¿La Fiesta en Paz?
El Pana, ¡qué desperdicio!
Ampliar la imagen Carismático matador, El Pana, se despedirá de los ruedos en la monumental Plaza México
SI ALGO DISTINGUE al México actual es una sólida tradición de desperdicio, tanto de seres como de bienes, quizá por ello se dice que por estos rumbos la gente más que labrar su destino, lo soporta.
ESA ENORME CAPACIDAD para desaprovechar y la citada frase parecen resumir la vida de algunos carismáticos toreros mexicanos que, teniendo todo para haberse convertido en referencia, parteaguas o ídolos del público taurino de México, han debido soportar un destino ingrato, inversamente proporcional a su talento y a su personalidad.
DESCONCERTADOS, DECEPCIONADOS, RUMIANDO su impotencia, estos toreros que debieron ser, miran pasar el tiempo y atestiguan el encumbramiento artificial de los favoritos de las empresas, que no del público, que no llenarán plazas ni arrebatarán el corazón de los espectadores, pero torearán cada ocho días por inconfesables motivos, mientras la fiesta de toros continúa sumida en esta absurda crisis provocada por los propios taurinos.
UNO DE ESTOS magníficos toreros desperdiciados es Rodolfo Rodríguez, El Pana (Apizaco, 02/02/52 y 27 años de alternativa), quien desde la época del empresario Alfonso Gaona empezó a padecer las mentalidades de unos profesionales taurinos sin visión de futuro, engolosinados con las entradas seguras que les garantizaba el auge martinista y plegados a los designios y arbitrariedades del regiomontano, entre las cuales destacaba, precisamente, negarse a alternar con diestros poseedores de un estilo que pudiera hacerle sombra al suyo.
EL PANA, CON un acusado sello étnico-taurino de sentimiento y hondura, en la mejor línea de los Silverios y de los Callaos, y con un imán de taquilla que ya quisieran varios de los que figuran, pero además franco y directo para llamar a las cosas por su nombre y denunciar los vetos de que empezaba a ser objeto por parte del nefasto "mandón", fue "parado" por éste y sus incondicionales, incluidas empresas y crítica, que prefirieron someterse a Martínez que consolidar la carrera del tlaxcalteca como invaluable detonador.
Y NO, EL PANA no quiso tragar, en el argot taurino sinónimo de la actitud sumisa de quien aguanta en silencio arbitrariedades y abusos mientras consolida una posición, sino que consciente de su valía y de su elocuente decir torero se fue de la boca, provocando la ira de Martínez y las consiguientes indicaciones a los metidos a empresarios: no sólo no alternó con el diestro tlaxcalteca, sino que prohibió contratarlo, aunque llevara mucha gente a la taquilla, aunque pudiera ser un elemento que desamodorrara a quienes ya tenían una década figurando y aunque fuese garantía de pingüe negocio para los pasmados promotores.
HOY, EL PANA dice adiós a su profesión en la monumental Plaza México, y con su luminoso toreo reiterará que ni Martínez ni los empresarios ni la crítica especializada tuvieron razón en vetarlo, como no fuera para debilitar una fiesta hace años carente de grandeza y de personalidades arrebatadoras.
Carismático matador, El Pana, se despedirá de los ruedos en la monumental Plaza México