Estación Taxqueña
Solía decir don Luis Cardoza y Aragón, el poeta y crítico guatemalteco, lo siguiente: "México es tan fuerte, que los mexicanos no han podido acabar con él". Lástima que no alcanzó a vivir nuestros recientes avatares, pues hubiera formulado con ellos aforismos plenos de humor. Como hizo incontables comentarios sobre el muralismo mexicano, movimiento del que fue testigo durante su primera estancia en nuestro país, y debido a que igualmente puso en cuestión la valía del "arte de mensaje" refiriéndose a que ningún mensaje, por noble que sea, puede avalar un mal mural, hubiera formulado opiniones positivas sobre esta nueva obra pública, inaugurada el domingo 26 de noviembre del año pasado, por el ahora ex jefe de Gobierno del Distrito Federal Alejandro Encinas. Fue proyectada hace bastante tiempo y logró concretarse en un lapso record. El resultado me pareció encomiable.
Me refiero a los murales de Alberto Castro Leñero en esa estación del metro visitada por miles de usuarios cada momento, sea en las horas pico o en otras. En estos murales no hay burguesía retrógrada que se haya apropiado del mensaje, no hay folclor mediatizado, ni las cumbres del Popocatepetl y el Iztaccíhuatl o los héroes patrios, y sin embargo el efecto que produce el conjunto resulta mexicano, que no mexicanista. Los cuatro paneles son aptos para ser vistos de pasada desde diferentes ángulos visuales, por su estructura son perfectamente congruentes con el sitio de su ubicación, además de ser de fácil mantenimiento.
Son cuatro composiciones, todas casi de idéntico tamaño (unos 12 metros de largo) y en forma de hexágonos muy alargados, sostenidos por estructuras ideadas por el propio autor, auxiliado por un equipo competente de ingenieros y expertos en resistencia de materiales. Este aspecto del proyecto fue resuelto en conjunto por una compañía que orquesta Marta Papadimitriou, ex curadora del Museo del Chopo, así como por un arquitecto y un ingeniero del Sistema de Transporte Colectivo. Me informé sobre el costo total de producción, que no fue nada alto en comparación con otras obras realizadas. Están realizados en teselas y cerámica industrial adquiridas en Puebla y Guanajuato, en variedad de colores, pero hay predominancia de un color básico, en diferentes matices en tres de las estructuras, cada una de distinto aire. El denominado azul, no es que sea en su totalidad de ese color, pero tal es el dominante, tiene que ver con el agua, y la luz neón del iluminado produce reflejos de espejo. En el lado opuesto hay contrapartida en tonos ocre y siena, la dirección del ritmo le da el nombre: Horizontal.
Transitando hacia adelante, haciendo frente a una de las entradas, se encuentra Fuego en tonos rosados. Las formas que los animan son similares a las que conocemos a través de esculturas y pinturas del mismo autor realizadas al óleo con encáustica o en bronce. Son siempre orgánicas, y el denominado fuego está cortado por diagonales que se cruzan en el centro. Las teselas o azulejos cortados en triángulo o en pequeños rectángulos pueden formar curvas que se retuercen sobre sí mismas o ascienden en bandada. Me fue dicho que se emplearon 25 mil por mural y que llegaron a su destino (bajo selección del propio artista) en cuadrados de 10 x 10.
El segundo mural al poniente es distinto de los otros tres. En él hay figuras y medias figuras que recrean el tránsito de los usuarios, con objeto de que éstos "se vean allí, de algún modo representados". Estas figuras están silueteadas en bandas verticales, la composición es más polícroma que las otras, pero juega bien con ellas, y además la figuración, que en algo recuerda la de José (el segundo de la dinastía Castro Leñero), provoca sorpresa. En el eje vertical de mayor amplitud, hay una figura masculina que yo identifico como autorretrato de Alberto, cosa que, de ser cierta, implica un guiño muy ad- hoc, pues él prácticamente vivió en la estación cabeza del Metro Taxqueña desde principios de octubre pasado hasta el momento en que se inauguró el mural.
Las estructuras sobre las que se adhirieron teselas y mosaicos son de acero y fueron recubiertas con una malla sobre la que se aplicó cemento, mas no son totalmente planas: hay concavidades y salientes con el objetivo de que los elementos reflejantes que hacen la composición adquirieran cierta movilidad.
Colaboraron 60 operarios, además de doña Margarita Rodríguez Malpica, gerente de atención al usuario. Hablamos con algunos de ellos, todos cercanos al artista. Lo que desconozco es la reacción de los transeúntes ante la presencia de algo que antes no estaba. Me fue dicho que una señora observó lo siguiente ante el panel Horizontal: "Es la tumba de un faraón y las formas blancas son sus huesos". Tal vez quienes analizan (Graciela Schmillchuk, por ejemplo) los fenómenos de la recepción artística, podrían formular algunas entrevistas que ilustraran sobre el nivel de consciencia estética de los receptores.