"No se vale otro madrazo", clamor popular; comer 3 veces al día, costumbre
Golpe al paladar callejero: subió la tortilla y bajó el consumo de tacos
Antes alcanzaba para tres; hoy para dos
Algunos pagaron $8 por uno de guisado
Ampliar la imagen El taco nuestro de cada día Foto: Fabrizio León
Un nuevo golpe se asestó ayer a los seguidores de la dieta T, al incrementarse entre 25 y 30 por ciento los tradicionales tacos de guisado, cuerito, nana, buche y al pastor; las tostadas, los tlacoyos y hasta los tamales, afectando su economía y barriga, pues en lugar de comprar tres, sólo les alcanzó para dos.
Con un salario mínimo diario de 50 pesos es imposible disponer de 20 para comer, es una "grosería para los jodidos", dijeron algunos degustadores, que "agrandaban" con nopales, papas, frijoles, rábanos y pápalo su taco y aprovechaban, al máximo, las dos tortillas que les correspondían.
Mientras decenas de trabajadores de la construcción cambiaron sus compras en la popular tortillería, por las tiendas de autoservicio más cercanas, para abastecerse de su principal alimento: la tortilla. Y es que la diferencia de precio entre ambos lugares es de 40 por ciento, "cuando nuestro consumo diario es casi de un kilo y no hay trabajo que garantice que vamos a comer. Así que debemos buscarle", comentaron.
Durante un recorrido realizado por algunas obras en construcción en Insurgentes y a las afueras de algunas estaciones del Metro se constató la molestia de los seguidores de este tipo de alimentación, que tuvieron que pagar entre ocho y 10 pesos por un taco de guisado, que un día antes les costaba seis, o 13 pesos por cinco tacos sudados, cuando antes sólo dedicaban 10 pesos.
Lo mismo sucedió con la orden de flautas, que pasó de 15 a 20 pesos en promedio; las gorditas, tlacoyos, sopes y quesadillas, que subieron de los siete hasta los 10 pesos; los tacos de nana, buche, ojo y surtida de cuatro a cinco pesos; los de lengua de ocho a 12; y los tamales de hoja de maíz de seis a ocho pesos, los oaxaqueños de siete a 10 o los especiales, con pieza de pollo, de 15 a 20 pesos.
"No se vale otro madrazo. Primero subieron el huevo, luego las tortillas y ahora los antojitos entre tres y cinco pesos mientras nuestro mísero salario lo hizo en 1.90 y tenemos, todavía, la mala costumbre de comer tres veces al día, aunque sea una tortilla con frijoles o un bolillo, para quitar el hambre", comentaron algunos empleados de oficina, quienes tuvieron que hacer su vaquita para comprar su almuerzo.
"Mañana mejor desayuno en casa y dejo este festín para un solo día a la semana", comentó Emiliano, mientras aprovechaba las charolas con verduras del puesto para quitarse el hambre, lo cual repetían cada uno de los cientos de comensales de los tradicionales puestos metálicos distribuidos en la ciudad.
Hasta eso nos quieren quitar
Diariamente llegan a su lugar de trabajo desde las ocho de la mañana. Ahí colocan sus letreros para ofrecer sus servicios de albañilería, plomería y pintura. Acomodan sus herramientas para sentarse, porque la espera es larga y en ocasiones vana, pues incluso en todo el día nadie llega a solicitarlos.
Son los maestros, los expertos en pegar azulejo, arreglar pisos, desperfectos o esas fugas de agua o gas. Son los que no tienen un empleo, que no reciben un salario, ni entran en ningún programa de ayuda social, a los que raras veces se les voltea a ver, pese a estar todos los días en las banquetas de las calles.
Son también a quien la tradición, pero sobre todo la necesidad los ha hecho asiduos consumidores del taco de hasta tres o cuatro tortillas con frijoles, huevo o hasta un chile mordiendo o en vinagre con los que gustosamente satisfacen el hambre.
Sin embargo, los recientes aumentos un día a la leche, y otro a la tortilla, a las verduras, al gas y la gasolina, los hace afligir, desesperarse, pensar que quizá dentro de unos meses o días "no nos alcanzará ni para llevarnos el taco a la boca", como lo indica Alberto Valdéz Díaz, de 67 años de edad, quien, al igual que 20 de sus compañeros, llega a calles de la colonia Obrera con sus herramientas y sus esperanzas de trabajar para mantenerse y sostener a su esposa, quien también tiene que buscar ropa para lavar o planchar, a fin de salir adelante.
"Como nunca nos ha pegado la desbanda de aumento en los precios, ¿a dónde vamos ir a dar si nos están subiendo lo único que uno puede comprar? Ya nos subieron la leche, que tanto la necesitan nuestros hijos, pues no los podemos mandar a la escuela con el estómago vacío, ahora hasta nos quieren quitar la tortilla", reclama Agustín Guzman, también de 67 años, delgado, de baja estatura y pelo cano, a quien los aumentos sorpresivos de los últimos días amenazan con hacerle perder hasta su buen humor.
"No pedimos que nos regalen nada sino que nos den trabajo y bien pagado".
Ya entrado en la desesperación, el señor Carlos Solís expresó en tono molesto: a ver, ¿dónde está el presidente del empleo? Lo único que ha hecho es subirnos todo, total, él es rico, qué le importa que suba la tortilla", dijo mientras todos los albañiles, plomeros y carpinteros reunidos en una esquina del Eje Central donde pasan varias horas bajo el sol, la lluvia o el frío, según la temporada, y sin probar alimento ni beber agua, pues no hay ni dónde ir al baño se unieron a su reclamo.