo, el hobby del coleccionista resultó menos desconcertante que la inocencia de tanta gente que había enviado por correo sus prótesis dentales a un desconocido, con el fin de que un laboratorio se ocupara de detectar "posibles materiales tóxicos".
Historia menos dramática tuvo lugar en Leeuwarden. En acuerdo con los organizadores del Récord Mundial Guiness, un canal de televisión de la ciudad holandesa contrató a 100 personas que trabajaron durante semanas para acomodar 4 millones de fichas de dominó, separadas con exactitud milimétrica. Cuando todo estaba listo para el show, un gorrión se posó sobre una de las piezas, deshaciendo 23 mil fichas del juego. Enfurecido, un empleado del evento mató al gorrión con un rifle de aire comprimido y el ecocida fue multado con 200 euros, porque la especie figuraba en el catálogo de especies en extinción". Los organizadores decidieron realizar un funeral televisado de la víctima y en las páginas web se creó un sitio para que la gente deje sus condolencias. El gorrión mártir se exhibe, congelado, en el Museo de Historia Natural de Rotterdam.
Hasta no demostrar lo contrario, las personas tienen derecho a pecar de inocentes. ¿Cómo calificar si no al argentino que, según cable de Notimex del 14 de agosto de 2001, se encadenó a un poste en una calle céntrica de Buenos Aires y empezó a gritar "¡No a la discriminación!" El vía crucis del señor consistía en que nadie le alquilaba un departamento para vivir con una oveja. Los médicos dictaminaron que el hombre era "normal". "Inocente", falló la justicia.
Otra historia protagonizada por argentinos giró en torno a la tenencia de un loro llamado Paquito. Una pareja que decide divorciarse sin acordar quién se queda con el loro de la familia. La justicia que falla a favor del esposo y la mujer que reclama. El esposo que anuncia "el loro murió" y el abogado defensor de ella (apodado El Pájaro) que le advierte acerca de las consecuencias de "mentir a la justicia". A todo esto, la televisión de todo el país fija sus cámaras en el drama. Entonces la hija visita al papá y, en complicidad con la madre, secuestra al loro. En mesas redondas y transmisiones en vivo, sicólogos y ambientalistas participan en el debate: ¿quién debe quedarse con Paquito? ¿Hasta dónde se viola la Ley Sarmiento, que garantiza el buen trato a los animales?
El problema de fondo era que el loro decía malas palabras. Y en la tele, mientras enviaba saludos a sus amiguitos, la niña declaraba: "Se las enseñé yo". Por su lado, la madre aseguraba que cuando su ex perdía el control le pegaba y caía en "pozos depresivos" (el loro). El ex dijo que estaba harto de sus insultos (de Paquito). El caso pasó a la Cámara Sexta del Crimen y luego, a la Justicia de Menores.